MADRID. Tercera de la feria de Otoño. Lleno de “No hay billetes”: 23.624 espectadores. Toros de Juan Pedro Domecq (1º y 4º), Núñez del Cuvillo (2º y 5º) y Victoriano del Río (3º), completados con un sobrero de José Vázquez (6º bis), todos bien presentados. Destacaron el primer juanpedro, noble aunque justo de fuerzas, y sobre todo el cuvillo lidiado como 5º, de excelente tranco en el último tercio; los restantes sin ninguna historia, el sobrero además con problemas. Miguel A. Perera (de malva y oro), silencio, silencio tras un aviso y vuelta al ruedo tras un aviso. Paco Ureña (de canela y oro), una oreja, silencio y ovación tras un aviso.
Incidencias: Tan sólo un tercio competido de quites, fue con el 3º. Cuajaron sendos extraordinarios pares de banderillas José Chacón y Ambel Posada. Actuó como sobresaliente de espada Álvaro de la Calle (de rosa y oro), siempre bien colocado en los segundos tercios.
Hasta el último minuto, Miguel Ángel Perera tenía sus manos las llaves de la puerta de la gloria que da a la calle de Alcalá. La afición se le había entregado con verdadera pasión. La misma afición que se equivocó –nos equivocamos todos– al protestar en los primeros tercios a ese “Portugués”, con el hierro de Núñez del Cuvillo, que parecía de “mírame y no me toques”. Pero algo le vio Perera, que sin preámbulos le citó de punta a punta con la muleta adelantada. Fue como si el toro se hubiera transmutado: desde el primer galope, una máquina de embestir, con el morro por la arena, con nobleza y fijeza, siempre dando ese pasito más que llena de hondura un muletazo.
Una faena muy cuajada, de esas de muñecas muy sensibles para que cada muletazo fuera mejor que el anterior. De las actuaciones más rotundas y llenas de sinceridad del torero extremeño. Siempre, hasta con las bernardinas finales, citando de una punta a otra a “Portugués”, que una y otra vez tomaba el engaño sin duda alguna. Pero además de recibirlo con firmeza, luego acertó a llevarlo muy templadamente hasta tan detrás como le permitía el brazo. Ni un borrón en tan largo trasteo, hasta que cogió la espada de matar: un pinchazo y un feo metisaca en los bajos lo emborronó todo. Y le cerró la Puerta Grande. Pero esta faena, aunque finalmente malograda, se recordará por mucho tiempo.
En sus primeros turnos Miguel A. Perera se había prodigado con el capote. Los lances rodilla en tierra al 3º tuvieron verdadero señorío. Faena larga a su primer juanpedro, blandito y noble. Series iniciales con buen son sobre la mano izquierda, para luego hacer subir el diapasón con una serie final sobre la derecha. La espada caída enfrió los ánimos. Apagó pronto su motor el de Victoriano del Río que salió como 3º. Pero mientras duró, lo llevó con buenas formas sobre ambas manos, para luego demorarse con los aceros.
Con mucho cariño recibió Madrid a Paco Ureña, que tuvo que saludar desde el tercio al romper el paseíllo. Y el murciano respondió con una actuación sólida, muy reunida y bien estructurada frente a su primero, un cinqueño con el hierro de Cuvillo, rematada con un gran espadazo. La verdad de su toreo, sin una sola concesión ni ventaja, simpre le da una gran dosis de importancia, por eso apasiona. Justa la oreja que se le concedió.
El juanpedro que lidió como 4º decía muy poco; pese a ello, dejó momentos sobre la mano izquierda marca de la casa, antes de una estocada caída.
0 comentarios