SEVILLA. Undécima de feria. Lleno de “No hay billetes”. Tarde de un molesto viento; durante la lidia del 6º cayó un fuerte chaparrón. Toros de Victoriano del Río (el 3º bis con el hierro de Toros de Cortés), 5º y 6º cinqueños; desiguales de presentación, cuatro mansotes y de poco juego, con mucha clase 3º y 4º, que fue premiado con la vuelta al ruedo. Sebastián Castella (de malva y azabache), silencio y vuelta al ruedo tras aviso. José María Manzanares (de azul celeste y oro), ovación tras aviso y ovación. Andrés Roca Rey (de verde botella y oro), dos orejas tras aviso y palmas tras aviso.
Dos buenos toros de Victoriano del Río han bastado para cambiar el signo de los tendidos, porque dos toreros han sabido poner sobre la arena un toreo profundo, auténtico. La tarde tuvo un prólogo de escaso fuste ganadero y un epílogo de complicaciones; en medio se reunieron todas las virtudes. Soberbio estuvo Sebastián Castella durante toda la lidia del 4º, aunque luego se lo complicara la espada y el verduguillo. Rotundo en firmeza y en la clase de su toreo se vio a Roca Rey con el 3º. Dos faenas de importancia, de las más importantes de este ciclo que ya encamina hacia su final.
Lo que vino de Guadalix de la Sierra no ha sido precisamente completo. Pero si destacó
Sebastián Castella, que venía aún con la memoria fresca de su gran faena en la pasada feria de San Miguel, presentó sus credenciales subiendo hasta la puerta de toriles, limpiamente resuelto el lance. Pero aquel primero de Victoriano era de nones: desde su salida ya había dejado notas de sus brusquedades y escaso recorrido. Castella lo lidió con buena cabeza.
Se resarció con el 4º, al que lanceó de forma espléndida. Luego exprimió hasta el final sus alegras embestidas, especialmente cuando se le tomaba un poco de largo. Después de un torerísimo comienzo con muletazos a dos manos, llegaron series magníficas, especialmente por el pitón derecho. Todo muy reunido, pasándose los pitones muy cerca. Sin una duda, llevando siempre a su enemigo templadamente por abajo y largo. Faena de dos orejas, que al final se esfumaron con la espada. No hubo anotación estadística, pero quedará el recuerdo de una faena de las verdaderamente imponentes.
José María Manzanares no tuvo ocasión de demostrar que es un buen inquilino: sus dos “Caseros” eran de desabrido genio, como si no hubieran cobrado la renta desde hace meses. Pero pese a esas caras sueltas y como molinillos, pese a la mansedumbre, el de Alicante no tiró las tres cartas, sino que se puso allí tratando de encauzar lo que la mansedumbre desbordaba. Un empeño respetable, pero que se comprobó también inútil.
Mucho se hablará acerca de lo cerca que Roca Rey ha tenido el sueño de la Puerta del Príncipe. Y tiene su punto de lógica. Pero a base de “pudo ser…” no se vive. De lo que se vive, y muy a más, es de faenas como la que Roca Rey cuajó con el 3º. No sólo se mantuvo siempre en una sintonía muy buena, es que nos presentó, sobre todo, a un torero mucho más cuajado, que ya no sólo asusta por su valor estoico, sino que sobre todo sobrecoge por la profundidad de su forma de manejar las telas taurinas.
Qué faena más rotunda y más redonda la que cinceló con “Soleares”. Comprobadas las características del “cortés”, tuvo la inteligencia de dejar que el toro se fuera a los terrenos que buscaba desde el principio. Y allí vino el milagro, poniendo a revientacalderas a la mismísima Maestranza. A salvo de lo que ocurre en las dos tardes que quedan, la faena más redonda que se ha visto en esta feria, de la que muy probablemente Roca Rey saldrá como su triunfador.
El 6º, alocado en sus andares y con muchos pies, demostró no tener el menor interés por los trebejos de torear, ni casi por los toreros, huyendo de un lado a otro. Con el sueño de la puerta más grande del toreo, Roca Rey trató hasta lo indecible de reconducir al desabrido andarín. Y puso mucha firmeza en tal empeño, tanta que hasta en tres series de muletazos llegó a someter a este “Exclusivo”. Si no llega a ser porque se le encasquilló la espada, a nadie le hubiera extrañado que cayera ese ansiado tercer trofeo.
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