SEVILLA. Novena de feria. Lleno. Toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados y con interés para el aficionado en la diversidad de su juego. Francisco Rivera Ordóñez (de nazareno y oro), silencio y silencio. José María Manzanares (de negro y azabache), ovación tras aviso y vuelta tras aviso. David Galván (de verde botella y oro), silencio y vuelta al ruedo tras aviso.
¿Se torea así?, vino a preguntar Manzanares (La Maestranza) |
Una tarde que olía a Puerta del Príncipe, al final quedó en una vuelta al ruedo, eso sí: mientras las palmas sonaban como ningún otro día de esta feria. En realidad, más bien parece que esa vuelta al ruedo ni siquiera se correspondía con la espléndida faena que el torero acababa de malograr, tras tres intentos en la suerte de recibir. Era mucho más, era el homenaje, podría decirse que rendido, de la afición de Sevilla a José María Manzanares. Desde luego por haber dado la cara, soportando el peso de esta atípica y repetida feria de los ausentes; pero también porque la concepción estética del torero alicantino parece dibujada a la medida de esta tierra sevillana.
El enamoramiento mutuo se parece cada día más a cuando, en un rincón dulce de este Parque inigualable –que además rinde homenaje a más de un poeta–, dos novios se repiten en una luminosa tarde de primavera aquella bella frase del verso de Neruda: “Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas”.
Y hasta el billetaje vendido parece como que quiere unirse a las palabras de Neruda. Hay que reconocer, lisa y llanamente, que en Sevilla quien de verdad hoy tiene tirón para ocupar los preciosamente incómodos tendidos de la Real Maestranza se llama Manzanares. De sus cuatro tardes en Sevilla, en dos puso el “No hay billetes” y en las otras la plaza se llenó a falta de muy pocas localidades.
Podría ser hasta una banalidad medir la feria que ha protagonizado este torero por la fría estadística de los trofeos. Quizá porque el Arte, todo Arte, no se crea para ser recompensado; se crea para el disfrute de quien lo contempla y lo admira. Y, sobre todo y por delante de todo lo demás, para la propia intimidad del artista. De lo que en este año de 2015 hasta ahora ha acaecido en esta plaza, que admiró a todos los grandes de la Historia, la inmensa mayoría lleva su nombre. Sin ir más lejos, también en esta novena de la feria ha sido así.
Visto quedó en sus dos toros la suavidad, el empaque y el temple con el que maneja el capote. Cada día con más cadencia. Y visto quedó su capacidad para ensamblar una faena de muleta sin que se le altere el pulso, a base de una colocación, un saber manejar sedosamente la muleta y un dejar brotar a la creatividad en cada momento. Luego en este viernes ha estado hecho un “pelmazo” con la espada. Parece casi una contradicción en sus propios términos: Manzanares y una mala espada; pero quien lo vio puede asegurar fehacientemente que así ocurrió.
Habrá que ver luego el eco que todo lo hecho por Manzanares en la Maestranza, visto más allá de la estadística, tiene por esas plazas del universo mundo, que los aficiones son cambiantes como el viento. Pero en estos días que nos tocan, es cierto y verdad que Triana y que Sevilla han hecho suyos a este torero.
Para esta tarde tan lucida con los trebejos de torear y tan desastrosa con los de acero, Manzanares ha contado con una excelente corrida de Núñez del Cuvillo. De la gaditana Ruta del Toro vinieron seis ejemplares muy parejos, los más parejos de esta feria. Bien presentados todos y, además, eso que los taurinos llaman “bien hechos”. Salvo el 6º, que se olvido de meter en su equipaje la clase, los otros cinco tuvieron muchos puntos positivos. Excelente por su nobleza, hasta por la belleza de su tranco al galopar, resultó el que se lidió en 2º lugar, que bien pudo merecer la vuelta al ruedo. Hay quien dice –y no hay por qué desmentirle– que en otros tiempos, cuando en la Maestranza había una mayor densidad de aficionados por metro cuadrado, se le habría dado. Pero si uno se fija en la conjunción de la casta y la bravura, no perdamos de vista al que salió en 5º lugar; a lo mejor, embelesado como andaba el personal en cómo manejaba Manzanares su mano izquierda después del volterón que le dio, se fijó menos en las cualidades del “cuvillo”. Pero tanto “Encumbrado” como “Fenegueta” están entre los mejores toros que han salido por los chiqueros. Aunque diciendo algo menos para los tendidos, no presentaron problemas de mayor relevancia los otros tres, que ofrecieron embestidas incluso nobles.
Volvía a la Maestranza, después de su retirada temporal, Rivera Ordóñez. Un regreso fácil, pausado y templado. Sólo le faltó, que no es chica la cosa, dar ese pasito al frente que supone fajarse con sus toros. Ninguno de los dos le ponían inconvenientes mayores, pero Rivera al final acabó por pasar por la Maestranza como la luz por el cristal: sin romperse y sin mancharse. Todo pulcro, todo frío.
Valor auténtico de Galván (La Maestranza) |
Como para demostrar que los antiguos, y no tan antiguos, tenían razón, completaba la terna un torero nuevo, entre la figura del momento y la novedad del reaparecido. Y nadie se rompió las vestiduras. ¿Por qué no va funcionar hoy esta forma tan tradicional de hacer los carteles? David Galán dejó claro que el no había venido a Sevilla de paseo. Quizá le pesara en exceso su primero, con el que sus buenas intenciones declaradas no se completaban con la limpieza de las suertes. Pero estuvo hecho un “tío” ante el más complicado 6º, frente al que no se arredró pese a lo muy feamente que lo volteó en los medios. Es cierto que en este esfuerzo se salió un tanto de su línea más clásica del toreo de siempre, pero el valor también puntúa cuando es verdadero. Por eso dio la vuelta al ruedo con el cerraba plaza.
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