PAMPLONA. Segunda de feria. Lleno. Toros de Carmen Lorenzo, San Mateo (2º) y San Pelayo (3º), de buen juego y colaboradores, aunque de mermadas fuerzas; excelente el jugado en primer lugar. Hermoso de Mendoza, palmas y una oreja. Sergio Galán, ovación y oreja. Roberto Armendáriz, dos orejas y una oreja; salió a hombros por la puerta grande. A partir del 4º toro llovió con fuerza, despoblándose las localidades de los tendidos y dejando el ruedo en mal estado.
Cuando se miraba al cielo al comienzo del festejo, nada bueno se intuía. Y en efecto, a partir de la mitad del festejo comenzó una lluvia intensa y continuada. Contratiempo importante para el toreo a caballo, incomodidad máxima para los espectadores de las localidades descubiertas, que por cierto son las más. Pese a todo, el espectáculo discurrió en un buen nivel, con el triunfo rotundo del local Roberto Armendáriz y una extraordinaria faena de Hermoso de Mendoza, luego afeada con el uso de los hierros de muerte.
Y por el caballero de Estella conviene comenzar. No resulta fácil torear a caballo con tanto temple y tanta despaciosidad como lo hizo Hermoso de Mendoza con el excelente toro que abrió plaza. Una faena auténticamente modélica, en la que ni faltó nada, ni sobró ningún pasaje. Y todo con una suprema torería y ortodoxia, sin una sola concesión a la galería. Fue una auténtica lidia a caballo, siempre en los terrenos precisos, citando desde la verdad, con las reuniones consumadas de frente y arriba. Sin impasse alguno todo el trasteo pasó en un suspiro. Quizá por la ausencia de espectacularidades y por el propio hecho de ser el primero de la tarde, la realidad es que una parte del público no llegó apreciar las muchas cualidades de la actuación. Luego, falló con el rejón final y todo se redujo, sorprendentemente, a una modesta ovación.
Con el 4º, ya bajo una señora tormenta, Hermoso de Mendoza se atrevió a arriesgar, bien que en esta ocasión pensando más en obtener un trofeo. Cierto que este animal no tenía las condiciones de su primero, pero el estellés supo sortear las dificultades de la lluvia y el piso de plaza. Como ahora si mató de un rejonazo espectacular, el palco le concedió una oreja.
Su paisano y discípulo Roberto Armendáriz se llevó la tarde de calle. Y a hombros acabó saliendo por la puerta del encierro, la versión pamplonesa de la grande, después de haber cortado tres orejas. Lo principal de su actuación, el notable progreso que ha demostrado en su toreo. Ya no es sólo voluntad y buenos deseos; hubo momentos de toreo auténtico, templado y bien ejecutado. En especial con su primero, con el que redondeó una de las principales actuales que se le han visto. Pero también hizo méritos con el que cerraba la ya desapacible tarde. En ambos toros se mostró eficaz a la hora de matar.
Sergio Galán, que se ha hecho ya un fijo en este cartel presanferminero, hizo lo mejor con su primero, en el que quedó sin otro premio que una ovación, por su tardanza en acabar con el ”murube”. Aunque tirando en ocasiones de repertorio, fue la versión del Galán en sus tardes triunfadoras los Sanfermines. Realizó un esfuerzo muy estimable con el 5º, precisamente cuando más público abandonaba a la carrera sus localidades. Lucido y reunido resultó el tercio de banderillas, con un gran par a dos manos. Tras estar habilidoso con el hierro final, se le concedió una oreja.
Y ahora a esperar que escampe, para que el ruedo pueda ser recompuesto –a lo que los empleados de la Monumental se dedicaron desde que Armendáriz salió a hombros–, que así pasé la noche ya estarán por la calle Estafeta los toros de Torrestrella, que por la tarde lidiarán Antonio Ferrera, Miguel Abellán y Daniel Luque que ha entrado en el cartel sustituyendo al aún convaleciente David Mora.
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