VALENCIA. Sexta del abono de Fallas. Media plaza escasa. Toros de Jandilla –2º, 3º, 4º y 6º, éste ultimo como sobrero– y dos de Vegahermosa –1º y 5º–, sin terminar de rematar y viniéndose muy abajo, pero en general, con nobleza; el mejor, el 3º. Manuel Jesús “El Cid” (de azul eléctrico y oro), silencio tras aviso y vuelta. Manuel Escribano (de azul cielo y oro), una oreja y silencio. Iván Fandiño (de azul celeste y oro), una oreja tras aviso y palmas.
Cada plaza y cada afición tiene sus propias preferencias y sus propios gustos. Por eso conviene no hacer muchas extrapolaciones. Pero el dato es claro: El Cid, Escribano y Fandiño –en buena medida, la base de la feria de Sevilla–, en el cartel; en los tendidos, menos media plaza. “Juncal” diría su célebre: “Tomo nota”.
La tarde de los azules, que hasta la divisa apostaba a esos colores, al final resultó más propia de la gama de los grises, aunque hubiera rayos de luz en ocasiones. En la medida principal porque los “jandillas” de turno no permitieron alegrías mayores, unos porque estaban ayunos de las condiciones necesarias, otros simplemente porque duraron lo que se dice un suspiro, que al final tapaban el punto de nobleza que tuvieron. Y en cualquiera de las hipótesis les faltaba un punto para aportar esa dosis de emoción que resulta tan necesaria para que con la Fiesta se vibre.
Sin celo ni energía, que luego se reconvirtieron en brusquedades, el que abrió plaza pocas posibilidades le presentaba a El Cid. Pero el de Salteras se creció ante el 4º, que aunque muy mirón daba más trazo a sus embestidas. El buen comienzo del trasteo sobre la mano derecha luego no tuvo continuidad a raíz de la fea voltereta que sufrió el toreo cuando manejaba la izquierda. Pero El Cid aguantó allí, con firmeza. Incluso si la espada le hubiera funcionado mejor hasta podría haberle cortado una oreja.
Manuel Escribano sigue en su empeño de hacer de todo, unas veces mejor y otras no tanto: cada día, la puerta de toriles, el par en las tablas, las rodillas al suelo… Y sin embargo, la realidad es que Escribano no es sólo firmeza; cuando embarca a los toros en el engaño los sabe llevar con templanza, por abajo y con buen gusto. Esta tarde se pudo ver claramente con su primer “jandilla”, en el que hubo algunas series excelentes. Quizá será porque es el papel que le ha tocado en esta lotería del toreo, pero por ese camino le va a costar salir de ese encasillamiento de torero decidido y bullidor, que por más que tenga siempre un hueco en los carteles, no es el que lleva a las cumbres.
Por Iván Fandiño no ha pasado el invierno; o por mejor decir, en las tierras americanas ha pasado para bien. Sigue con el mismo sitio con el que concluyó su temporada española y con la misma decisión, fija su ruta de buscar antes la verdad que el triunfo. Supo entender a su buen primero, con el que se relajó al torear con la derecha, como luego supo darle la medicina adecuada cuando el toro se agarró al piso. Volvió a su lucha con el sobrero que cerraba la tarde, que si bien respondía a los cites luego iba sin humillar. A base de bajarle mucho la mano, le pudo meritoriamente por los dos pitones. Al final, no se entiendió con la espada y se le esfumó el trofeo que la habría permitido abrir la Puerta Grande.
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