MADRID. Cuarta novillada del Certamen Ocho Naciones. Un tercio de plaza. Noche fresca y ventosa. Cinco novillos de Sepúlveda, bien presentados, pero carentes de juego por descastados y mansos; en último lugar, un sobrero de Sonia González, difícil. Angelino de Arriaga (de verde agua y oro), silencio y silencio con aviso. Iván Abasolo (de azul noche y oro), que se presentaba en Las Ventas, silencio y silencio tras aviso. Damián Castaño (de grana y oro), ovación y ovación.
Esto del Certamen internacional, que lo ponen a una hora malísima que desanima a cualquiera, esta acabando por convertirse en un pase de modelos de mansedumbre: raro ha sido el novillo que medio ha embestido medio bien. Y por los chiqueros ya han salido 24, además de los sobreros de turno. Con lo cuál si la Empresa busca dar una oportunidad a nuevos valores, todo queda en las buenas intenciones, porque oportunidades reales hubo bien pocas.
La novillada de Sepúlveda de esta noche, fría y molesta para quien estaba en el tendido, tan sólo ha certificado que esta ganadería, en otro tiempos disputada por las figuras, sigue bajo mínimos. Tanto bulto como mansedumbre y descastamiento. Un lote que desde luego ofrecía de todo menos opciones para el lucimiento.
Frente a ella se pudo comprobar el valor y los deseos del salmantino Damián Castaño, que más no pudo poner por su parte para dejarse ver. Comenzó la noche con excelente pie: sus lances de recibido a su primero –tanto al titular como luego al sobrero— tuvieron fundamento, como luego ocurrió con el trasteo por bajo con el que abrió su faena. Pero a partir de ahí, las esperanzas se diluyeron pronto para desesperación del torero. Dejó, eso sí, la tarjeta de visita de un valor y una firmeza probados y una sólida vocación por abrirse camino. Y si llega a estar más atinado con los aceros, incluso su esfuerzo pudo aspirar a mayor premio. A cambio tan sólo se llevó un fuerte palotazo al recibir al sexto. Su esfuerzo, que fue de los de verdad, mereció mejor suerte.
Volvía al ruedo madrileño el mexicano Angelino de Arriaga: ninguno de sus dos enemigos le permitió aportar nada que ya no conociéramos. Otro tanto le ocurrió a Iván Abásolo en su debut; menos placeado que sus compañeros de terna, el nuevo torero de Orduña (Vizcaya) sólo pudo dejar de manifiesto su voluntad.
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