Lo cuenta un cronista ponderado y bien documentado como es Antonio Lorca en las páginas de “El País”. Y da escalofríos pararse a valorar lo que significa ese gráfico espeluznante de la evolución del número de espectáculos taurinos. “Entre la pérdida de identidad, la indiferencia política, la huida de los espectadores, las dificultades económicas de empresarios y ganaderos, la subida del IVA, la peligrosa desunión de los sectores taurinos y el insolidario personalismo de las figuras da la impresión de que la fiesta se desploma; y que lo hace de manera irremediable”, escribe Lorca. Y hay que darle la razón.
Las razones son evidentes. En palabras de Juan A. Arévalo, “decadencia es la palabra que mejor define la situación actual de la fiesta de los toros; y no por culpa de la crisis económica, sino porque se ha perdido la emoción, y el toro carece de las condiciones necesarias para la lidia; así, la corrida ha derivado en una fiesta social como consecuencia de la mala intención de quienes han preferido convertirla en un espectáculo mediocre”.
No menos contundente es Juan Manuel Albendea, presidente de Comisión de Cultura del Congreso y escritor. “No cabe duda de que la fiesta está en crisis. Y los motivos son varios: primero, una evidente pérdida de casta y de pujanza de las ganaderías preferidas por las figuras, lo que no ocurría en la primera mitad del siglo XX; después, la mutilación de la corrida, de modo que la suerte de varas, tan hermosa cuando se ejecuta bien, tiende a desaparecer y con ella los quites del primer tercio. Y por último, la monotonía en las faenas de muleta. Aunque se toree con temple y mando, la mayor parte de ellas tienen el mismo corte, y falta el ingrediente fundamental, que es la emoción”.
Y en ese panorama, no puede menos de llamar la atención que en la actualidad haya en activo 712 matadores de toros y que los criadores de bravos sumen gasta 1.098 ganaderías. Con esta abunda de aspirantes a ocupar los carteles, la realidad es que entre 2007 al 2010, el número de festejos taurinos ha descendido un 34,5%; Andalucía, que es la comunidad donde se celebran más espectáculos, disminuyó el número en un 51,76% en el mismo periodo; en 2011 se celebraron 399 corridas menos que en 2007; y de enero a junio del presente año, 27 festejos menos que en el mismo periodo del año anterior. Y nada digamos respecto al número de espectadores. Como recuerda Lorca en la última feria de Sevilla el número de abonados se redujo en un 17%. Un fenómenos que se repite por muchas ferias.
La crisis tiene un impacto paralelo en el campo. La disminución progresiva de los festejos, los altos precios de los costes de las materias primas, la sequía y la estabilización del importe de las corridas lleva al presidente de la UCTL, Carlos Núñez, a declarar a “El País” que “la situación del campo bravo es dramática y caótica, por lo que el sector ganadero está obligado a una reestructuración”. Y añade: “hay que abaratar la organización de los espectáculos, porque en el 98% de los casos en los que se lidian toros en plazas de tercera no se cubren, siquiera, los costes de producción del animal”.
Pero frente a todo este panorama, y sobre todo a la escasísima reacción que se produce entre sectores profesionales y las propias Administraciones públicas, como bien recuerda Lorca a pesar de todo el espectáculo taurino es una actividad que genera 2.500 millones de euros anuales —el 0,25% del PIB—, y ofrece trabajo a 200.000 personas.
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