En la pasada madrugada de este miércoles ha muerto en su domicilio sevillano Julio Pérez "Vito" a los 88 años de edad. Hasta ahora era el decano de los matadores de toros y siempre ha sido un referente indispensable para acercarnos a la historia de la Tauromaquia en los últimos decenios. Primero como matador de toros, de corta pero lucida trayectoria; luego como primera figura de los hombres de plata y siempre como un aficionado cabal, qee amó a la Fiesta apasionadamente, a la que se entregó por completo.
La capilla ardiente del torero desaparecido se ha instalado een el tanatorio de su pueblo natal, Camas, donde el jueves se celebrará un funeral antes de su entierro en el panteón familia en el Cementerio San Fernando, de Sevilla.
Julio Pérez Herrera nació el 24 de enero de 1928 en la localidad sevillana de Camas. Desde niño vivió el mundo del toro, su padre Manuel Pérez "Vito", fue novillero. Con el mismo apodo paterno pisó los ruedos desde temprana edad, con apenas 15 años.
Se presentó en público en la plaza de toros de Madrid el 14 de abril de 1946 junto a Manuel Perea y “Parrita”, lidiando novillos de Jordán de Urries. Tomó la alternativa el 1 de septiembre de ese mismo año con Carlos Arruza de padrino y El Choni de testigo en la plaza de toros de Valencia. Confirmó su doctorado en Madrid el 3 de octubre siguiente.
Durante su etapa como matador de toros, compartió cartel con Pepín Martín Vázquez, Cagancho, Chicuelo, Domingo Ortega, Gitanillo de Triana, Pepe Luis Vázquez… las máximas figuras del momento.
Muy castigado por los toros, su carrera como matador de toros fue corta. De hecho, en 1951 renunció a su alternativa para tratar desde volver a empezar, ahora partiendo de México. Pero como no vió mayores esperanzas, decidió cambiar el oro por la plata para convertirse en uno de los mejores banderilleros de todos los tiempos.
“Su elegancia y seguridad con los rehiletes –escribió hace unos años Fernando Mart
Un hombre de plata que pronto se vio rodeado de su propia leyenda, hasta ser considerado como un verdadero ídolo por muchos aficionados. Por eso se escribió de él que “se dejaba ver con gallardía, andaba con temple hacia la cara del toro y cuando estaba en la distancia justa, salía por cualquiera de los pitones, reunía en la cara, clavaba en el morrillo, se apoyaba en los garapullos y salía andando de la suerte con una naturalidad pasmosa”.
Su vida taurina está plagada de hechos singulares, como cuando inauguró la plaza de toros de Casablanca, o de cuando toreó en París con Conchita Cintrón y Ángel Luis Bienvenida.
Descanse en paz el gran torero, el gran hombre que fue Julio Pérez Herrera, que honró en los ruedos el nombre de “El Vito”.
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