BILBAO. Quinta de las Corridas Generales. Más de dos tercios del aforo. Toros de Domingo Hernández –1 y 2º bis con el hierro de Garcigrande–, bien presentados pero sin mayores fundamentos; con calidad los que hicieron 3º, 4º y 6º. Enrique Ponce (de blanco y azabache), ovación tras un aviso y ovación tras dos avisos. Julián López “El Juli” (de rioja y oro), silencio y una oreja tras un aviso. Luis David Adame (de añil y oro), que sustituía a Pablo Aguado, una oreja y una oreja con petición de la segunda y dos vueltas al ruedo.
Triunfo legítimo de Luis David Adame, por encima de los gustos y las banderías toreras que cada cual sostenga. Sólo el criterio del Palco –que es el que al final se impone reglamentariamente– le cerró la Puerta Grande. Desde luego, ni la torre de Iralabarri se habría venido al suelo, ni la Tauromaquia habria salido de su crisis, si al final Adame obtiene los máximos honores. Pero desde que se colocó en la puerta de cuadrillas entre dos figuras, el mexicano se vino arriba. Era su día. Y no sería justo escamoteárselo. Llegó a Bilbao un poco con calzador, pero se marcha con cuatro orejas.
No perdonó ni un solo quite de los que le correspondían, y además realizó otro meritorio más en el 5º, sacando al toro del caballo a una mano, cuando andaba al descubierto su picador. A sus toros los tumbó al recibir, de forma muy espectacular al 6º. Y entre medias dos faenas con más enjudia, más mano baja, más largura, que otras que se le han visto. Siempre muy asentado, enroscándose el toro a la cintura. Y sin concesiones a la galería. Sobre todo sobresalieron unas series con la mano izquierda, con muñeca bien templada. Ha sido otra dimensión del joven mexicano.
La corrida de Domingo Hernández, aunque si fue noble, no ha resultado especialmente colaboradora, salvo el lote de Adame. Con buena estampa y abiertos casi todos de pitones, su juego pendulaban entre los distraídos, más pendientes del tendido que de los engaños, y los que para meter la cara en los engaños exigía un esfuerzo, porque casta tenían. La mayoría de escaso de celo, pero no es menos cierto que luego seguían los engaños, más o menos trabajosamente, pero con fijeza. No ha sido en su conjunto de las mejores que Justo Hernández lleva lidiadas en esta temporada. Pero, al final, se le cortaron tres orejas, que por lo visto es lo que cuenta.
Se fue de vacío Enrique Ponce y al borde de que le dieran los tres avisos en el 4º por un despiste, que desde el Palco don Matías matizó con generosidad (también de forma oportuna). Mientras duró, que fueron tres series, sobre la mano derecha Ponce lució su empaque ante el que abrió plaza; luego el toro cambio y ya fue otra cosa. El 4º resultó uno de los de mejor condición, pero el valenciano no alcanzó a medir el metraje de su faena: el primer aviso le llegó cuando aún no había ni asomo de coger la espada de verdad. La primera parte del trasteo con momentos notables; la otra, con excesos ya fuera del tiempo.
De nuevo “El Juli”, como el día anterior, metió en el canasto a uno de esos toros que hay que dominar y someter para que rompan. Esa faena al encastado 5º fue siempre a más, para acabar, desmayadamente, con unas series sobre la mano izquierda colosales. Justa la oreja que se le concedió. Cada dia se ve más a gusto a este torero, con una cabeza privilegiada y una afición renonocida. El sobrero de su primer turno decía muy poco, por más que se empeñara el matador; por eso aquello no podía ir a mayores.
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