Después de unos comienzos más o menos dubitativos, como matador de toros, tras la campaña americana de 1906 —sus mayores éxitos tuvieron como escenario la plaza de Lima–, el público redescubrió al torero madrileño gracias a una de sus actuaciones en San Sebastián. Emparejado con Rafael "El Gallo", Vicente Pastor iniciaba la etapa más brillante de su carrera. El punto culminante fue ese 2 de octubre de 1910, cuando alternando con "Regaterín" y "Manolete" mató una corrida de Concha y Sierra; al cuarto de la tarde –por nombre "Carbonero´", manso y fogueado– le realizó una faena cumbre, premiada con una oreja, galardón que a raíz de esta tarde se institunacionalizó en el ruedo de Madrid.
La concesión de este trofeo dio origen a una viva polémica, que narra con bastante detalle el crítico Don Indalecio, en su libro “La Tauromaquia del siglo XX”. Las discusiones se centraban en la presunta amistad que unía al torero con el presidente de la corrida. De cualquier forma, todos los críticos coinciden en señalar que la aclamación del público fue unánime aquella tarde. Y así, en las páginas de ABC se escribió: “dadas las condiciones del toro, cobarde, manso y con malas intenciones, y la brillantísima faena y estupenda estocada que empleó Vicente para matarle, todo está justificado”.
Algunos discuten si fue realmente la primera oreja que se concedía en Madrid. Desde luego, con anterioridad se había concedido una vez este trofeo. De hecho, en la historia taurina se registra como único antecedente el de José Lara “Chicorro”, que fue premiado con una oreja el 29 de octubre de 1876, la tarde que un miura causó la muerte a Mariano Canet “Llusio”.
Incluso en las páginas de ABC del 3 de octubre de 1910 el crítico de entonces, que firmaba con el sobrenombre de “Doctor Roa”, pone otros antecedentes diferentes. La primera es la ya citada de “Chicorro” y la siguiente se la anota a Leandro Sánchez “Cacheta”, la tarde en que actuaba como sobresaliente de un rejoneador en el trascurso de una denominada “corrida patriótica” el 12 de mayo de 1989. Pero, desde luego, esta segundo fue cuando menos atípica.
En cualquier caso, para la práctica unanimidad de historiadores es a partir de la concesión a Vicente Pastor cuando tal premio comienza a otorgarse de manera formal, porque entienden que lo de “Chicorro” fue una cuestión ocasional y la de “Cacheta” no deja de ser algo meramente anecdótico.
Sea como fuere, tras la campaña americana de 1906 —sus mayores éxitos tuvieron como escenario la plaza de Lima–, el público "redescubre” al madrileño gracias a su actuación en San Sebastián. Emparejado con Rafael "El Gallo", Vicente Pastor iniciaba la etapa más brillante de su carrera, que tiene su punto culminante el 2 de octubre de 1910, cuando alternando con "Regaterín" y "Manolete" mató una corrida de Concha y Sierra; al cuarto de la tarde –por nombre "Carbonero´", manso y fogueado– le realizó una faena cumbre, premiada con una oreja, galardón que a raíz de esta tarde se institunacionalizó en el ruedo de Madrid. A la concesión de este trofeo dio origen a una viva polémica, que narra con bastante detalle el crítico Don Indalecio, en su libro “La Tauromaquia del siglo XX”. Las discusiones se centraban en la presunta amistad que unía al torero con el presidente de la corrida. De cualquier forma, todos los críticos coinciden en señalar que la aclamación del público fue unánime aquella tarde.
El Chico de la Blusa
El torero madrileño, conocido en sus años novilleriles con el sobrenombre de "El Chico de la Blusa", había nacido el 30 de enero de 1879 en el barrio de Embajadores, aprendió a la vez el oficio de guarnecedor y de torero, para dedicarse íntegramente al segundo desde que cumplió los 16 años.
Ese apodo de "E] Chico de la Blusa” se lo pusieron los aficionados por la indumentaria que siempre usaba para actuar ante los novillos embolados que se soltaban en Madrid al término de las novilladas. Y así estaba previsto que se anunciara el 24 de marzo de 1895 en la que debía ser su primera actuación como becerrista, pero los imprevistos no lo permitieron: tomaba parte el madrileño en un festejo mixto, cuya primera mitad se dedicaba a la lucha de un toro y un elefante y que se prolongó tanto que el presidente suspendió el espectáculo por falta de luz. Este espectáculo, por cierto, levantó airadas protestas del público. El elefante se mostró cobarde; el toro, por su parte, se estrellaba una y otra vez contra el paquidermo sin herirle. Al final, el elefante dio un terrible golpe con la trompa a su enemigo, partiéndole en dos la columna vertebral.
Por fin el 20 de mayo vio cumplido su deseo, figurando en los carteles con el apodo ocasional de "El Chicanero". Prosigue toreando festejos menores, ya sea formando parte de una cuadrilla de "niños barceloneses", ya en solitario, pero sin destacar de forma importante. Fue a partir de 1901 cuando adquirió a cierto nombre, al socaire de los éxitos alcanzados en la plaza de Madrid.
Y al amparo de ese buen ambiente, el 21 de septiembre del año siguiente don Luis Mazzantini le hace matador de toros al cederle la muerte de "Aldeano" –del hierro de Veragua— en el ruedo de su patria chica. Vienen luego años en los que se hunde de nuevo en el anonimato: en el trienio 1904-1906 tan sólo actuó en 21 corridas. Algunos críticos de la época afirman que Pastor no destacaba al estar teñido su toreo de una sobriedad excesiva, en contraposición con el estilo de los grandes de la época: Fuentes, Machaco, Bombita…
Al amparo del histórico triunfo de Madrid de 1910, se le quiso unir con diversos espadas y así el empresario de Madrid intentó hacerlo repetidamente con Machaquito. Pero lo cierto es que ninguno de los intentos llegara a consolidarse. Por el contrario, la aparición fulgurante de Joselito y Belmonte, acelera su decadencia, no sin antes competir con cierta fortuna con los dos grandes colosos.
De sus comparecencias con los dos grandes colosos, resulta necesario recordar la fecha del 29 de abril de 1916, cuando alcanzó un sonado triunfo en Sevilla ante "Recovero" –quinto de la tarde, marcado con el número 17, gordo, y con el hierro de Miura– compitiendo con Juan y José. Aquella tarde se le concedió a Pastor la tercera oreja que se otorgaba en la Maestranza. En un inciso, recordemos que la primera oreja concedida en La Maestranza fue a parar a las manos de Joselito el 30 de septiembre de 1915; la segunda se le concedió a Belmonte el 28 de abril de 1916.
La tarde de la retirada; la pitillera del Rey
En el mismo ruedo y con un toro de la misma divisa, sufrió al año siguiente una grave cornada que precipitó su marcha de los ruedos, llevada a cabo el 23 de mayo de 1918 en la plaza de Madrid tras matar una corrida de Veragua, en compañía de "Cocherito de Bilbao”, "Saleri II” y "Nacional", a beneficio del Montepío de Toreros, del que era presidente.
Precisamente de la tarde de su retirada, le contaba el torero a un gran periodista, Juan Hernández Petit, una anécdota curiosa. Toda aquella entrevista no tiene desperdicio y se puede localizar en cualquier hemeroteca: Diario "Ya", 20 mayo de 1975. Pues bien, contaba allí Vicente Pastor: "El Rey y yo teníamos el mismo barbero. Una mañana, mientras me afeitaba, le pregunté: ¿Tienes que ir a Palacio? ”Sí, allí voy desde aquí´, contestó. ¿Quieres darle al Rey un recado mío? "Lo que mande”. Dile a su Majestad que, como el mayor favor, le pido que no falte esta tarde a la corrida”.
Y más adelante añadía: “El barbero repitió a don Alfonso XIII mis palabras. El Rey mismo había dicho algunas veces que era pastorista. Contestó: <Lo siento de veras. Es un compromiso. Esta tarde vamos al hipódromo>. Sentí no verle en el palco regio. Despaché sin lucimiento a mi primer toro. Y de pronto, todos en pie le ovacionaron. Le vi con chaqué y chistera: con la Reina, la Infanta Isabel… Por lo que después supe, con el pie en el estribo el Rey dio contraorden: <a los toros>. Le brindé mi segundo toro: "El más humilde de los madrileños tiene el honor de ofrecer faena y muerte de mi último toro al primero de todos los españoles: al Rey de los es pañoles". La noticia no anunciada de mi retirada, dio la vuelta a la plaza. Al terminar la corrida, mi mozo de espadas me avisó: “Maestro, el Rey dice que suba…´", Me abrazó. <Si llego a perdérmelo –me dijo Su Majestad– nunca te lo hubiera perdonado. Pero me has cogido tan de improviso que… Aunque quiero que tengas un recuerdo…. ¡Espera!>. Y del bolsillo sacó una pitillera de oro, con su nombre y rúbrica en rubíes. <Me la regaló mi madre, y espero que no se enfadará por dártela>. Intenté rechazarla, y el Rey insistió. Cuando alargué mi mano, la sujetó. <Te advierto, muy en serio, que si vuelves al toro, como otros hacen, tendrás que devolvérmela>. Tanto me dolió, que le contesté: Oiga, yo tengo palabra de rey…. ". El toro de aquel brindis atendía al nombre de "Cabrero".
A Vicente Pastor se le ha reconocido siempre una categoría importante en todas las plazas. Aunque su trabajo estaba cargado de una enorme seriedad -en Sevilla por ello le llamaban "e l soldado romano"-, dejó constancia de su esmero en la dirección de la lidia, de su seguridad como estoqueador y de su poderío para someter con la muleta a los toros. Todo ello, además, puesto en escena con un valor sereno y un acusado sentido de la responsabilidad. Así puede explicarse, por ejemplo, que cuando una tarde Joselito –que siempre le trató con gran respeto– se atreviera a indicarle que el terreno que había elegido para entrarle a matar a un toro no era el adecuado y que podría sufrir una cornada, el madrileño contestara con sencillez: "Ya lo sé, pero el público se ha dejado el dinero en la taquilla”. El toro cayó muerto. A Vicente Pastor le llevaron a la enfermería con un muslo atravesado.
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