La noticia saltó el pasado día 12 y no extrañó demasiado en los entrebastidores del planeta de los toros. El Cid se marchaba del traido y llevado G-10 y lo hacía con ciertos adornos que han caido como una bomba en algunos de sus compañeros, que permanecen respetuosamente silentes en espera de nuevos acontecimientos. No entraremos en otros factores que podrían haber catalizado la marcha del torero aunque se habla de ello en tertulias y redes.
En cualquier caso, las primeras informaciones señalaban que el portazo habría sucedido al vencimiento de esa supuesta claúsula que obligaba a los miembros del exclusivo club de coletudos a apoquinar un millón de euros por abandonar el barco antes de tiempo. Sea como sea, todos los caminos de esta decisión conducen al letrado del diestro de Salteras, Joaquín Moeckel, que optó por cambiar de intereses cuando sonaron los primeros tiros del alzamiento de los toreros reagrupados en la Unión global que sucedió a las asociaciones Protauni -asesorada por el abogado del Arenal- y Taura.
La clave está en el mismo despacho
La salida del muy locuaz Moeckel -al que los matadores no dieron ni una frase en la nueva película que incluyó la conquista incompleta del ministerio de Cultura- se justificó entonces en la misma e hipotética desunión que ha esgrimido el diestro de Salteras para abandonar una nave en la que, de facto, tampoco figura ya Cayetano Rivera Ordóñez. El letrado no podía tener sitio en ese nuevo grupo rearmado para afrontar la estropajosa lucha por los derechos de televisión que hizo entrar en escena a la famosa y torpe firma de All Sports Media. Difícilmente se podía conciliar la vinculación del jurista sevillano con otros intereses taurinos -su estrecha relación con la empresa Pagés es pública y notoria- que los toreros habían puesto en el punto de mira de sus reivindicaciones.
Y ya que hablábamos de los señoritos de All Sports Media, convendría recordar que el contrato que les sigue vinculando al G-10 podría enredar la marcha de El Cid. Son tres años firmados que quizá tenga que pleitear mientras reaparecen esas siglas que han aportado poca luz a la unión de un estamento -en eso habría que dar cierta razón al de Salteras- en el que cada cual sigue navegando por su lado. A toro pasado sí hay una certeza: el encaje del torero en el G-10 era antinatural. Apoderado o amparado indirectamente por la empresa Pagés, estaba en medio de una batalla indisimulada que aún hace sangre en los dos bandos.
El futuro de una unión inestable
Si nos paramos a revisar concienzudamente la sitación de la nómina de los ocho efectivos restantes del G-10 encontraremos intereses muy dispares. Un lado de la balanza lo inclina la irreductible independencia de El Juli y Miguel Ángel Perera que ha salido triunfante de una temporada en la que todo se les había puesto en contra. Esa independencia contrasta -y podría chocar- con las situaciones de Manzanares y Talavante, que permanecerán unidos respectivamente a las casas Matilla y Martínez Uranga, que han apalabrado un acuerdo con Canal Plus para retransmitir la feria de San Isidro los dos próximos años. ¿Volveremos a enredarnos con la tele? Ya veremos…
Del resto del equipo poco hay que decir: un Ponce de vuelta; un Morante blindado con tequila; un Fandi para un roto y un descosido y un César Jiménez al que siempre le vino ancho el smoking y no le dejaron entrar en la fiesta. Esto camina en una sola dirección: los que se salen del sistema y los que sólo pueden funcionar dentro de él.
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