PAMPLONA, 5 de julio de 2012. Novillada de Feria. Dos tercios de plaza, en tarde muy agradable. Novillos de El Parralejo, bien presentados y, en general, manejables; en este conjunto, desentonó el cuarto, mansote y violento. Gómez del Pilar (de grosella y oro), palmas y una oreja. Román (de azul cobalto y oro), una oreja y palmas. Gonzalo Caballero (de blanco y plata), una oreja y una oreja; salió por la puerta grande.
Una excelente entrada para lo que se acostumbra en las novilladas, cuando no se incluyen en los abonos. Una novillada manejable de El Parralejo, una más de las que está echando esta temporada. Y una terna de novilleros-novilleros –dos de ellos saliendo de sendos percances–, de los que no dejaban pasar ocasión, entrando en quites siempre y sin concederse un respiro. Bien puede ser este el resumen de una tarde entretenida, con la que se abrió el ciclo ferial de Pamplona.
El conjunto de El Parralejo –bien hechos, rematados y sin exceso de kilos– puso bastante de su parte al entretenimiento. Cada animal tenía su pepla, como es lógico; los dos primeros, por ejemplo, la justeza de fuerzas. Pero salvo el cuarto, exigente y siempre rebrincado, todos dejaron hacer a los toreros, incluso en ocasiones con nobleza.
Tras la cornada de Sevilla, reaparecía Gómez del Pilar, que de primeras se encontró con un noble enemigo al que llevó con buen tino, en especial sobre la mano derecha. Cuando tenía el triunfo al alcance de la mano, la espada se le encasquilló y todo quedó en palmas. Con buen sentido y sabiendo donde ponerse, dio la cara con el desagradecido cuarto –que si no está espabilado de reflejos se lo habría llevado por delante en la puerta de toriles–, tuvo su mérito el esfuerzo que realizó con la muleta, sabiendo de antemano que era imposible llevarle largo y templado. Certero con la espada el público le recompensó.
Me interesó mucho este nuevísimo Román, incluso más que en su debut valenciano. Con el capote, salvo en los dos faroles de rodillas con los que recibió al 5º, sigue estando demasiado verde. Pero, en cambio, con la muleta en la mano cambia el panorama. Se empeña, y es de agradecer, en coger a sus enemigos muy adelante, para bajarles luego la mano y llevarlos largos y templados. Y como ha mejorado en oficio, apunta un toreo de los que tienen calado. En el quinto, que tenía sus complicaciones, además supo ganarle la partida. Si ya triunfó con su primero, la espada se lo impidió en el 5º.
También Gonzalo Caballero salía de un percance, en este caso producido hace 72 horas cuando entrenaba en el campo. Y la verdad que se le notaba, no en su animo, pero sí en la forma física. El valor sigue intacto, como el primer día que le vimos allá por la feria de Sevilla. Eso tiene su mérito, cuando lleva una campaña a base de compromisos importantes, incluso inusuales para un muchacho que acaba de debutar con caballos. Pero progresa menos a la hora de templar su muleta; cuando lo hace, su toreo suena bien. En Pamplona llegó con facilidad a los amables tendidos de esta tarde y hasta abrió la puerta grande. Hay materia prima para que progrese, que a base de atragantones no se sobrevive en este mundo.
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