Si la prensa taurina en este país quiere ser lo suficientemente honesta, tendrá que hacer juicio de valor, sobre el que será remate y evaluación de la temporada grande 2014-2015 que está a punto de concluir en la ciudad de México.
Muchos aficionados hemos sentido la ausencia de ese posicionamiento cuando es tan importante que la presencia mediática se afirme como el fiel de la balanza justo en unos momentos que política, social, o económicamente se requiere un aliento capaz de levantarnos de todo un desencanto el cual se ha venido construyendo desde hace mucho tiempo –que llevamos años de no salir de la marginación social, la política, la económica, la cultural–, y todavía los políticos vienen a poner una serie de puestas en escena realmente patéticas.
Todo lo anterior tiene un fondo de razón: Cómo no recordar aquel fenómeno de redes sociales, a partir del ventiladísimo “Hashtag” “#Estamoshastalamadre” y muchos otros que han surgido a raíz de diversas circunstancias donde la sociedad está decidiendo ejercer, en forma articulada primero un reclamo. Lo que viene enseguida es que se produzcan reacciones lo suficientemente sólidas como para que la parte en conflicto resuelva, pues de no ser así, puede producirse un contraataque: “Si no puede, que se vaya”.
Justamente, la tauromaquia es otro fenómeno social que ha entrado de lleno en esta dinámica virtual pero tan real como que se mueve gracias a la conciencia colectiva. En la medida en que un hecho se ajusta no a lo que el Estado o el Derecho llaman “verdad histórica”, expresión que en el territorio de los historiadores nos enfrenta a un dilema, sino a lo que el sentido común es capaz de dotarnos, estaremos en posibilidad de conocer lo que representó una temporada taurina más, colmada ya de severos cuestionamientos por su irregularidad en diversos asuntos que mueven a explicarnos, o que nos expliquen qué sucedió o dónde estuvieron las fallas y cómo se pretende corregirlas o enmendarlas.
Al margen del recuento de orejas, vueltas, indultos que será parte de muchas “cuentas felices”, entremos en materia. Está visto que la empresa volvió a hacer de las suyas, sobre todo cuando mantuvo materialmente bajo control a una “autoridad” (así, en minúscula) que sin oponerse a nada, respondió a todos los caprichos de quienes están al frente de esta organización. Es de lamentar que la delegación “Benito Juárez” y sus principales funcionarios simplemente se desentendieran del asunto, lo cual es motivo para auditar severamente las áreas que en teoría no solo conceden el o los permisos. También las encargadas de una aplicación justa de las leyes, donde el Reglamento Taurino en vigor parece no existir. La triste parodia de los jueces que concedieron orejas, arrastres lentos improcedentes, indultos que solo son parodia (y lograron la “chuza” completa con tres indultos), no se aplicaron en el objetivo del riguroso cumplimiento en sus deberes.
Es anhelo de todo buen aficionado encontrar en el ruedo con ese toro ideal, toda bravura, nobleza, casta y demás virtudes llevadas a la máxima potencia, que hoy se desdeñan en decisiones que confunden bondad, boyantía y hasta mansedumbre en aquellos añejos propósitos por encontrar el paradigma de la bravura. Será bueno establecer un nuevo y riguroso parámetro que permita mantener tal privilegio –el indulto sin más-, pero para que esto suceda es porque las condiciones para cumplirlo han de ser no sólo las que establece el reglamento, sino otras cuyos alcances sean excepcionales o sorprendentes.
Por otro lado, el elenco anunciado actuó prácticamente en lo convenido, pero quedando serias dudas en la deseable continuidad que permitiría el ascenso de cualquier torero para convertirse en la anhelada figura que desean los aficionados mexicanos. Las ganaderías contratadas mostraron a lo largo del serial notorias irregularidades en presencia y juego (o actitud) y esto parece ser un síntoma en el que la empresa, al decantarse por ese sector privilegiado de divisas que “garantizan el éxito”, esto ha significado también una muestra clara de cómo se está conduciendo la crianza y quienes, a partir de un procedimiento que ya no es artesanal sino que también ha pasado a formar parte de la genética y está sometida a los dictados de la modernidad, viene cumpliendo correctamente con su trabajo. Fue notoria un número importante de ejemplares que, además de no cumplir con la edad reglamentaria no mostraron el fuelle que esperábamos para redondear las faenas, como sería de esperarse.
Las entradas a lo largo del serial fueron el vivo reflejo de esa realidad, que sólo muestra limitadas aspiraciones. Esto, es un severo llamado de atención para que la empresa valore o revalore en dónde falló, pues muchos carteles, siendo auténticos elementos con poder de convocatoria para llenar el coso de Insurgentes, no lograron reunir más que unos cuantos miles, lo que refleja inconvenientes, desconfianzas y demás aspectos que una buena mercadotecnia no tendría porqué permitirlo.
Observo también un grave síntoma entre ciertos toreros: realizar la misma faena una tarde sí, y otra también. Un artista o un creador, entendiéndose como tales no estarían conformes en realizar la misma obra. Es de recordar por ejemplo a un Matisse encadenado a la silla de ruedas, y aún así con la capacidad de que, impedido en empuñar un pincel, tuvo que escamotearlo por tijeras, instrumento con el que fue capaz de concebir, “a través de recortables o cut-outs, una técnica fascinante y realmente poco conocida y valorada por el público no especializado”, como lo apunta Germaine Gómez Haro en un texto denominado “Henri Matisse: dibujar con tijeras”.[1]
Con actitudes como las que refiero, la tauromaquia se está retrayendo y en ese delimitarla, se vienen produciendo fenómenos de expresión minimalistas que pierden la esencia de la lidia por concentrarse en el toreo, el cual aunque podría producir emociones delirantes, no alcanza lo sublime impuesto por la estética. Es como esa fingida realidad que hoy imponen las tecnologías digitales que al pretender recuperar obras pictóricas (como es el caso de la exposición “Leonardo, Rafael, Caravaggio: una muestra imposible. Las obras de arte en la era de la reproducción digital” que se presenta actualmente en el Centro Nacional de las Artes) que alcanzan a ser visualizadas como originales; pero que en realidad no lo son. Simplemente se trata de una réplica o copia de alta calidad.
En ese sentido, los toreros también se desentienden de su compromiso en tanto hacedores y conciben, más en cantidad que en calidad, faenas como si fuesen casas en un complejo residencial. Creo que al irse perdiendo las esencias más puras o “clásicas” en este ejercicio espiritual, se desmorona la tauromaquia.
[1] La JornadaSemanal. Suplemento cultural de La Jornada, domingo 8 de febrero de 2015, N° 1040, p. 13.
►Los escritos de José Francisco Coello Ugalde pueden consultarse a través de nuestra nueva sección “10 opiniones 10” y en su blogs “Aportaciones histórico taurinas mexicana”, en la dirección: http://ahtm.wordpress.com/
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