El fin de semana pasado vivimos la feria de Valdemorillo con cierta decepción. Mi alma de aficionado necesita esta feria de febrero, cortita, pero justa, como agua de mayo; la esperanza de ver un puñado de buenas faenas se truncó a medida que salieron una sucesión de novillos y toros sin ápice de casta. Y lo que es peor, al arrastre del sexto Cebada, me daba cuenta que el invierno, sin toros, es largo, y que aún falta casi un mes para la próxima feria, y un par de meses para que haya toros todos los días y las ferias sigan sin solución de continuidad. Pero, no vayamos empezar a ser tan pesimista.
Aunque el nivel de la materia prima estuvo por los suelos, una de las funciones de la feria de Valdemorillo es ser un serial adonde los nuevos valores que se ven anunciados presentan su tarjeta de visita de cara a la temporada venidera. En estos términos, la feria tuvo su argumento. Pudimos ver a un Borja Jiménez mostrar su dimensión de novillero puntero que puede funcionar en el escalafón superior y a un Martín Escudero maduro y preparado para una alternativa que debe estar a la vuelta de la esquina.
En el capítulo de matadores, Curro Díaz nos recordó de la clase que atesora (como siempre, en este 2015 va a ser un placer encontrase con el jienense en el cartel), Eduardo Gallo estuvo bien, sin más, pero sin despejar las dudas que rodean su futuro y toreo, y Manuel Escribano dio muestra de su concepto fresco de la lidia total. A mi juicio es un torero que, con una promoción como es debida, puede encontrar hueco en los carteles populares y, a la vez, tener interés para el aficionado y el gran público – después me acorde que el sistema taurino no entiende de promoción y en vez de buscar frescura, los empresarios volverán a anunciar a esos tres o cuatro nombres que todos nos sabemos y que están más que vistos.
Volviendo a Valdemorillo, la feria de San Blas tuvo un nombre propio: Victor Barrio. Más alla de su variedad y quehacer con el capote y la muleta yo me quedo con su proyección. Supo hacer las cosas difíciles bien. Para poder triunfar con regularidad hay que saber sacarle una faena al toro medio y poder cuajar (lo que se dice cuajar, no solo estar bien) al toro bueno en redondo. La faena a su primer toro fue todo un ejemplo de cómo sacarle juego al toro medio, ese toro que conocemos tan bien, ese toro que va y viene sin ton ni son aburriendo al más pintado. Mejor fue su labor con el sexto, todo un compendio de buen toreo en redondo en la máxima extensión del concepto. Esta fue la clave, por todos los avances técnicos en el toreo, el toreo en redondo es lo más difícil y marca la diferencia en las mejores faenas. Por todo esto, la tarde de Víctor Barrio en Valdemorillo fue importantísima.
Así pues, como escaparate para novedades que pelean por verse anunciados en los carteles, Valdemorillo tuvo su interés. Pero, para tener verdadera importancia en el devenir de la temporada, un triunfo en Valdemorillo debe servir como un trampolín hacia más contratos y verse anunciado en las ferias (aunque fuera solo para corroborar si el triunfador tiene madera de figura o si ese triunfo fue pura casualidad de una tarde invernal). En esta faceta el sistema del toreo, por enésima vez, nos traiciona.
El aficionado quiere ver a novedades en los carteles, quiere ver a nombres nuevos que le puedan interesar y le ilusionen a ir a la plaza. Aun así, los carteles ofrecidos en Castellón y Valencia son más de lo mismo. Por ejemplo, en Castellón, ocho de los nueve matadores anunciados repiten del año pasado. ¿El único cambio? Paquirri entra por El Cordobés, vamos, que nada tiene que ver la novedad con los triunfadores de los últimos doce meses, y de novedad tiene bien poco.
Claro, los empresarios argumentan que ellos programan a los toreros que el público quiere ver, y el público, por lo visto, sigue queriendo ver a las figuras del corazón de los noventa. De acuerdo, el empresario está en su derecho a programar a los toreros que ellos creen van a traer a gente a la plaza y reconozco que los mediáticos tienen su público. Pero, la pregunta que yo le hago al sector empresarial es ¿qué han hecho ellos para promocionar a jóvenes noveles que pueden atraer al gran público que tanta falta nos hace?
Está más que claro que los empresarios quieren que los toreros, aparte de preocuparse por torear, le hagan el trabajo de relaciones públicas al empresario, no obstante que este debe ser el promotor del espectáculo. Seguramente el más interesado que salgan nuevos toreros debería ser el empresario, para que tenga nuevos mimbres para sus ferias. Parece ser que no. Los empresarios a su rollo, como siempre. A programar a los toreros de siempre, a pegar carteles y a abrir la taquilla. Lo que hace falta es que se promocionen a los noveles que puedan funcionar, a abrir carteles para que estos toreros tengan cabida y a montar una campaña de promoción para que esta sociedad destaurinizada que nos ha tocado vivir sepa quién son los chavales que vienen arreando.
Desgraciadamente, esta forma de trabajar brilla por su ausencia en la tauromaquia del siglo XXI, y así es como nos montan con unos carteles completamente carentes de imaginación. No tengo ningún problema con que se anuncien las figuras, son los toreros de relleno los que me aburren. No hace falta que los nombre, todos sabemos quién son, sin alguien quiere una pista, se suele encontrar en el telonero de turno. Y mientras tanto, toreros jóvenes con posibilidades como Juan del Álamo, José Garrido y Víctor Barrio se quedan en casa a la espera que suene el teléfono. Esto no es bueno para la salud de la fiesta, aunque le deje hueco a Paquirri para abrir cartel y atraer algún al público que reclama la presencia de los mediáticos. Puede que atraiga a más gente hoy, pero, sin relevo generacional, nos vamos quedando sin pan para mañana.
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