Como es verdadero y cierto que una imagen vale, casi siempre, más que mil palabras, hoy hay que decir bien alto: ¡Gracias, Sergio Ramos!. Los madridistas ganaron la Champions; los del Atleti la tuvieron en la mano y, en cualquier caso, dieron todo un ejemplo de pundonor y de entrega. En ambos casos, ganó Madrid y ganó España, cuando cientos de millones de telespectadores de todo el mundo vieron el recital de hombría, de deportividad, de orgullo por unos colores, de dos de nuestros equipos muy representativos, situados hoy en la cúspide el deporte rey.
Pero a este hombre –de Camas, tenía que ser– que se llama Sergio Ramos el toreo tiene que darle las gracias a voz en grito, porque pudiendo celebrar de mil maneras un triunfo y un partido, que le marcarán de por vida, lo hizo toreando, llevando nuestra imagen más emblemática a todos los rincones del mundo.
Ha sido una de esas imágenes incontestables, de esas que tanto echamos en falta cuando los aficionados hablamos de llevar la Fiesta a todos los rincones, de reivindicar sus valores frente a los que, la más de las veces sin fundamento alguno, la denigran. Esto sí que es, con una difusión de alcance mundial, un auténtico plan de comunicación en defensa de la Fiesta. Y es que la imagen de la grandeza de la Fiesta no sólo se difunde; la protagoniza además quien fue el héroe de una jornada verdaderamente épica. En suma, todo un PENTAURO en una imagen. Y además, hecho de gratis total, tan sólo por amor a un arte.
Lo suyo, en el minuto 93 y en un arranque de pundonor y de eficacia, no fue precisamente eso que todos conocemos como “el quite del perdón”; lo suyo fue abrir para sus colores las puertas de la gloria. Cuando al hacerlo, con toda la trascendencia que tuvo su gol, puso el primer lugar al arte del toreo, de mano natural y sentido surge ese contundente “¡Olé por Sergio!”. Todos tenemos un poquito de deuda contigo, torero.
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