Gómez del Pilar y sus novillos de Guadaira, o cuando la sentencia de Belmonte no se cumplió

por | 28 May 2012 | Temporada 2012

MADRID, 28 de mayo de 2012. Décimo octava de feria. Algo menos de  dos tercios de entrada, en una tarde agradable. Novillo de Guadaira, correctos de presentación y desiguales en su juego: uno excepcional, que el 5º, y otro igualmente bueno, que hizo 2º. Alberto Durán (de verde botella en terciopelo y azabache), palmas y silencio. Gómez del Pilar ( de azul pavo y oro), ovación y una oreja. Damián Castaño, silencio y silencio.

¡Qué quinto novillo! Una de las reses bravas de mayor nivel que se han visto en lo que va de feria. Comprendo que a finales de la faena se echó a destiempo –para mí que no precisamente porque desistiera de su pelea, como luego se comprobó,  sino porque le falló una de las extremidades–, pero desde luego era de vuelta al ruedo. No se puede derrochar más bravura, más nobleza y más clase. Sombrerazo a don Manuel Cañaveral, que fue su criador. Pero también el 2º de la tarde tuvo clase y nobleza a raudales, aunque peleara peor en el caballo; justísima la ovación que le acompañó en el arrastre.

El resto de la novillada de Guadaira fue harina de otro costal. El lote de Alberto Durán resultó imposible y los dos de Damián Castaño, deslucidos, con una embestida tirando a violenta y siempre sin entregarse, incluso cuando se le llevaba por abajo. Nada que ver con sus otros dos hermanos.

Con el lote de la tarde –¿por qué no tendría yo el móvil de la mano que sacó la bolita en el sorteo? Mayormente, para encargarle una del Euromillón: en la racha que está, toca seguro– la sorpresa la trajo justamente quien no era sorpresa en la terna del día. Al  madrileño Gómez del Pilar le hemos visto ya muchas tardes en Las Ventas, por eso creíamos que era territorio conocido. Errónea apreciación: en el ruedo estuvo un Gómez del Pilar entregado de principio a fin, pendiente en todo momento de la lidia y torerísimo en su manera de manejar las trebejos. Hay que perdonarle sus fallos con la espada, que bastante disgusto tendrá ya él; pero era una actuación para una Puerta Grande de las clamorosas, no de las de una más una.

¿Qué había que demostrar disposición? Allá que se fue en sus novillos a la puerta de toriles. ¿Qué era necesario aportar variedad? Ahí están la lista de sus intervenciones diferentes todas ellas con el capote, sin dejar pasar ocasión alguna, incluida la torera forma de dejar a los novillos  ante el caballo. ¿Qué la lidia tenía que discurrir con orden y concierto? Allí estaba dirigiendo a su cuadrilla, y con buen criterio. ¿Qué había que llevarlos con templanza, sin tirones, por abajo? Ahí estuvieron sus dos faenas, especialmente la del 5º. En suma le correspondieron dos grandes novillos y tuvo recursos y agallas para que no se cumpliera la recomendación célebre de Belmonte: “Pide que no te toque un toro bravo”.

¿Fallos? Estaría por decir que errores digamos que de orden técnico, más que nada uno de orden relativamente menor: llevar a los terrenos de adentro a su primero, que cantaba las afueras. Y luego, claro está, el uso de la espada: a los toros se les mata con el mismo temple que se les torea; no es que resulte innecesario, es que rara vez funciona eso de tirarse un poco alocadamente entre los pitones, con el propósito de “amarrar” la estocada.

El resto de la tarde se diluyó en las dificultades que ofrecieron los otros cuatro novillos de Guadaira. Pésima la suerte de Alberto Durán, al que tantas ganas había de ver, después de sus dos ultimas actuaciones en Las Ventas; su lote no permitían más que la lidia. Y se la dio elegantemente. Tampoco el sorteo acompañó a Damián Castaño, camino como va ya de la alternativa, cuyos esfuerzos se estrellaron en la bronquedad de sus dos enemigos.

Salimos hablando de esos dos novillos, claro. Pero también de Gómez del Pilar. Con la calidad que tuvieron sus dos “guadairas”, ya es mérito el del torero. A muchos del escalafón los habrían eclipsado.

Otrosí:
Metidos en racha, en el quinto novillo, por una vez y sin que sirve de precedente, nos alegramos una barbaridad que en el tercio de banderillas hubiera de colocarse un cuarto par.  ¡Qué dos pares nos regaló Fernando Sánchez! Iba de verde y azabache y cumplía la labor de “tercero” con Gómez del Pilar.

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