PAMPLONA. Primera del abono. Lleno de “No hay billetes”. Toros de San Pelayo y San Mateo (2º y 3º), colaboradores, algunos de ellos blandos. Pablo Hermoso de Mendoza, una oreja y una oreja. Sergio Galán, silencio y dos orejas. Roberto Armendáriz, una oreja y ovación. Hermoso y Galán salieron por la Puerta Grande.
La afición navarra no falla. También es cierto que la Casa de Misericordia la cuida hasta con mimo y cuando hace falta, como ahora, ha asumido a su costa la subida del IVA. Pero ante todo juega con una enorme limpieza a la hora de confeccionar los carteles. Para con su afición, pero también con los profesionales: aquí el que triunfa, vuelve. Casi una reliquia en el actual panorama taurino. Con una cosa y con otra, va a ser la única plaza de España en la que el abono se ha renovado al completo. Un verdadero record ganado a pulso.
Cuando ya ha salido 17 veces por la Puerta Grande de su tierra, poco hay por descubrir a estas alturas en Pablo Hermoso de Mendoza, que en el ruedo pamplonés siempre se crece. La de esta tarde ha sido una más de la serie. Más académico y clásico con su primero, más bullidor y acrobático con el cuarto, como correspondía para centrar la atención en el toro de la merienda, que además tenía más problemas que sus hermanos. Y siempre, con la doma justa y precisa, haciéndolo todo templadamente. De hecho, hoy nadie le discute su magisterio y cuánto de innovación ha traído al toreo a caballo, hasta escribir un antes y un después. Pamplona, sin haber sido una tarde arrolladora, ha sido un etapa más de esa historia.
Viéndole lidiar al quinto de la tarde, resulta difícil de entender cómo la de este 6 de julio ha sido la primera actuación de Sergio Galán en la temporada. Si ya estuvo muy torero frente a las complicaciones de su primero, al que le pudo cortar una oreja si no marra con los hierros de muerte, con el segundo se entregó de principio a fin. Se fue a esperarlo a la puerta de chiqueros, para torearlo luego con buen pulso de salida; cuajó un magnífico tercio de banderillas, tanto en su ejecución como en la colocación de los palos, y tras un intento fallido mató de un certero rejonazo. Todo sin más pausas de las necesarias y sin carrera inútiles. Una gran tarde la del conquense.
Mucho ha crecido, taurinamente hablando, Roberto Armendáriz. Sus progresos quedaron evidentes en el ruedo pamplonés, en el que hubo de lidiar los dos toros de menos duración y empuje. Se le ve que ha subido muchos escalones a la hora de conjugar el temple durante la lidia, hasta cuajar hoy como un torero a caballo interesante, que puede tener proyección. Tan es así que en el tercero ofreció los mejores momentos de rejoneo que se vieron en esta tarde, los más auténticos. Su punto débil en esta ocasión estuvo con los rejones de muerte, que si en el primero impidieron un premio mayor, en el que cerraba plaza lo dejó todo en una cariñosa ovación. Con lo uno y con lo otro se dejó ir la Puerta Grande.
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