Se atribuye nada menos que a Lagartijo una chusca definición del toreo que yo no puedo admitir, ni creo que jamás la pronunciase el famoso lidiador: “¿Que viene el toro? Se quita usted, ¿Que no sé quita usted? Le quita el toro”. Nada de eso cuando quien se pone delante de un toro sabe torear. Porque torear de verdad, lancear con capote o muleta, es precisamente todo lo contrario; porque quitarse es huir, y el buen torero no huye, no se quita él, sino que quita al toro, lo aparta con el engaño, le tuerce el viaje, lo manda y le marca la salida. El toro viene y se va por obra y gracia del torero, y es éste quien se queda.
Claro está que en las suertes de matar y banderillear -cuando no sea al quiebro-, ha de apartarse el lidiador para tomar su salida por pies; pero ni en tal caso puede afirmarse que se quitó; porque no se quita, no huye; mejora su viaje, traza una curva, esto es, cuartea, para salvar el derrote o el hachazo en el momento del embroque. Según cuanto dejo sentado en el párrafo que acabo de escribir, todo lidiador que se toma su salida y deshace por pies la reunión, hará un cuarteo.
En la suerte de matar a volapié podremos admitir y aun exigir que no haya curva en el viaje del espada, y que éste entre derecho, porque la muleta entretiene al enemigo y le da coyuntura para pasar sin cuarteo; pero en todas las suertes de banderillas que no sean al quiebro o a topa carnero -únicas en que el diestro da la salida a la res-, es imprescindible cuartear. De fuera a adentro, al revés, en el par al sesgo y hasta en el de frente es inevitable el cuarteo. No hay engaño que proteja al torero y éste ha de salvarse por pies.
El par de frente se llama así porque el diestro no inicia el viaje cuarteando, sino que avanza en línea recta hacia el toro; pero en el momento en que el enemigo llega a jurisdicción, ya no tiene más remedio que trazar una curva, más o menos grande, más o menos cerrada, porque de otra manera jamás podría salvar el embroque.
El par propiamente dicho al cuarteo se diferencia del par de frente -que en cuarteo acaba al fin- por la iniciación del viaje, que se hace cuarteando ante los toros prontos, que suelen arrancarse fuerte y de repente y por eso hay que llevarles ganado tirón y terreno desde el principio.
El par de frente es más bonito y de más exposición; pero no todos los toros lo admiten y en cuarteo remata siempre porque no puede ser de otra manera. Banderillear, cuando no se hace a pie firme -el quiebro, mal llamado cambio-, es en resumidas cuentas, en todas sus formas, como sortear un vehículo al cruzar una calle de una acera a otra, y por consiguiente en todas las formas existe cuarteo. Cuanto más ceñido sea éste, mayor mérito tendrá el lance, el cual, en ningún caso será legitimo si el diestro no se paró un punto, cuadrando al levantar los brazos en el centro de la suerte. Porque banderillear bien no es clavar a la carrera, sin pararse, mirando por encima de los brazos alargados; sino levantando éstos, llevándose las manos a los machos de la montera y “asomándose al balcón del peligro” para mirar los arpones juntos y el sitio del morrillo en que han de clavarse.
Es más: el mérito de la suerte dependerá del sitio y del momento en que encuentre su centro: éste ha de hallarse siempre cuando el torero esté en su terreno, un instante antes de cambiarlo por el del toro, y cuanto menos escorzado se halle éste con respecto al lidiador, más limpieza, más elegancia, más precisión y más grandeza de peligro tendrá la suerte. Todavía insisto en que se puede parar y cuadrar de dos maneras: o en el momento de “pasar”, deteniendo “el viaje” con los pies formando escuadra, pero al revés, es decir, adelantada la pierna contraria al lado por donde ha de salirse, o todavía un punto antes, con los pies juntos, frente a la res humillada, para avanzar inmediatamente la pierna contraria después de clavar.
El que se pase sin pararse o finja cuadrar a cabeza pasada, cuando el toro vuelva el cuello sin poder ya detener su viaje, no habrá banderilleado bien ni habrá expuesto nada, y en cambio habrá expuesto tanto por torpeza y por medir mal tiempo y terreno el que intente cuadrar adelantando la pierna de la salida, que o saldrá fea y atropelladamente por la cara o lo mandarán conjuntamente a la enfermería o al infierno, el toro y el diablo.
Y nada más por hoy, que ya fué mucho, aunque para decir muy poco, y otro día hablaré de los pares de poder a poder y de los grandes banderilleros idos que recuerdo y de los actuales que admiro.
© El Ruedo, 9 de agosto de 1944
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