Dos toreros emergentes, el sevillano Javier Jiménez y el pacense Ginés Marín, que triunfaron la temporada pasada en los grandes ruedos, fueron protagonistas de uno de los coloquios celebrados en la sede del Club Cocherito de Bilbao durante el mes de Febrero.
Ambos diestros habían estado en boca de la afición bilbaína durante las Corridas Generales del Agosto anterior: Ginés Marín por su presencia en una sustitución ante los toros de Alcurrucén y Javier Jiménez por su ausencia, a pesar del clamor popular que reclamaba su presencia en otra de las sustituciones después de haber abierto la Puerta Grande de Las Ventas madrileña. Ambos jóvenes diestros se sometieron a las preguntas que les formularon los periodistas Íñigo Crespo y Álvaro Suso, ante un concurrido público.
Coincidieron en decir que se encontraban en el momento que siempre habían soñado, que no tenían vértigo ante los retos que se avecinaban y que se sentían unos verdaderos privilegiados “porque miramos hacia atrás y vemos que mucha gente se ha quedado en el camino”.
Javier Jiménez abundaba en que “todo me ha cambiado en lo profesional en ese 2016. Ahora tengo más contratos que solo Sevilla. He pasado de querer torear a querer triunfar. Siento más responsabilidad”.
A Ginés Marín aún le cuesta creer que “hace tres años estaba toreando sin caballos y, de pronto, me veo haciendo el paseíllo en Bilbao junto a Morante de la Puebla y Diego Urdiales. Hechos así te cambian la vida totalmente, pero hay que asumir ese cambio con humildad”.
Los dos espadas explicaron cuándo fue el momento propio en que se dieron cuenta de que esto de ser torero era una cosa muy seria. “Yo me di cuenta cuando fui a torear novilladas a Francia y vi la seriedad del toro que sale allí. Aquello ya no era un juego y comprendí lo duro del toreo”, apuntó Ginés Marín.
Por su parte, Javier Jiménez, contó con gracia el momento en que, en Roquefort, con un novillo marcado con el número 69 que era un tío, vio los peligros de la profesión elegida, “pero fue al tomar la alternativa cuando me di cuenta de su seriedad y cuando ratifiqué mi intención de ser torero”. Hasta ese momento, como dijeron ambos, todo era “jugar al toro”. No tenía importancia si se pinchaba un novillo. No pasaba nada. Y, de pronto, “cuando tienes que alternar junto a las figuras del toreo ya es otra cosa. La motivación es diferente. Las figuras no perdonan un día y tu tienes que intentar estar a su altura”.
Los dos toreros estuvieron acompañados de sus respectivos apoderados: José Luis Gutiérrez Peralta, de Javier Jiménez, y José Cutiño, de Ginés Marín. Los periodistas aprovecharon para preguntar a los diestros qué representaban en sus carreras.
El de Espartinas comentó que “yo no terminaba de madurar y José Luis me cambió la manera de entender la vida. Me liberó de los agobios y me hizo comprender que, sin prisas, también se llega a la meta. Además, es de los que te repite constantemente que te vas a convertir en figura del toreo, te da confianza y te lo llegas a creer”. El pacense, por su parte, abundó en que “un apoderado no es solo el que te hace los contratos. En mi caso, Pepe Cutiño tiene conmigo una relación más personal. Me aporta tranquilidad, me enseña a hacer lo correcto y te da calma cuando te enervas al ver a otros triunfar”.
Para Javier Jiménez, además de su tarde en Sevilla, siempre quedará en su memoria la que triunfó en los “sanfermines” de Pamplona y, por supuesto, su salida a hombros en Las Ventas, en una tarde agosteña. Ginés Marín siempre recordará su alternativa en el coso francés de Nimes y su triunfo en Santander. Son los momentos que les catapultaron. Los dos saben que tienen que ratificar esas expectativas y que tienen mimbres para hacerlo porque, como decía Jiménez, “el banquillo te curte mucho”.
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