Enrique Ponce, mucho más allá de la estética

por | 19 May 2016 | Temporada 2016

MADRID, Decimotercera del abono de San Isidro. Lleno, en una tarde con mucho viento, que dificultó la lidia. Cinco toros de Puerto de San Lorenzo y uno (4º tris) de Valdefresno, muy bien presentados y con cara, tres cinqueños; de juego desigual por las incidencias que se dieron durante la corrida. Enrique Ponce  (de carmesí y oro con apliques de plata), ovación tras aviso y ovación. Daniel Luque (de azul verdoso y oro), silencio y silencio. Román (de grana y oro), que confirmó su  alternativa, silencio y ovación. La corrida duró tres horas menos cuarto.
De nuevo, desde la meseta de toriles asistió a la corrida el Rey don Juan Carlos, a quien los tres espadas brindaron sus  primeros toros.

Cuando las corridas pierden su compás, plagada de incidencias, cuesta mucho trabajo levantar la tarde. La corrida de Puerto de San Lorenzo, tan guapa como era, ha sido como un cajón de lamentos. Pese a ello ha permitido tres momentos de mucho interés: la templadísima faena de Enrique Ponce con su primero, la gallardía y el empeño del valenciano para hacer frente al complicado sobrero de Valdefresno y la entrega de Román con el 6º, que con su casta pedía el carnet de identidad. Al menos a dos de ellos, si las espadas hubieran funcionado bien, se les habrían cortado una oreja.

Pero como se deduce de la propia reseña, las incidencias ganaderas desbordaron un tanto la tarde. El que abría plaza se rompió la mano derecha al cuarto muletazo y hubo que abreviar; una pena porque se desplazaba por el pitón derecho que era un primor. Idéntica lesión sufrió el que hacía 3º, con la sola diferencia de lesionarse cuando a sus espaldas llevaba una docena de muletazos y quedar muy lejos de la clase de su hermano. Al  4º  lo devolvió la Presidencia por su debilidad, para reemplazarlo en primera instancia por un sobrero del mismo hierro que también volvió para adentro –¿no hubo demasiada precipitación en este pañuelo verde?–; finalmente, se dio suelta a otro sobrero con el hierro de Valdefresno, un cinqueño, con mucho volumen y descarada cornamenta, que difícilmente permitía el toreo: iba siempre con el freno puesto. Sólo la enumeración ya agota.

Pero de inmediato hay que colocar en el otro platillo que el que hizo 2º tuvo un galope templado que daba gusto verlo;  el que cerró la tarde, preñado de emociones, fue pronto y con acometividad, había que imponerse pero luego tomaba bien los engaños y daba mucho mérito a cuanto se le hiciera. Sin clase y muy poco interés los restantes que pudieron ser arrastrado por las mulillas.

Enrique Ponce, al que Madrid en esta ocasión no ha podido tratar con más cariño y respeto, explicó toda una lección de que es la naturalidad en el toreo. Y no era tan sólo un sentido estético, era también el buen manejo de las telas a la hora de templar y de mandar, pese a los vendavales que atormentaron la tarde. Fue con su primero, que pasaba de los 600 kilos. Lo lanceó con gusto, llevó puntillosamente la lidia y cuando cogió la franela desde el principio el público se le entregó. Si elegantes fueron los doblones iniciales, las series posteriores se iban desgranando, la planta erguida, con una enorme suavidad y lentitud. Hubo dos series sobre la mano derecha sencillamente colosales. Lo que iba para un triunfo importante luego encalló con el mal manejo de la espada y provocó un aviso; con todo, el público le obligó a salir al tercio para corresponder a la ovación.

Pero no menos mérito tuvo su faena al 4º, aunque careciera de la brillantez del primero. Este sobrero segundo se frenaba nada más llegar a los engaños, en un comportamiento nada agradecido. Pese a todo, Ponce sacó a pasear su condición de figura, arriesgó y se puso en el sitio, para tratar de meterlo en la muleta. En algunos pasajes parecía que lo iba a conseguir, pero el de Valdefresno nos devolvía pronto a la realidad: no estaba para flores. En este, en cambio, se mostró eficaz con el acero. Su firme actuación no pasó precisamente desapercibida y se le tributó otra nueva ovación.

Debe ser descorazonador que el toro de la confirmación, que además era de los apostar por él, se rompa una mano al cuarto muletazo, cuando se daban muchos elementos para pensar en un triunfo. Sin embargo, Román mantuvo el tipo y toda la tarde estuvo participando en quites. Frente al exigente  y encastado 6º se la jugó con mucha firmeza y decisión. Ante un toro que pedía mucho poder en la muleta, su escaso rodaje no le impidió que dejara en Las Ventas momentos de interés. No todo salía con la limpieza deseada, pero todo respondía a un corazón entregado a la causa, que también eso tiene su mérito. Cuando el triunfo lo tenía casi en la mano, la espada le privó de mayores reconocimientos. Pero la imagen que deja parece estar pidiendo volver a verle, en tarde con menos incidencias negativas.

Daniel Luque tampoco en esta segunda tarde tuvo suerte. Aunque el 2º no se hubiera lesionado, tampoco el toro ofrecía mayores posibilidades con sus cansinos andares; el cinqueño que hizo 5º se movía con profundas intermitencias como para poder redondear algo mínimamente presentable.

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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