Indigna tarde de «El Ventorrillo» y Julio Aparicio

por | 15 May 2012 | Temporada 2012

MADRID, 15 de mayo de 20112. Sexta de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de El Ventorrillo, grandullona, mansa y descastada.  Julio Aparicio (de grana y azabache), bronca y bronca. Curro Díaz (de verde manzana y oro), silencio y silencio. Eduardo Gallo (de azul cobalto y oro), ovación y palmas tras un aviso. Aparicio fue despedido con una gran bronca y lanzamiento de almohadillas.

No se acordó el Santo Patrón del personal en su fiesta. ¡Vaya tarde! Como diría un castizo, de alivio de luto. Y todo, principalmente, por la corrida de El Ventorrillo, en su actual versión de Fidel San Román. Ya en Sevilla esta divisa había dado el cante, pero qué cante tan malo. Hoy, con seis toracos sin asomo de casta, ha batido su propio record, su mal record. Una corrida imposible donde las haya. Seis moruchos no dan tan pésimo juego, porque para terminar de arreglarlo como tenían fuerza e intensiones nada pacifistas, en cualquier momento le daban un susto a los toreros. En suma, un regalito, pagado a precios de toros bravos.

Dicho lo cual, tiene mucho más mérito la firme actuación de Eduardo Gallo, que le ofrecía las telas a sus enemigos como si fueran bonancibles. Aguantó coladas, cabezazos u arreones, para sin inmutarse volver a ponerse en el sitio. Muy hombre este salmantino, porque para acabar de redondearlo todo lo hacía con naturalidad, sin alardes, y siempre con verdad. Y  cuando, las menos de las veces,  el de El Ventorrillo se equivoca, allá que tiraba de él con temple y buen gusto. El triunfo en los términos modernos, era un imposible metafísico. Pero dignidad y torería derrochó a raudales.

Como está hoy el entramado de la Fiesta, hasta es posible que el enorme esfuerzo y la hombría que ha derrochado Gallo en Las Ventas no le traiga más contratos. Aparte de injusto, sería una pena, porque todos nos perderíamos a un torero que interesa ver y que está en un buen momento.

Con otro lote imposible, responsable y profesional se mostró Curro Díaz. No cabía ni el toreo, ni mucho menos el sentimiento. Pero cabía lidiar con orden y concierto y matar por arriba. Es lo que correspondía y el de Linares lo hizo sin desmerecer en nada el buen nombre que tiene en Madrid.

Otro cantar es el caso de Julio Aparicio. No hay que volver a repetir la condición de los toros. Pero eso no puede ser excusa para que el director de lidia se inhibiera por completo de sus obligaciones y dejara la lidia de sus dos toros en manos de la cuadrilla. Hubo un momento, en su segundo toro, con caballo y picador por los suelos y los otros dos espadas protegiéndoles y tratando se llevarse al animal; Aparicio mientras tanto permanecía impávido, alejado de la escena: aquello no iba con él. Una vergüenza. Y ahora que no venga con la copla del pellizco, la espantá y otras zarandajas similares. Un poco de respeto a la historia, incluso a la historia del mitin, que es figura muy taurina. Su tarde no ha tenido nada de eso; ha sido, sencillamente, una indignidad, como para pensarse si no se le ha pasado el arroz. Lo preocupantes es que para el día 29 está anunciado de nuevo.

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Taurología

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