El Ventorrillo ya no es lo que era: una corrida imposible

por | 19 Abr 2012 | Temporada 2012

SEVILLA, 19 de abril de 2012. Séptima de feria. Media entrada. Cinco toros (el 4º como sobrero) de El Ventorrillo, variados de capa, con presencia, pero mansos, claudicantes y sin calidad alguna; un toro de Montealto (6º), brusco pero con más recorrido.  Diego Urdiales (mostaza y oro  con cabos negros), silencio y un aviso con silencio. Iván Fandiño (de esperanza y oro), silencio y ovación tras un aviso. Jiménez Fortes (de azul pavo y oro), silencio tras un aviso y ovación tras un aviso.

Desde que don Francisco Medina vendió la ganadería de “El Ventorrillo”, esto no levanta cabeza. Si ya la temporada pasada no fue buena, lo que apuntó la corrida de esta tarde en Sevilla no puede augurar un horizonte peor. No es que el nuevo ganadero haya dado un petardazo: ha sido una traca completa y de las de días de fiesta grande, que deben hacer más ruido. Hoy le han echado dos toros para atrás por manifiesta debilidad, pero otros hubo que tampoco estaban precisamente sobrados de fuerzas.  

Salvo por el valor pedagógico de poder explicarle al aficionado menos informado la rica diversidad de capas que se dan en el ganado bravo, lo demás ha sido como para arrinconar, pero muy arrinconar, en el olvido. Ni fuerza, ni raza, ni clase, tan sólo descastamiento, flojera de remos y feo estilo. Una desgracia de corrida. Se comprende que las figuras hayan huido de este hierro: nadie quiere, así por qué sí, ración doble de ricino, aunque se sirva lorquianamente “a las cinco en punto de la tarde”.

Pero, en realidad, la desgracia fue sobre todo para esa escasa media plaza que de nuevo cubrió el aforo maestrante, porque en la puerta de cuadrillas se situaron tres toreros muy dispuestos, que además, cada cual en su medida, tienen su misterio que decir. “Fueraparte” –que diría el maestro Carlos Herrera— de tres quites muy válidos, todo lo demás quedó prácticamente inédito. No podía ser de otra manera. Y para colmo de males, entre idas y venidas a los corrales, de la plaza no se salió hasta bien pasadas las nueve de la noche.

Hay que decir sin rodeos que, con el esfuerzo que está realizando, no es justo que un torero como Diego Urdiales aún no haya tenido su verdadera oportunidad en la Maestranza, salvo para demostrar su pundonor y su capacidad para resolver papeletas. El riojano se ha cuajado en un torero sólido, al que hoy no se le pudo más que atisbar. Con todo, ahí quedó su torerísimo cierre de faena en el cuarto bis de la tarde, unos muletazos por bajo con sabor y con mucha torería. De las mejores cosas de la tarde.

No le vinieron más de cara las cosas a Iván Fandiño, otro torero al que Sevilla no ha visto en su verdadera dimensión. Su primero, que apuntaba una cierta nobleza ante los engaños, se vino a menos a las primeras de cambio; el quinto debió ir para los corrales y si no fue así ha sido por la suavidad y el tiento del capote de “Jarocho” al sacarlo del caballo. En este toro hubo muletazos de mérito, pero sin la continuidad que impedía las condiciones del toro. Como las cosas le venían cruzadas al torero vizcaino, hasta el presidente se equivocó enviándole un aviso a destiempo, cuando el toro ya estaba echado. Ahora toca esperarle en el mano mano con los "victorinos".

Pese a que tampoco el malagueño Jiménez Fortes estaba contratado para “luchar contra los elementos”, sino para matar dos toros presuntamente de bravos, ha dejado la mejor impresión entre los aficionados. Ha sido desde luego su firmeza, que más no se puede pedir; pero ha sido, sobre todo, la progresión que va siguiendo en este difícil oficio. Cuando mínimamente resultó posible, además dejó claro que tiene un buen sentido del toreo, manejando con temple y con hondura las telas. Si el brusco sobrero de Montealto se hubiera atemperado un poco y el torero no se enreda con el verduguillo hasta podría haber cortado con justicia una oreja. Su crédito sigue intacto.

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Taurología

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