VALENCIA. Octava del abono de Fallas. Tres cuartos de plaza. Cinco toros de Juan Pedro Domecq (5º bise como sobrero) y uno de Parladé (6º bis), muy desiguales de presentación, medidos de fuerza y manejables pero de poca dosis de emoción; el 4º y el 6º los de mayor calidad. Enrique Ponce (de marfil y oro), que sustituía a Cayetano, ovación tras un aviso y dos orejas tras un aviso. Miguel A. Perera (de verde hoja y oro), ovación tras un aviso y ovación tras un aviso. Alberto López Simón (de rosa y oro), una oreja tras un aviso y una oreja.
Al final, dos tardes consecutivas, dos puertas grandes. Es como se contará el paso de Enrique Ponce por estas Fallas del 2018. Ya no será fácil que alguien le arrebate el título de triunfador de este abono. Aunque conviene tener mucho cuidado con estas afirmaciones: en este mismo ruedo valenciano, cuando el abono de San Jaime de 1965 iba hacia sus finales, parecía que estaba ya todo el pescado vendido; pero llegó Diego Puerta, anunciado en las dos ultimas tardes, y se entretuvo en cortar 8 orejas y 4 rabos. Naturalmente, los títulos triunfales cambiaron de mano.
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Ponce, o la difícil naturalidad |
En cualquier caso, resultará difícil que se olviden las Fallas que ha echado el torero de Chivas en esta edición. Dos faenas diferentes, pero dos monumentos a la estética, al buen hacer. No resulta fácil poner una por delante de la otra. Pero la de este domingo ha rebozado de sentimiento, toda ella sobre la base de una muñeca de seda de la que todo fluía con plena naturalidad. Una faena para disfrutarla, trazada toda ella como si discurriera a cámara lenta.
Ya había alumbrado un trasteo muy razonable Ponce con el que abría la tarde, un juanpedro que no aportaba emoción alguna. Toda la pimienta para la ocasión la tuvo que poner el torero, que luego se demoró con los aceros. En sus toros y cuando le correspondía en la lidia, tuvo momentos de gran belleza con el capote.
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López Simón, serenado |
En los honores de la puerta grande le acompañó el nuevo López Simón. Más serenado su espíritu desde que lo dirige Curro Vázquez, puso firmeza y trató de hacer las cosas bien en sus dos toros. Abusa un poco de colocarse al borde del pitón y eso resta profundidad a sus pases y emoción a los tendidos; antes también lo hacía, pero la rabia que sacaba lo sustituía. De hecho, como el 6º le exigía más, quizá por eso su tarea tuvo más brillo. Pegas aparte, no ha tomado mala senda el torero de Barajas.
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Perera no se deja ganar |
La escueta estadística no le favorece a Miguel A. Perera. Su tarde de Valencia fue más que de dos ovaciones. Ya había enseñado sus propósitos en un precioso quite al toro que abría la tarde. Luego en su primer turno, se quedó demasiado pronto sin toro, una carencia que cambia por más arrimones que se de uno. Entiendo bien al 5º, al que lanceó templadamente de rodillas. El buen son del juanpedro le permitió dejar sobre la arena series meritorias sobre ambas manos. Llevado de esa inercia, alargó en exceso su trasteo y luego se le complicaron las cosas a la hora de matar.
De nuevo en los corrales matutinos no debieron de terminar de ver las cosas claras. La realidad es que los toros titulares como 2º y 3º no alcanzaban los mínimos para ser aprobados. Luego, como además flaqueaban en exceso, ambos volvieron por donde había salido. Lo que está quedando en evidencia es que no hay criterios claros y homogéneos para los exámenes matinales. El ganadero cumplió a secas, por los mínimos de emoción que aportaban sus reses.
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