BILBAO. Primera de las Corridas Generales. Media entrada escasa, en tarde con lluvia intermitente. Cuatro toros de Miura, serios pero con dificultades y escaso juego, y un sobrero de la Campana (2º), carente de fuerzas, y otro del Marqués de Domecq (6º), muy parado. Juan José Padilla (de rosa y azabache), silencio y palmas. Rafael Rubio “Rafaelillo” (de corinto y oro), silencio y ovación. Raúl Velasco (de burdeos y oro), silencio y palmas.
La primera impresión era un poco de shock: en el Bilbao torista, con una seria corrida de Miura tras 9 años de ausencia y en domingo, sin embargo escasamente se cubrió la mitad del aforo. ¿Una premonición de lo que va a venir? Hay que esperar que no, porque habitualmente la “propiedad” –nombre que en esta plaza adquiere lo que tiene algunas semejanzas con lo que en otros sitios denominan abonos— ha sido numerosa y muy fiel. A lo mejor fueron las nubes, que a la vez que el agua trajeron una cierta pereza para llegarse hasta la plaza. Seamos optimistas, esperemos entradas mas numerosas en las tardes que faltan.
Pero los que no fueron no debieran por eso decir que acertaron. La ausencia nunca es un acierto, si de la Fiesta se trata. Sencillamente, no han podido comprobar el muy bajo nivel que presentó la corrida de Miura, un hierro que ya viene sólo de vez en cuando por la capital de Vizcaya. Y se perdieron la digna vergüenza torera con la que la terna hizo frente a lo que le fue saliendo por toriles.
Dicho todo lo cual, hay que reconocer que fue una corrida plúmbea y larga, que durante más de dos horas y medio hacía despertar al personal más por los “ay¡” que por los “olés¡”, que no se oyeron. Ni los cuatro de Miura ni los dos sobreros se prestaron a ningún otro género de alegrías.
Gracias a su oficio, Juan José Padilla pudo andar desahogado toda la tarde, aunque no le privara d un fuerte varetazo en las costillas, al matar a su segundo. Estuvo suelto y animoso, tratando de meter a sus “miuras” en la muleta, que cuando la tomaban eran más por la habilidad del torero para provocar la inercia de la arrancada que por la codicia de su enemigo. En cualquier caso, siempre a base de medios muletazos, con atragantones… Lo que permitían los de Zahariche. Pero el jerezano hace años que cayó de pié entre la afición bilbaína, que se mostró comprensiva y cariñosa, a la espera de su próximo compromiso, que será con la victorinada que cierra feria.
También “Rafaelillo” sorteó con experiencia las tarascadas del único “miura”, que mató en quinto lugar y que también le dejó el recuerdo de otro varetazo en la parte alta del muslo derecho. Por delante, lidió un sobrero de La Campana, que aunque era noble carecía de ese mínimo de fuerzas para hacerle el toreo. Tarde, pues que salvo el respeto a su trayectoria, nada aportó de positivo al torero murciano.
La sustitución del herido Serafín Marín la cubrieron los Chopera sorpresivamente con Raúl Velasco, recién reaparecido de su voluntario y prematuro retiro. No se sabe bien si es que en la Casa Martínez Elizondo de pronto ha entrado un subidón de espíritu justiciero y han querido premiar con urgencia la vuelta al ruedo que Velasco dio en su confirmación de alternativa, el pasado 7 de agosto; o a lo mejor es que no había otro torero disponible en estas fechas, aunque los habituales de estas corridas no aparecen en ninguno de los carteles que se anunciaban para este domingo.
Pero fuera cual fuera el motivo de su inclusión, hay que reconocer que Raúl Velasco se justificó: salió con la decisión de quien no quería dejar pasar por alto la oportunidad, ni antes ni después del tremendo volteretón que le propinó su primero. Y en efecto, sorprendió su oficio; se ve que los años de retiro no le han hecho perder el sitio. Luego intentó el toreo en sus dos toros, por más que ni uno ni otro se lo permitieran. El sobrero que hizo sexto parecía que iba a ser que sí, pero su clase quedó luego inédita al aferrarse al suelo y negarse a dar un solo paso detrás de la muleta.
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