El sello personal de Julio Robles en su media verónica

por | 9 Dic 2011 | La Tauromaquia de los grandes maestros

El desaparecido torero salmantino  le contó hace años a José Luis Ramón,  que comenzó a ejecutar esta media “porque la vi en una foto que ,e causó gran impacto. Cuando empecé a ir a torear a Madrid, siempre me vestía en el Hotel Victoria y salía mucho a pasear por ese barrio y los bares de esa zona tan taurina que es el Centro de Madrid. Allí estaban “Los motivos” y “La Campana”, entre otros bares, todos ellos decorados con fotos y motivos taurinos. Recuerdo que en éste último bar había una foto pequeñita en blanco y negro que cuando la vi de lejos me sorprendió mucho. El torero de la foto que estaba pegando la media verónica era calvo y, supongo, ya mayor. Me acerqué y en una dedicatoria explicaba que era Marcial Lalanda en Barcelona. Ese fue el primer impacto. Yo pensé: si la figura del toreo que ha sido Marcial ha dado esta media verónica, y supongo que ya entrado en años, ¿por qué no la voy a dar yo también?. Repito, me sentí impactado”.

 “Esta media verónica –pormenorizó el torero– la daba como remate de un quite por verónicas, como remate de uno por delantales, e incluso también de uno por chicuelinas. No tenía preferencia; la única que me hubiera sentido inspirado toreando con el capote y que el público hubiese vibrado con mi toreo. Después del último lance, fuese el que fuese, era muy importante separarse unos metros del toro, darle aire, echarle el capote hacia delante, traerlo embebido y luego, ya de rodillas, ceñírmelo en la media”.

Y añadía: “Le esperaba ya de rodillas. Lo más puro es colocarse de rodillas y, sin moverse, pegársela y, debido que no hay movimiento de piernas, cargando la suerte con la cintura. El lado de ejecución, fuera por la derecha o por la izquierda, era indistinto. Siempre me salió limpio”.

 “El paso siguiente a la media verónica de rodillas era levantarme, coger el capote con una mano y tratar de salir andando despacio y con torería. La media era el momento culminante del quite anterior y por tanto no tenía ningún sentido seguir toreando al toro. La media era la culminación, el remate final, la explosión última del quite, y haber dado algún otro recorte le habría restado importancia a una surte tan bella y tan arriesgada como es la media de rodillas”.

José Luis Ramón
“Todas las suertes por sus maestros”
Editorial Espasa, 1998

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