Como en la era moderna ocurre en el toreo. En la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza sevillana, que hasta más reluciente parecía en una mañana de sol, todo el toreo rindió su último homenaje a Pepe Luis Vázquez, el último grande entre los grandes de la Tauromaquia.
No deja de ser una especie casi de reparación. Pepe Luís en su época nunca salió por este Puerta; no porque no lo mereciera, sino por la simple razón que en aquellos años no era la costumbre, como tampoco se llevaba la de sacar al triunfador por la Puerta de Alcalá en Madrid. A hombros salió muchas veces. Siempre contaba el maestro como de novillero los aficionados –no “capitalistas”– le llevaron un día a hombros desde la Maestranza hasta su casa en la calle Campamento, en San Bernardo. Por hacernos una día, como si hoy en día llevan a un torero desde Las Ventas hasta el hotel de tanta historia taurina de la Plaza de Santa Ana. Qué se dice pronto. Pero ha tenido que ser en esta primavera cuando recibiera los honores de esa Puerta emblemática.
Todo el toreo estaba allí representado. Toreros, apoderados, ganaderos, empresarios… Muchos de ellos llegados expresamente a Sevilla para acompañar sus restos mortales por última vez. Como todo el toreo y Sevilla había pasado el día anterior por la capilla ardiente, en uno de los salones del Ayuntamiento. Por recibir, hasta la visita del Arzobispo de Sevilla, Monseñor Asenjo, que quiso expresamente a ir a rezar un responso y llevarle unas palabras de cariño y de esperanza a su viuda, Mercedes Silva –qué entereza la de esta mujer–, a sus hijos, sus nietos, a su familia.
Resulta hasta complicado hacer una relación de los profesionales que estuvieron en estos días acompañando a la familia Vázquez. Cada vez que se pasaba por la capilla ardiente, por ejemplo, se encontraba uno con gente nueva. Y así, lo mismo estaba Julio Pérez “Vito” –que aunque pasen las primaveras sigue siendo la elegancia misma del toreo– hasta novilleros de nombre poco conocidos, pero también numerosos ganaderos, encabezados por Eduardo Miura, tan ligado a la historia de la familia Vázquez, apoderados –Roberto Domínguez llegó desde Nimes–, empresarios y muchos aficionados anónimos.
A las diez de la mañana se celebró la misa de corpore insepulto en una abarrotada por completo parroquia de San Bernardo, su barrio, en la que el Don Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp pronunció una emotiva homilía. Posteriormente, sobre las once y media de la mañana, la comitiva fúnebre se dirigió a la Plaza de la Maestranza, llegando hasta el mismo centro del ruedo, donde se rezó un responso. Y luego, la salida solemne, conmovedora por la Puerta del Príncipe en el último adiós, en medio de una ovación prolongada, sólo rota por gritos de “torero, torero”.
Desde allí, la comitiva se dirigió al Cementerio de San Fernando, donde los restos mortales del maestro recibieron cristiana sepultura.
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