Este miércoles,Miguel Ángel Perera estuvo sensacional con un toro bravo, nada fácil, valga la redundancia. Lo vio pronto y se entendió con él a la perfección. Le dio la distancia que el toro pedía, aire entre las series, le aguantó sin enmendarse dos tropezones en mitad del pase, para acabar llevándoselo largo. Lo que el toro necesitaba, lo tuvo. Sobre todo con la derecha, con la izquierda no cogió el mismo vuelo. Y al final, estocada trasera de efecto inmediato.
Y el lío. Petición instantánea y casi unánime, una oreja, bajada ostensible de la petición, espera, pitos, dos orejas. Palmas de tango, pitos, fueras del palco. Es lo que pasa con las faenas de una y media. Una se queda corta y, a lo largo de la feria, se vería la injusticia con otras sueltas que se van a conceder. Dos son demasiado, una puerta grande barata y polémica.
El eterno dilema. Pero es que estamos en Madrid y, además, en San Isidro. Que hasta en un año tirando a vulgar, como éste, es la feria más importante del mundo. Y ante la duda, mejor ser prudentes. Porque si el listón en la segunda es ese, cuando pase algo verdaderamente espectacular (Pablo Aguado, Sevilla) va a haber que darle la escritura de Las Ventas.
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