PAMPLONA. Sexta de la feria de San Fermín. Lleno. Toros del Conde de la Maza, cinqueños, imponentes de romana y hechuras, pero descastados, ásperos y agarrándose al piso. Eugenio de Mora (de violeta y oro), una oreja y silencio. Antonio Nazaré (de marino y oro), silencio y silencio. Juan del Álamo (de blanco y plata), silencio y algunas palmas.
Otra corrida con aspiraciones a entrar a competir en la división de las imposibles. Y vaya si entró. Los toros del Conde de la Maza, tan imponentes por fuera, luego venían vacíos de una dosis siquiera mínima de las virtudes que componen la bravura. Descastados todos, ásperos para su manejo, sin humillación alguna, con escasísimo recorrido y menor duración, defectos ambos que no en todos los casos es achacable a lo mucho que se les pegó en el caballo. Tan solo el 6º tuvo algo más de recorrido, pero sin entregarse nunca.
Una tarde aciaga la de los condesos, que en nada justificó su regreso después de mas de 30 años al ruedo pamplonés. A tenor de lo visto, habrá que dejar pasar otros tanto para que su divisa se pasee por la calle Estafeta. Pero es que ni una arrancada ha quedado en el recuerdo, en el que sólo dejaron manchones de brocha gorda.
El oficio y la buena técnica de Eugenio de Mora le permitió inventarse una faena con el que abría plaza. Tocando las teclas emotivas que llegan a los tendidos de sol a comienzos y al final de su trasteo, el toledano más que se justificó a base de tesón y de aguantar los desplantes del condenso. Hubo momento además en los que su poder se impuso toreramente. Estuvo fácil con la espada y se le concedió una oreja. Frente al 4º –todo un tío— las opciones ya fueron nulas; lo lidió con buena cabeza, pero sin margen alguno para darse una alegría aunque fuera pasajera.
Si nos metemos por la muy discutible senda de los “si a lo mejor….”, cabría aducir que si a lo mejor no le hubieran pegado tantísimo en el caballo, Antonio Nazaré no se habría quedado sin enemigo al sexto o séptimo muletazo. Pero aunque tenía su dosis de nobleza, tal como llegó al último tercio todo resultaba un ejercicio inútil. Para colmo el torero se complicó la vida con los aceros de muerte. Alguna esperanza inicial parecía enseñar el 5º. Pura ensoñación: medio pasaba en el primer muletazo y ya no se tragaban ni uno más, para ir luego desarrollando sentido. Se ve que este “Cerrado” no quería dejar mal a sus hermanos de camada.
Ni confiado ni por supuesto a gusto se sintió Juan del Álamo con el ofensivo 3º, enseguida puso sobre la mesa la cara de sus complicaciones. El salmantino tiró por la calle de en medio, aunque luego se dilatara con la espada. Tampoco el torero acabó de acoplarse con el 6º, el único de la tarde que mostro algún grado de virtud. El toro resultaba manejable, porque se desplazaba y tomaba los engaños, pero el torero no acabó de entenderlo, algo, debe recocerse, que no era ni fácil ni agradable.
El encierro: rápido y sin incidencias
2 minutos y 27 segundos ha durado el encierro de los toros del Conde de la Maza que protagonizan la corrida de este domingo. Con un recorrido con numerosísimos corredores, la manado ha cubierto la carrera formada casi desde la salida por dos grupos de 3 toros cada uno, arropados por los mansos.
El grupo de cabeza marcó una velocidad alta a su carrera, mientras los rezagados seguía su marcha sin otras incidencias. El curso del encierro ha permitido a los mozos más experimentados realizar carreras meritorias y bonita.
De acuerdo con el parte de los servicios sanitarios, se han producido heridos por asta de toros, atendiéndose dos casos: la sutura de una herida si mayor importancia y una contusión en un brazo.
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