MADRID. Tercera del abono de Otoño. Dos tercios de plaza: 16.827 espectadores (71,2% del aforo). Toros de Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto (1º y 3º) muy bien presentados, de juego muy variado. Emilio de Justo (verde botella y oro), una oreja y una oreja. Román (de espuma de mar y plata), ovación y silencio tras un aviso. Ginés Marín (de azul pastel y oro), vuelta al ruedo y herido. Emilio de Justo salió a hombros por la Puerta Grande.
Parte facultativo de Ginés Marín: Tras ser intervenido quirúrgicamente en la Enfermería, el parte facultativo dice: “Herida por asta de toro en región mandibular, con trayectoria ascendente de 5 cm. que produce destrozos en el músculo masetero y contunde parótida y nervio fácil. Pronostico: Reservado”.
Una cornada importante sufrida hace una semana en Mont de Marsan no ha sido obstáculo para que, recién levantado de la cama y con los puntos aún en su muslo izquierdo, Emilio de Justo haya abierto con toda justicia la Puerta Grande de Madrid, después de una actuación firme y asolerada, culminada con dos espadazos de muchísima categoría.
Todo ello con una corrida de Puerto de San Lorenzo, honda, muy seria y con caras bien puestas, irreprochable su presentación, en la que el amplio volumen que resultó compatible con la movilidad. Curiosamente los dos más bonancibles –el 1º y sobre todo el 3º– llevaban el segundo hierro de la casa, el de La Ventana del Puerto. Hubo otro, el 4º, que apuntó buenas cosas, pero adolecía de fijeza y siempre buscaba salir suelto. Complicados y sin ninguna colaboración, el lote de Román –2º y 5º– y el que cerró la tarde, que hirió a Ginés Marín.
Ya tiene tras de sí una trayectoria meritoria, nacida de esta forja de toreros en la que se han convertido las plazas francesas. Hoy ha dado una dimensión mayor, no sólo por la épica de levantarse de la cama para hacer el paseíllo, sino sobre todo por esas formas de torear que buscan la pureza. Muy encajado el torero, manejando con buen criterio las distancias y los tiempos, esta tarde en Madrid Emilio de Justo volvió a dejar momentos excelsos. Especialmente toreando con la mano izquierda, muy embarcado el animal en las bambas de la muleta, llevándolo hacia atrás con mano suave y quedando colocando para hilvanar las series. Como además maneja con mucho temple el capote, su tarde se desarrolló en buena sintonía. Incluso con el 4º, al que había que sujetarlo a cada instante, hubo series de mucho mérito.
Para redondearlo, con la espada anda no ya con eficacia, que también, sino realizando la suerte con los estrictos criterios que definen a la suerte, la tarde la tuvo de cara. Por si hiciera falta algo más, sus dos espadazos de por sí ya valían la oreja. No será fácil ver otra estocada tan perfecta como la que recetó De Justo a su primero.
Importante la actuación de Ginés Marín con su primero, que había pasado mas bien a nones durante el primer tercio, pero que luego desarrolló a bueno. Su toreo con la mano izquierda tuvo verdadero empaque, pero también sobre la otra mano llevó al de La Ventana muy metido en los engaños. Los remates, ya de pecho, ya por abajo, para hacer un cartel. El trasteo se fue viniendo arriba, todo él en un palmo de terreno. Se perfiló bien en la suerte final, pero la espada solo entró a medias, precisando de un descabello, lo que dejó todo en una ovacionada vuelta al ruedo. Aún conscientes de los problemas que llevaba centro el 6º, Marín se metió con él con decisión, hasta que un derrote le dejó el recuerdo de una “cornada de espejo” en la mandíbula.
La alegre voluntad de Román contó con pocas opciones para en esta ocasión. Con un lote complicado –su primero lo zarandeó en los medios con verdadera saña–, el valenciano no volvió nunca la cara. Pero poco más pudo explicarle al respetable.
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