El 16 de diciembre de 1932, camino vamos de que se cumplan 83 años, la plaza de la Real Maestranza pasó a estar regentada por don Eduardo Pagés[1] , en una decisión tomada por mayoría en el seno de la corporación maestrante. Venía a sustituir Pagés al hasta entonces empresario don Francisco Abascal, que concluyó su paso por el coso del Baratillo en circunstancias de algún modo similares a las que hoy se dan.
Según contó en su día en las páginas del ABC sevillano Juan María Vázquez, “los lectores sabrán –porque idóneos colegas nuestros han hablado, o escrito, del asunto— que D. Francisco Abascal está en los últimos días como empresario de la plaza del Batatillo. Del trato con toreros –mantenido durante una porción de años— se le pegó al hombre el afán de no exponer, y, no queriendo sin duda seguir arriesgando sus pesetas en un negocio que –no hay ningún agravio en reconocerlo así— nunca había dominado por completo (dicen que D. Francisco hablaba de toros de buenas marcas, como si fueran aceitunas), decidió rescindir su compromiso con la Maestranza de Caballería”[2]
Más adelante, Vázquez explica la contratación de Pagés en los siguientes términos: “La adjudicación fue acordada en la tarde de ayer –por los propietarios del circular inmueble, naturalmente, y por mayoría de votos- en una cantidad que no conocemos a ciencia cierta, pero que según algunos informes es de treinta mil duros. Nos han contado también otros informes que mayor cifra ofrecía el ganadero Sr. Camacho, no obstante lo cual preponderó el nombre del Sr. Pagés, quizá recordando que había llegado a estarle virtualmente adjudicada la plaza en la licitación precedente, que que por fin triunfo el hoy abandonatario, Sr. Abascal”. Por lo demás, a este concurso de adjudicación concurrió también don Juan Soto, director técnico de la empresa de Abascal.
Aunque la adjudicación se había realizado el 6 de diciembre, su formalización mediante escritura no se materializó hasta 10 días después, actuando por parte de la Maestranza su Teniente de Hermano Mayor, en ese momento D. Francisco Armero y Castrillo, Marqués del Nervión, Vizconde de Bernuy. En aquel primer contrato con Pagés se establecía sobre las bases de una duración de 4 años, una fianza de 100.000 pesetas y una renta anual de 150.000 pesetas.
Pero de la crónica de Juan Mª V ázquez hay un párrafo que parece sacado de la realidad de hoy en día. Había localizado el cronista a Pagés, que se encontraba aquel día en Madrid. Y en la entrevista telefónica el nuevo empresario de la Maestranza le declaraba: “Puede usted decir que la mayor ilusión de toda mi vida, y mi más grande satisfacción ahora, ha sido tener la plaza sevillana. A ella voy con sincero optimismo, sin que pese en mi ánimo la crisis que ahí atraviesan negocios y afición. Estoy seguro que el gusto por los toros resurgirá en la sede de la Fiesta, tan pronto como imperen el acierto en los carteles y la continuidad en las corridas”[3].
Un pleito que mantiene el carácter
El 17 de abril de 1943 las partes acuerdan modificar el contrato para la explotación de la Maestranza y el arrendamiento pasa a ser sin límite temporal alguno. Por eso, cuando Eduardo Pagés fallece en 1945 de la empresa pasa a ser de titularidad de su hija, doña Carmen Pagés Prieto. Sin embargo, esta sucesión resultó un tanto convulsa con diversos pleitos y reclamaciones que se prolongaron hasta 1959.
Inicialmente en la gerencia de la Empresa continuó Manolo Belmonte, auxiliado por Enrique Ruiz, colaboradores de Pagés durante su mandato. Sin embargo, la heredera pleitea para recuperar la gerencia, hasta que en 1959 se hace firme la sentencia judicial a su favor. Pero también planteó reclamación la propiedad de la plaza.
Y así, en primer término, la Real Maestranza planteó la reversión del contrato a la propiedad, mediante demanda interpuesta en el Juzgado de 1ª instancia nº 5 de Sevilla, en la que se solicitaba la resolución del contrato, que los herederos de Pagés entendían que debía seguir vigente. Y, en efecto, el 21 de mayo de 1956 el magistrado juzgador les da la razón.
En aquel primer pleito entre la Maestranza y la Empresa Pagés, las partes litigantes era, de un lado, la Real Maestranza –cuya defensa letrada estaba encomendada a D. Manuel Lobo–, mientras en la otra parte se daban dos litigantes: Carmen Pagés Prieto –que en el juicio fue defendida por don Manuel Gordillo— y el grupo formado por Juan Belmonte, Daniel Herrera Ortiz, Rosa Pagés Cubiña –hermana de Eduardo Pagés– y Augusto Alcaide Pagés, todos ellos defendidos por el letrado Sr. Cuellar. En su fallo en primera insstancia, el magistrado absolvió a la Real Maestranza de la reconvención planteada por Carmen Pagés Prieto sobre la calificación legal del arrendamiento y el beneficio de prórroga
Planteado por ambas partes un recurso de apelación contra esta resolución, finalmente la Audiencia Provincial dicta sentencia en mayo de 1957. En esta segunda sentencia, el falló resuelve lo contrario, en los siguientes términos:
“Revocando la sentencia apelada que dictó el juez de Primera Instancia número 5 de esta capital, y con desestimación de la excepción de litis pendencia propuesta por los demandados y desestimación de la demanda inicial promovida por la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, debemos absolver y absolvemos de la misma a los demandados doña Carmen Pagés Prieto, don Juan Belmonte García, don Daniel Herrera Ortiz, doña Rosa Pagés Cabina y dona Augusta Alcaide Pagés, y estimando la reconvención promovida por doña Carmen Pagés Prieto, debemos declarar, y declaramos, que el contrato celebrado entre don Eduardo Pagés y la Real Maestranza de Caballería, de Sevilla, con fecha de 7 de abril de 1945, de arrendamiento de negocio de espectáculos taurinos, está sometido a la prorroga legal forzosa; imponiendo a la parte actora y apelante las costas de esta instancia, así́ como las originadas en la primera, tanto por la demanda principal como por la reconvención, exceptuando respecto de esta última las causadas por la intervención en ella de los demandados don Daniel Herrera Ortiz, don Juan Belmonte García, doña Rosa Pagés y doña Augusta Alcaide Rojas, que han de soportar estas últimas”[4].
Al hacerse firme la sentencia a su favor, doña Carmen Pagés nombra como nuevo gerente a su esposo, Diodoro Canorea[5], quien ya venía trabajando en la Empresa en compañía de Miguel Moreno y Pepe Belmonte. Se abre así la actual etapa en la gestión de la Maestranza, que a su muerte, en enero del año 2000, heredaron su hijo Eduardo y su yerno, Ramón Valencia.
La tercera generación
Con Eduardo Canorea se cumple la tercera generación dentro de la Empresa Pagés. Se trata de un dato relevante, toda vez que en el contrato de arrendamiento de la plaza de la Maestranza suscrito en su día con don Eduardo Pagés –que los Tribunales dictaminaron que eran de “prórroga legal forzosa”– se estipulaba que dicho contrato se extendería hasta la tercera generación en la línea de sucesión[6].
Sin duda, las condiciones económicas han ido modificándose o actualizandose con el paso del tiempo. En la actualidad es uno de los temas que resulta polémicos, dado que en la estimación de diferentes fuentes resulta excesivamente caro para las actuales circunstancias de la Fiesta[7].
Pero a la hora de continuar al frente de la gestión del coso del Baratillo, a lo mejor pese más el hecho de que los actuales responsables constituyan esa “tercera generación” estipulada que la cuantía del el montante económico. De hecho, si denunciaran el contrato en vigor con el propósito de modificar sus cláusulas económicas, podría interrumpirse definitivamente esa “prórroga legal forzosa”.
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[1] D. Eduardo Pagés Cubiña, nacido en Barcelona en 1890, tenía tres cualidades fundamentales: la imaginación, la perspicacia y un gran sentido empresarial. Fue, entre otras cosas, revistero y escritor en el semanario taurino ‘El Miura’ en los inicios del siglo XX, firmando con el pseudónimo Don Verdades. Años más tarde también colaboró con el periódico ‘Arte Taurino’ de Madrid y en el taurino ‘Zig-Zag’ desde el 1918 al 1930, además de dar conferencias y escribir libros taurinos como “Joselito y Belmonte ¿Cuál de los dos?” en 1918 o la “República del Toreo” en el 1931, entre otros.
[2] ABC, Sevilla, 6 de diciembre de 1932. Pág. 16.
[3] Esta última referencia de Eduardo Pagés guardaba relación con el hecho que durante la temporada de 1932 el entonces empresario, Francisco Abascal, apenas había promovido funciones de toros, por lo que la temporada sevillana se desarrolló sin continuidad.
[4] ABC, Sevilla 23 de mayo de 1957, Pág. 36; El Ruedo, 30 de mayo 1957.
[5] Diodoro Canorea Arquero nació en Cabezamesada (Toledo) el 22 de noviembre de 1922. Comenzó su vida laboral en el Banco Central en Madrid, donde conoció a Carmen Pagés Prieto, con la que contrajo matrimonio.
[6] El País, 29 de enero de 2000. Antonio Lorca: “Muere el empresario taurino Diodoro Canorea”.
[7] En reciente editorial el portal Mundotoro.com afirmaba a este respecto que “de todos los ingresos brutos (taquilla, tv, copas…) la Maestranza se queda alrededor del 25%. (No olviden que el 21% es IVA) Antes de impuestos. Es decir, no tienen un canon fijo de arrendamiento más una participación en beneficios. Pillan antes una cantidad superior a los honorarios de las figuras contratadas. Y muy superiores a los de todas las ganaderías contratadas”.
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