MADRID. Undécima de la feria de San Isidro. Dos tercios de entrada. Novillos del Conde de Mayalde, de desajustada presentación, mansurrones ante los caballos, nobles pero desrazados y con poca fuerza; el mejor, el 4º, muy ovacionado al arrastre, el más problemático el 6º. Posada de Maravillas (de violeta y oro), silencio y una oreja. Clemente (de grana y oro), silencio y silencio. Andrés Roca Rey (de coral y oro), silencio y gran ovación tras aviso.
Este José Antonio Campuzano está ya consagrado como un verdadero catedrático en Tauromaquia. Primero porque ha demostrado una enorme capacidad para entrever las posibilidades que esconde un muchacho que comienza; luego, para formarlo en lo que es y debe seguir siendo la verdad de la lidia y del toreo. Qué torero tan bueno está modelando con ese diamante peruano que se llama Andrés Roca Rey. Claro quedó sin duda alguna en esta segunda novillada isidril que su Puerta Grande de hace unas semanas no fue ni un espejismo, ni una pura casualidad.
No ha sido una tarde de trofeos, pero ha sido en cambio la tarde de un torero con mucho fondo y recorrido, que ha terminado de enamorar a la afición de Madrid. No se puede estar más firme, pero tampoco se puede tener la cabeza más despierta para solucionar la papeleta de cada momento. Como a mayor abundamiento saca a pasear un enorme valor sin aspaviento alguno y como maneja sedosamente las telas, la cosa no abriga dudas: el que lo ha visto una vez, quiere verlo la segunda. Es la impresión con la que el personal salió de los tendidos.
Para este lunes Taurodelta trajo una novillada pareja y por lo general de poca alzada con el hierro del Conde de Mayalde. Hubo cinco que no estaban carentes nobleza, pero de ellos tan sólo uno –el lidiado como 4º– contaba con el fondo de raza y fortaleza para sacarla a pasear. En el polo opuesto, el que cerró plaza, que vino a ser el resumen todas las complicaciones y problemas de los que carecieron sus hermanos, y además fue el más hecho y el más encastado. Y todos invariablemente dejaron mucho que desear ante los caballos.
Posada de Maravillas, que prácticamente quedó inédito con el paupérrimo 1º, se fajó con el más poderoso y buen 4º, que con el capote le recetó un señor tantarantán, a resultas del cual quedó un tanto grogy. En lo que fue un esfuerzo enorme, se sobrepuso y consiguió series de muletazos verdaderamente sentidos. Si en lo fundamental, llevaba a su enemigo muy templadamente, en los remates tuvo detalles torerísimos. Ni las pausas obligadas para tomar aire, como consecuencia del palizón que llevaba encima, consiguieron romper el hilo conductor de su trasteo. Creadora de nuevas ilusiones su actuación en Madrid.
Sin suerte con su lote, Clemente pasó por Madrid tan sólo voluntariosamente, sin poder acoplarse con sus enemigos. Eso sí, no dejó pasar ocasión de intervenir en quites.
Y por cierto, fue una tarde plena en quites: los tres novilleros no dejaron de hacer ni uno de los posibles. De todos ellos, en el recuerdo quedan unos lances preñados de sentimiento de Posada de Maravillas y unas chicuelinas de Roca Rey que fueron un prodigio de cadencia y ritmo.
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