VALENCIA. Octava del abono de Fallas. NI un quinto de plaza, en tarde de lluvia abundante y viento fuerte. Novillos de Antonio López Gibaja, bien presentados pero con complicaciones. Francisco José Espada (de blanco y oro), ovación y palmas tras aviso. Cristian Climent (de azul pavo y oro), una oreja y silencio. Leo Valadez (de verde botella y oro), que debutaba con picadores, silencio tras aviso y una oreja.
Bueno pues lo del día de San José con el viento, un juego de niños en comparación con lo vivido en esta primera novillada. En este caso además aderezado con una lluvia en ocasiones fuerte. ¡Qué mérito los que aguantaron en la dura piedra de principio a fin¡ Eso no es afición, es casi heroísmo.
Como si los elementos no fueran suficientes, López Gibaja no acertó mucho con los seis novillos que seleccionó; especialmente con los tres últimos, que resultaban más ofensivos que algunos de los toros lidiados en días anteriores. Su juego, dentro de la escasa calidad, los hubo con toda la gradación de malas ideas, competición en la que se impuso el 5º. La excepción la protagonizó el que cerró plaza, con mejor tranco, a diferencia de los dos primeros que resultaron sencillamente informales. Y todo ello para ser lidiados en medio del vendaval. En suma, un contexto más cuesta arriba que el mismísimo Tourmalet, para los ciclistas en la ronda francesa.
Francisco José Espada mantiene su línea de progreso. Se llevó un revolcón muy feo, con varetazo incluido, al lance a su segundo. Pero siempre se le vio seguro, sabiendo moverse en los terrenos más convenientes y suelto de brazos en el manejo de los engaños. Una pena que ande perdiendo tantos triunfos con la espada. Pero a su favor sigue teniendo crédito.
Para el valenciano Cristian Climent ésta era su cuarta novillada, después del debut con caballos en estas fechas y en esta plaza el pasado año. Ánimo, a raudales, como dejó claro con su primero. Luego, el “prenda” que saltó como 5º, resolvió la papeleta. Fácil no lo tiene, pero a lo mejor la oreja de esta tarde le permite no esperar hasta julio para volver a vestirse de torero.
La novedad radicaba en Leo Veladez. Un mexicano de Aguascalientes formado de la mano de Luis Miguel Encabo en la Escuela Taurina de Madrid. Quienes siguen los festejos menores, ya hablaban muy bien de su mano izquierda. Y no se equivocaban: tiene un excelente concepto del toreo al natural. Como deja entrever buena cabeza a la hora de construir sus faenas. Le falta, es natural, oficio. Con el que cerraba plaza dio una buena dimensión de las posibilidades que lleva dentro. Cuando el toreo se regía por la lógica, Veladez habría dado la cara por primera vez en una plaza de categoría con uno montón de novilladas a sus espaldas; hoy en día, en cambio, se impone esa “ruleta de rusa” de precipitar las cosas. Pero estaría bien que se le cuidara y que se le diera cuartel, porque por detrás de la inexperiencia se intuye un torero muy interesante.
►Otrosí
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