Un siglo se cumplirá el inminente 23 de abril del debut como criador de bravo en Sevilla del Marqués de Albaserrada. Desde aquellos primeros momentos hasta los actuales, el toro de Albaserrada ha mantenido una morfología y una personalidad muy definidas que le han diferenciado, claramente, de animales de otras divisas y ramas ganaderas.
La corrida planteada para el 23 de abril de 1916 contaba con suficientes alicientes para despertar el interés de la afición hispalense, pues al estreno de la mencionada vacada en la ciudad de la Giralda se añadía el enfrentamiento mano a mano de “Gallito” y Belmonte. La tarde era radiante y típicamente primaveral, cubriéndose por completo los escaños del coso del Baratillo.
Los diversos medios periodísticos que se ocupan de narrar lo acaecido en el recinto taurino sevillano, manifiestan opiniones divergentes sobre la presentación de las reses. El corresponsal de El País sostiene que varios de los astados lidiados adolecieron de escaso tamaño, parecer opuesto al que declara el crítico de El Imparcial, para quien los cornúpetas de Albaserrada lucieron buena estampa. En cuanto a su comportamiento sobre el albero fue variado, destacando del conjunto el quinto de la función.
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La actuación de Gallito | ![]() |
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El animal que abrió el festejo, “Borracho”, se prestó al toreo por verónicas de “Gallito”, conservando hasta el final esa acometividad ante las telas. La faena del diestro de Gelves fue muy vistosa, con pases “de todas las marcas”, en palabras del enviado de La Lidia, si bien el citado cronista de El País le reprocha a José el exceso de movimiento en el muleteo al burel. Pasaportó a “Borracho” de pinchazo y estocada caída, siendo aplaudido por el respetable.
Frente al segundo de su lote, “Quitasueños”, no consiguió apenas pasajes estimables, ni con el percal ni con la franela. Además, necesitó de tres entradas con el estoque para finiquitar al del Marqués. El público dividió sus juicios al término de su actuación.
El quinto toro de la tarde, “Bordador”, derrochó bravura desde que salió por chiqueros, condición que fue aprovechada por “Gallito” para saludarlo con un cambio de rodillas. Ahí empezó el recital que ofreció el torero hispalense frente al ejemplar de Albaserrada, pues inmediatamente continuó con un recorte capote al brazo, protagonizando a continuación un soberbio tercio de banderillas. Dos de los pares, ejecutados de frente, resultaron colosales, demostrando un conocimiento absoluto de los terrenos. El trasteo de muleta prosiguió en la misma línea, permaneciendo en todo momento en las cercanías del astado para dominar y someter su voluntad. Tan superior había sido el diestro sobre “Bordador” que al concluir su labor se permitió la licencia de cogerle los pitones. Los espectadores le vitorearon sin cesar, admirados por el poderío inmenso plasmado sobre el ruedo. La grandiosa obra del menor de los Gómez Ortega se vio subrayada por el acompañamiento musical y las constantes aclamaciones de los aficionados. Liquidó a su oponente de pinchazo y media estocada, recibiendo como recompensa una unánime ovación del público.
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La respuesta de Belmonte | ![]() |
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Dada la competencia existente entre ellos, Juan Belmonte no se iba a quedar atrás e impartió una verdadera clase magistral en la Maestranza. El segundo de la función, “Papelero”, no estaba sobrado de defensas pero durante toda la lidia persiguió los engaños con nobleza y clase. De entrada, Belmonte le endosó media docena de verónicas “marca de la casa”, como las califica el periodista de La Lidia, que provocaron el entusiasmo en los tendidos. En esta corrida, como en la mayoría de las celebradas en aquella época, los quites constituían una parte fundamental del festejo. Así sucedió en esta primera res de Belmonte, en la que ambos matadores instrumentaron diversos quites. El quehacer muleteril del diestro trianero alcanzó cotas muy elevadas, sobre todo a la hora de torear con la mano zurda. En el mismo también intercaló molinetes con su sello inconfundible y los forzados de pecho que también estaban, en su caso, preñados de una personalidad muy acusada. Ejecutó de forma magnífica la suerte suprema aunque la colocación de la espada fue algo defectuosa.
Ante “Charrán”, segundo de los antagonistas a los que debía enfrentarse, encandiló, nuevamente, con el capote. Sus verónicas, faroles y la característica media belmontina fueron su tarjeta de presentación en este turno. Manejando la franela anduvo fácil, sobresaliendo, una vez más, su toreo al natural. El acero no viajó acertadamente, pues la media estocada arriba que dejó al toro para el arrastre, estuvo precedida de dos pinchazos. En cuanto al juicio emitido por el respetable a la conclusión de la labor del torero del barrio de Triana, no hay unanimidad entre los distintos informadores. El corresponsal de El Imparcial declara que la división de opiniones fue el dictamen manifestado al término de la misma, mientras que los críticos de los restantes medios impresos consultados atestiguaron la ovación de la mayoría de los espectadores.
“Tinajero”, último astado de la función, fue según la apreciación del cronista de El País, el de mayor tamaño del sexteto. Más allá del trapío, el burel de Albaserrada no acometió a las telas con la franqueza que sí lo habían hecho sus hermanos de camada. Ese fue el motivo principal de que Belmonte no pudiera lucirse en el recibo capotero. Posteriormente, en el trasteo de muleta tuvo que emplearse a fondo y arriesgar al máximo para extraer muletazos del pupilo del Marqués. La faena llega a ser en ciertos momentos temeraria, hasta el punto de echar ambas rodillas al albero y volverle la espalda al cornúpeta. La intensidad con la que contó la faena vino dada no tanto por la emoción que aportaba la embestida del toro sino por la tremenda exposición de “El Pasmo” y la autenticidad que siempre desprendía su tauromaquia. Mató de pinchazo arriba y espléndida estocada, “acostándose en la cuna y saliendo trompicado”, manifiesta el enviado de El Imparcial. Al igual que había ocurrido anteriormente con “Gallito”, las notas musicales enfatizaron, más si cabe, la importancia de la obra del trianero.
Aunque aún restaba mucho trabajo por hacer, la afición abandonaba la Maestranza ilusionada y satisfecha con el debut de las reses de Albaserrada, así como también por la tarde ofrecida por los dos colosos del toreo.
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Los orígenes | ![]() |
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La divisa azul y encarnada hunde sus raíces en lo más profundo del tronco matriz de Vistahermosa. En 1904 Eduardo Ibarra vendió por mitades la vacada que había adquirido veinte años atrás de procedencia Murube. Una de ellas llegó a manos del sevillano Manuel Fernández Peña que la cedió en 1905 al Conde de Santa Coloma. Éste compró a los pocos años una porción importante de la ganadería de Saltillo, que fue la que transfirió a su hermano, el Marqués de Albaserrada, en 1913. Con esos mimbres acudió a Sevilla el citado 23 de abril de 1916.
El 29 de mayo de 1919 se presentan los animales en la plaza madrileña de la Carretera de Aragón, lidiándose un encierro muy completo, destacando sobre todos los ejemplares “Barrenero”, premiado con la vuelta al ruedo. La encastada bravura y fiereza de dicho burel llevaron por la calle de la amargura a su matador, Rodolfo Gaona, tanto fue así que regresó vivo a los corrales. En 1920 fallece el Marqués, haciéndose cargo de la ganadería su viuda. Ésta la vendió al año siguiente a José Bueno, que ya poseía reses de encaste vazqueño, si bien progresivamente fue eliminando esta parte y conservó únicamente lo puro de Vistahermosa.
A partir de este momento, machos y hembras cambiaron de ubicación geográfica, pues el nuevo dueño del hierro los trasladó desde Sevilla a Extremadura y Galapagar. A nombre del reciente propietario se corrieron por primera vez toros en Madrid el 10 de junio de 1921, indicando que provenían de la anterior del Marqués de Albaserrada. Al coso francés de Dax saltó el 4 de junio de 1922 “Colmenero”, un astado que ofreció un gran espectáculo en varas, tomando hasta seis puyazos. También se corrió un magnífico cornúpeta de esta divisa en el recinto taurino capitalino, se trató de “Tejedor”, que salió por chiqueros el 21 de junio de 1927.
El 5 de enero de 1928 muere José Bueno, dividiéndose la vacada en dos partes: una es la que hereda su viuda, Juliana Calvo, y otra la que llega a manos de sus sobrinos, Bernardo y Roque Escudero. La porción de éstos pastará en la finca situada en la sierra de Madrid y la de Juliana en la de Monteviejo.
Al expirar Bernardo sin descendientes, los animales quedan en poder de su sobrino, José Escudero. Durante los años treinta bastantes reses de ambos criadores dieron fama y prestigio a los “Albaserradas”. El 28 de abril de 1930, “Mocito”, del hierro de los sucesores de José Bueno, se distinguió por su extraordinario juego en la plaza de Madrid. Acudió por cuatro veces a los caballos de picar, siendo ovacionado con fuerza en el arrastre. El 19 de junio de ese año, fue un astado de Juliana Calvo, “Tejedor”, el que en ese mismo coso fue galardonado con la vuelta al anillo. A esta misma ganadería pertenecía “Rencoroso”, que mereció los elogios de público y crítica tras su formidable comportamiento en la plaza de “El Chofre” de San Sebastián el 17 de agosto de 1931.
De la rama de José Escudero, resaltar varios toros sobresalientes lidiados en esa década, respectivamente, en Santander, Vitoria y Madrid y que con las cualidades exhibidas en el ruedo acrecentaron el renombre del encaste. “Coriano” pisó la arena del coso santanderino el 25 de julio de 1931; unos días después, el 6 de agosto, lo hizo “Marchamalo” en el de la ciudad vasca y al final del mes, el 30 de agosto, el novillo “Guitarrero” salió por la puerta de toriles del circo capitalino.
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Algunos hitos de su historia | ![]() |
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Los toros de Albaserrada fueron protagonistas indirectos de un suceso acaecido en La Coruña en la corrida del 6 de agosto de 1934. Acartelados estaban Juan Belmonte, Ignacio Sánchez Mejías y Domingo Ortega. La desgracia ocurrió en el primer toro de la tarde cuando al intentar descabellarlo el diestro trianero, el estoque voló por los aires y se clavó en el pecho de un aficionado, falleciendo en el acto.
Prosiguiendo en la misma línea de Escudero, después de la ruina que supuso para la divisa la guerra civil, el ganadero se vio obligado a venderlo todo al Duque de Pinohermoso. Éste introdujo un semental de Domingo Ortega (origen Parladé) por lo que el encaste Albaserrada de esta rama desapareció.
La fracción de Juliana Calvo permaneció sin modificación alguna hasta la muerte de ésta el 12 de enero de 1941. Unos meses antes, el 20 de octubre, Pepe Luis Vázquez confirmó su alternativa en Madrid ante animales de esta vacada, figurando “Carmoneño”, nº 21, como el destinado para la ceremonia. Tras la defunción de Juliana, la ganadería se reparte entre cuatro sobrinos suyos: Antonio, Josefa, Florentina y Andrea Escudero Calvo.
Con anterioridad a la venta de la parte de Andrea a Pablo Martínez Elizondo (1949), subrayar que frente a estos cornúpetas se convirtió en matador de toros Jaime Marco “El Choni”. “Manolete” le cedió la muerte de “Tendero”, nº 56, cárdeno claro, el 15 de octubre de 1944 en el coso de Valencia. En 1947 se corrió un burel excepcional de los herederos de Juliana Calvo en la monumental de Las Ventas, “Clavellino”, que fue, sin duda, uno de los mejores ejemplares de aquel año en el coso madrileño.
Las tres partes restantes después de la mencionada enajenación, continuaron unidas, destacando en la temporada venteña de 1950 hasta cuatro ejemplares de Albaserrada. El 19 de mayo Julio Aparicio cosechó un triunfo muy importante en plena feria de San Isidro, al pasear tres orejas de estos astados. Del sexteto de utreros señalar la nobleza y la clase de “Molinero”. Unos meses más tarde, el 28 de septiembre, una estruendosa ovación acompañó los arrastres de “Cumbrero”, “Cocinero” y “Caprichoso”.
La afición francesa de Mont de Marsan también disfrutó con el sensacional juego ofrecido por “Ramillete”, sorteado en los festejos de la campaña de 1951. En el ciclo agosteño de Gijón de ese mismo año, dos cornúpetas de esta divisa merecen resaltarse, “Canastillo” y “Aguilillo”. Nuevamente, la plaza de la calle Alcalá fue escenario de un éxito relevante del hierro de la “A” coronada la tarde del 6 de julio de 1952. Esa jornada, “Juzgano” y “Pajarero” posibilitaron el lucimiento de Pablo Lozano, que obtuvo un apéndice del segundo de ellos.
Pasados bastantes años, aunque en cosos diferentes, el público de la capital de España presenció la lidia de otro animal de nombre “Barrenero” que rememoró en parte lo sucedido con el enlotado por Rodolfo Gaona. En la camada de aquella campaña ocupa también un lugar importante “Pildorillo”, que se embarcó para la corrida prevista en la feria del Pilar de Zaragoza. El 10 de junio de 1953 dos reses de Escudero Calvo conquistaron el honor de la vuelta al ruedo en el coso de Plasencia, “Bonito”, nº 43 y “Centello”, nº 62.
Regresando una vez más al recinto taurino madrileño, dos novillos se hicieron acreedores a las palmas del respetable en el festejo del 23 de agosto de 1953, “Chivito” y “Generoso”. Para finalizar y sobre esa misma arena, citar a tres ejemplares de esta vacada que lograron mantener en alto el pabellón de la misma, “Sardinero” y “Misterioso”, enchiquerados el 28 de abril de 1957 y “Hoyito”, utrero que fue sorteado el 26 de mayo siguiente.
A partir de 1960, la ganadería fue adquirida en sucesivas compras por la familia Martín Andrés, quienes en la actualidad la conservan en su poder y han agrandado, todavía más, el prestigio y reconocimiento que siempre tuvieron los “albaserradas”.
BIBLIOGRAFÍA.
Cossío, José María de: “Los Toros. Tratado técnico e histórico”. Tomo I. Espasa Calpe. Madrid, 1984.
Cossío, José María de: “Los Toros. Tratado técnico e histórico”. Tomo V. Espasa Calpe. Madrid, 1986.
Cossío, José María de: “Los Toros. El Toro Bravo II”. Tomo 3. Editorial Espasa Calpe. Madrid, 2007.
Vera, Alberto (Adeva): “Orígenes e historial de las ganaderías bravas”. Artes Gráficas E. M. A. Madrid, 1961.
PÁGINAS WEB.
www.bne.es/es/Catalogos/HemerotecaDigital
© Carmen de la Mata Arcos/2016
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