MADRID.- Decimo sexta de la feria de San Isidro. Tres cuartos de entrada. Cuatro novillos de El Montecillo (Francisco Medina), de correcta presentación, mansos complicados y sin clase alguna; dos de Dolores Rufino Martín (2º y 6º), de mejor condición, aunque peor presentados. Martín Escudero (de turquesa y oro), que se presentaba en Madrid, cogido cuando muleteaba al 1º. Francisco José Espada (de agua de mar y oro), ovación, silencio, una oreja, vuelta al ruedo tras fuerte petición y gran ovación tras aviso. Joaquín Galdós (de arropía y oro), que debutaba en Las Ventas, cogido al lancear a su primero.
Parte facultativo de Martín Escudero: "Traumatismo craneoencefálico con pérdida de conocimiento y conmoción cerebral en observación. Pronostico reservado que le impide continuar la lidia".
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Cogida de Martín Escudero |
Todos los respetos para este heroico Francisco José Espada. Seguro que mañana tiene que mandar al sastre los vestidos de torear, porque en la dura tarde venteña al de Fuenlabrada se la ha ido viendo como crecía como torero. Sin leyendas previas, sin ningún genero de preparación suplementaria, de pronto se encontró que tenia para él solo toda la novillada. Y resolvió la papeleta con una enorme entereza y dignidad. Además, si don Trinidad López Pastor no se pone terco en el palco (“sin querer oír lo que pedía la gente, como hacen los de la casta”, dicho en el lenguaje que impera) y si no hubiera fallado con la espada –¡que sarcasmo llamándose como se llama!– pudo abrir la Puerta Grande. Moralmente se la merecía. Por el esfuerzo que desplegó, pero también por su torería.
En principio se anunciaba una novillada de El Montecillo, que viniendo de la mano de Francisco Medina siempre es un aliciente. Ese globo se pinchó pronto. Por la mañana, en el sorteo, ya se necesitó de dos remiendos de Dolores Rufino, una ganadería de estas nuevas que necesitan de cuatro líneas para explicar lo que es. NI los titulares ni los suplentes valieron un pimiento. Los que trajo Medina, más hechos, más bastotes también, pero todos con las complicaciones de los mansos, aunque entre ellos hubiera dos hasta cierto punto manejables, el 4º y el 5º. Los de doña Dolores bajaban notablemente en trapío, pero no mejoraban en juego.
Con semejante material hacía su presentación en Madrid Martín Escudero, con su alternativa ya anunciada para el próximo 28 de junio en Soria. Venía a por el empujón final para dar ese paso. El empujó que le dio “Cuartelero”, el novillo que abría plaza, cuando iniciaba una tanda de naturales, fue de aúpa. De los que impresionan, y con motivo, al tendido. Quedó inerme en la arena y se lo llevaron inconsciente a la Enfermería, de la que ya no pudo volver a salir.
También con este material venía por primera vez a esta plaza el peruano Joaquín Galdós, de la mano de Ángel Gómez Escorial. En el segundo lance que trataba dar al que era tercero de la tarde, se repitió paso por paso la escena: un torero inerme, como insensible, que las cuadrillas llevaron con buen cuidado para la Enfermería. Con su habitual buen criterio. El Dr. García Padrós no le dejó salir, sino que lo mandó también a la clínica, para que le hicieran un TAC.
De forma tan abrupta se quedó Francisco José Espada con toda la novillada para el sólo. Como era de toda lógica, al que lesionó a Martín Escudero se limitó a aliñarlo y matarlo. El que hizo lo propio con Galdós, se le quedó sin haber entrada aún en el caballo.
En el que le correspondía por turno como 2º, que se movía sin clase ni humillación, Espada se mostró firme y centrado, toreando sobre ambas manos con solvencia. La faena fue de menos a más, para dejar unas últimas series muy templadas. Los fallos con los aceros, que le persiguieron toda la tarde, redujo todo a una ovación.
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Cogida de Joaquin Galdós |
Con el 3º, el que había lesionado a Galdós, dejó la imagen de torero valiente, que es lo que correspondía con un novillo sin clase y que desconocía lo que era humillar.
Y para que quedara claro que lo que quedaba por delante no le abrumaba, se fue de nuevo a la puerta de chiqueros, para dejar una limpia larga cambiada como recibo del que hacía 4º, un destartalado animal que salió con el cartel de manso y no se lo quitó ni un minuto de su lidia. Tuvo mérito la faena del de Fuenlabrada, desde los muletazos por bajo del comienzo hasta los adornos finales: le había cogido la medida al manso hasta someterlo, que es cuando el de El Montecillo se rajó. Un pinchazo y una entera fue el pórtico de la concesión de una oreja, en una faena meritoria.
Con las exigencias propias de su condición de mansedumbre, pero aliviada porque se desplazaba mejor que sus hermanos, el 5º le permitió a Espada dejar quizá su faena más sólida. Era la emoción, desde luego, pero también el toreo de mano baja, más logrado a derechas que a izquierdas. Ya con el novillo completamente dominado, las series finales resultaron excelentes. Se fue un poco baja la espada y a ese clavo ardiendo se agarró don Trinidad López Pastor para no conceder la oreja, muy ampliamente solicitada. Desde luego el Reglamento no se cumplió, porque ahí se lee que el primer trofeo se concede por voluntad popular. Y en este caso, la voluntad era evidente, como luego se hizo sonora en la bronca al usía, tras la vuelta al ruedo de Espada.
Finalmente, con el remiendo de doña Dolores que salió como 6º volvió Espada a hacer un esfuerzo importante para redondear la estadística de la tarde. Supo verle desde el comienzo la distancia ideal para su galope, y de ahí nacieron muletazos bellos y logrados. Luego el animal se vino a menos y ya sólo restaba la dosis de cercanías. Como en al anterior, tenía ya cortada la oreja cuando falló con la espada, que se fue bajísima, y se complicó más con el descabello.
La estadística taurina dirá lo que sea. Pero lo cierto y verdad es que Espada ha salido de la plaza con el respeto y el reconocimiento unánime de la afición de Madrid, que ha admirado su capacidad torera y su fortaleza de ánimo. Y lo dicho: mañana al sastre, que con esta imprevista encerrona Espada ha crecido notablemente como torero.
Y una nota final: resultan siempre hasta molesto esos apoderados y banderilleros que se pasan la tarde haciéndole a voz en grito indicaciones a sus toreros. Resultan hasta antiestético. En este lunes, en cambio, quien dirige la carrera de Espada estuvo de matrícula. Cesar Jiménez supo orientar muy bien a su pupilo, sin por eso montar un espectáculo.
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