Primero fue Cataluña, luego Ecuador y México, ahora Galicia y Colombia…. Y en medio de esa dinámica, los responsables del toreo embebidos andan en sus pleitos intestinos, como si nada pasara. Luego vendrá eso tan hispano del “ay madre, ay madre”. Pero, como ocurrió en Cataluña, si se descuidan será ya tarde.
De hecho, en el haber tenemos dos datos incontestables: se perdieron las votaciones de Cataluña y Quito. ¿Nos limitamos a seguir haciendo declaraciones rimbombantes a la espera de que las futuras votaciones, que están a la vuelta de la esquina, se ganen por arte de birlibirloque? Craso error.
En cuanto hace relación con la Fiesta, como en cualquier otra faceta de esta vida, instalarse en el pesimismo existencial o en el conformismo buenista no conduce a nada; mejor dicho, sólo lleva al precipicio que antesala al abismo. Pero no menos nos riegos encierra esa figura tan cómoda e inoperante de “mirar para otro lado”, pensando quizás que un inconcreto e innominado “alguien” ya hará algo, o que la solución aparecerá llovida del cielo.
Nuestra realidad es la que es. Una Mesa del Toro, que nació para unificar esfuerzos y trabajos, hecha eso que popularmente se denomina “unos zorros”, sin viabilidad alguna, por más entusiasmo que pongan los redactores de notas de prensa, que es lo que único que hacen. Los empresarios, instalados en la bipolaridad: por la mañana lloran por las circunstancias tan malas del negocio, mientras por la tarde acuden en bandada a los nuevos negocios que suponen los concursos de adjudicación. Los ganaderos en su mayoría bastante tienen con conseguir el objetivo de no vender a precio de Matadero. Y los toreros en la pugna por sus derechos de imagen, que les corresponden por ley, pero que a lo mejor no es lo más urgente. Y todos, confiados en que los dineros de las televisiones van a ser la solución a todos sus males; por si fallan, a pensar en los dineros públicos. Mientras tanto, los aficionados sólo tienen dos cosas seguras: ir a los toros cada día les cuesta más euros y cada vez sus opiniones y sugerencias son tenidas menos en cuenta, como si fueran los marginales en la Fiesta.
Habrá quien diga, y en su derecho está, que esta descripción tan cruda de la realidad no deja de ser más que un aguafuerte de contrastes sacados de contexto. Lamentamos discrepar, pero no ver lo que hoy está pasando en el seno de la Fiesta, constituye el comienzo de un camino errático que a nada conduce.
Parece como si no se dieran cuenta que en el hall de cualquier hotel taurino nada se arregla, a base de esos “a partes” tan usuales que hacen. Qué aficionados son los taurinos a esos cuchicheos, como si esto del Arte del toreo estuviera relleno de los secretos mas inconfesables. La realidad va por otros senderos. No hay que ser un experto 3.0, ni un sociólogo consumadísimo, para darse cuenta que las cosas discurren de otro modo. Cualquiera que entre en uno de los muchos buscadores que existen en internet puede comprobar cuál es la realidad del clima de opinión que con nuestra inoperancia estamos dejando crecer en todos los países de tradición taurina.
Justamente en ese ámbito es donde primero debiera trabajarse: o cambiamos el signo de la opinión que se está consolidando en muchos núcleos sociales, o a medio plazo tenemos perdida la batalla. Ni los políticos va a enfrentarse a segmentos significativos de potenciales electores, ni las opiniones son ave de paso. Sin ir más lejos, es lo que acaba de ocurrir en Galicia y protagonizado por el partido que actualmente gobierna España, que no es precisamente un partido de la marginalidad.
¿No se dan cuenta como en la propia España la información taurina, la convencional que genera toda temporada, pierde año a año centímetros cuadrados de letra impresa? ¿No resulta evidente que en la televisión aparecemos básicamente cuando se produce una tragedia? ¿No han comprobado como disminuyen los espacios que se dedican en las radios? ¿Acaso es fruto de la casualidad que los anunciantes publicitarios mayoritariamente huyan de aparecer en espacios taurinos?
Lo cómodo, lo equivocado también, sería culpar a los responsables de los medios informativos de lo que está pasando. Eso no es más que desconocer palmariamente cuál es la realidad de la dinámica informativa. Al final, los medios sólo buscan ser reflejo de las realidades sociales en las que se desenvuelven; dicho más vulgarmente, abordar aquellos temas de los que habla la gente. Que le pregunten a los profesionales del periodismo taurino, tan criticados injustamente como están en ocasiones, el trabajo que les cuesta que sus jefes le den espacio para la información sobre la Fiesta. Y así ocurre bajo el paradigma de que “eso no lo interesa a nadie”. En cambio, basta que una docena de animalistas, perseverantes en sus empeños, se manifiesten para que se conviertan en noticia de telediario.
Si los que deben hacerlo, esto es: los sectores taurinos, no se preocupan de presentar la verdadera cara de la Fiesta, si no trabajan –y trabajar es meter horas a tal empeño, no charlas de café– por hacerla atractiva a nuevas capas sociales, si no asumen la obligación de volver a situarla como uno de los ejes vertebrales de la cultura y el ocio en nuestro país, si no se deciden a invertir en tareas como éstas, ¿qué justificación pueden aducir para trasladar las responsabilidades a terceros? Mejor sería que pensaran que es lo que pueden hacer, que no es poco, para que “eso, la Fiesta, sí interese a muchos”.
La tarea urgente que hay por delante es la de modificar el actual estado de opinión, un empeño que no constituye ningún misterio. Está en los libros y hay profesionales cualificadísimos en esa materia. Lo que se necesita es que haya voluntad de ponerlo en práctica. En tanto todos no nos comprometamos en ese reto, las coordenadas de opinión en las que hoy se mueve la Fiesta no podrán ser modificadas.
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