Anclado en el imaginario de las gentes, el toro bravo ha sido y es una constante en la vida de los pueblos salmantinos. Unas veces como mito, otras como expresión de fuerza y virilidad, su imagen recorre cercados, caminos, calles o plazas en este tiempo de estío.
Encierros, capeas, corridas o variados ritos ancestrales se dan cita en la mayoría de los municipios para coincidir con sus fiestas de verano, si antaño en honor a alguna Virgen o Santo para ‘dar gracias’ por los frutos recolectados, hogaño como atracción turística y diversión para el local como para el forastero. Finaliza julio y comienza agosto. Llega el toro y la fiesta.
Mito, rito y desarrollo
Unas veces como mito, otras como fuente de culturas diversas, las más como rito y, también, como una realidad de desarrollo económico, cultural y turístico de primerísima magnitud. Desde que entramos en la provincia salmantina por Villarino de los Aires hasta que nos despedimos de ella, allá por las altas tierras del Águeda, en Fuenteguinaldo, el toro bravo nos acompaña en estos meses de verano como elemento de cohesión cultural y atracción turística.
Llega el verano y de la mano también la cantidad y variedad de fiestas que conforman el estío, y el deseo del viajero de adentrarse en paisajes bravíos y en la misma esencia del pueblo, sus tradiciones. Viene el calor y trae la fiesta del pueblo. El viajero escucha, a lo lejos, el sonido de la gaita y el tamboril que abren el cortejo de las viejas tradiciones, del recuerdo por aquellas que ya no están y por estas otras que siguen entre nosotros, que se transfiguran en fuego, luz, música, color y las calles son tomadas por cabezudos, carrozas, danzantes, procesiones y el toro, al que se corre, torea o ensoga en variados y multitudinarios encierros, capeas y corridas.
El recorrido por La Raya con Portugal se lo irá marcando al viajero el fluir del tiempo, el calendario y el santoral, que se inicia en Hinojosa de Duero con sus ´sanjunanes´ que, en vez de fuego, es el toro el que sobresale junto al Baile de la Bandera, con sus encierros a caballo, para continuar en Sobradillo por Santiago, con una cabalgata al ‘prao del toro’ y los encierros y capeas.
Pero es agosto, cuando las labores de recolección han finalizado, cuando el hombre del campo quiere agradecer las buenas cosechas, el que invita al viajero a recorrer la geografía salmantina de frontera, tanto húmeda como seca, para vivir mezclado con los habitantes de los pueblos, a disfrutar de sus actos festivos amparados en santos y vírgenes.
Desde el amanecer, con las modernas ‘vacas del aguardiente’, donde se expulsan fantasmas de la noche, hasta la tarde con el toreo de vacas, auténtica raíz de la tauromaquia, una fiesta anárquica y participativa en la que los mozos corren, lancean y quiebran a la res en la plaza pública, sin mayor motivación que la muestra de valentía y habilidad ante las acometidas de las vacas o novillos que se sueltan, existe mucho tiempo para el disfrute y la diversión. De por medio quedan los encierros, esa carrera vertiginosa a punta de pitón. Aunque algunos han perdido el origen y los toros corren por el asfalto desde que salen de corrales y son enchiquerados, aún existe motivo para la visita y la probadilla, al avanzar a pierna suelta por angostas calles de recias paredes de granito y marcando el camino el sonido de la campana, que invade el aire con el ritmo del peligro.
De esta guisa, San Lorenzo recibe al viajero en Saucelle con la escogida y separación de vaquillas por los mozos en la mañana, que corren por las calles en un alarde de valentía y emoción. También le dan la bienvenida por estas fechas los encierros de Ituero de Azaba, El Bodón (que serán a caballo), Puebla de Azaba y los también encierros a caballo de Casillas de Flores.
Será San Roque quien abra el portón de los encierros populares
Pero será San Roque (16 de agosto) en Villarino de los Aires quien abra el portón de los encierros populares con novillos en las mañanas calurosas de agosto. Antes de que explote la dinamita para anunciar que salen los toros, los mozos y demás corredores se encomiendan al Santo con sus cánticos, donde el viajero encuentra reminiscencias navarras.
El reloj del Ayuntamiento, convertido en campana torera, anuncia que el tropel de toros y corredores desciende la calle Cumbre –calles estrechas, antañonas y floreadas– hasta la Plaza Mayor, convertida en coso taurino portátil. Es la lucha entre el hombre y la bestia, entre el valor y la bravura. Pero también tiene aliciente para el viajero escuchar las muchas canciones toreras, como la jota ‘La Coronela’, con deje localista en un alarde de tipismo que no se pierde.
Por la Raya húmeda
De Arribes hasta Abadengo, el viajero se detiene en Lumbrales, sobre el 20 de agosto, porque le llama la atención La Mariseca que ondea en la torre del reloj de la Plaza Mayor desde el 15 del mismo mes, para anunciarle que aquí sí hay toros, y de los buenos. La fiesta taurina en Lumbrales se pierde en el túnel del tiempo, pero aún quedan reminiscencias que interesan conocer, como la ‘jira’ al prado del toro. Las jaranas nocturnas de las peñas dan paso a los encierros, que se inician cuando las gentes suben y bajan la calle de La Fandanga, hasta que suena el grito ¡que vienen! ¡que vienen! Son las once. Los corredores escuchan la campana de la torre del reloj que les avisa de que ya asoman los toros arropados por los caballos. Al entrar en el pueblo, los caballistas azuzan la manada con sus garrochas y el éxtasis se acrecienta en la loca carrera delante de los novillos hasta alcanzar la plaza.
Por estos días, Vilvestre también se une a la algarabía de toros y fiesta, y espera al viajero en su camino torero con sus encierros y sus corridas.
Por la Raya seca
Pero desplazándose más el Sur, hacia los confines de la Sierra de Gata, Fuenteguinaldo lo recibe con unos festejos taurinos que guardan completa la esencia del pasado, de la tradición y la cultura que va de su mano. Los encierros de Fuenteguinaldo, según el boca a boca, se remontan al siglo XV. Lugar donde la afición taurina se hace notar como en pocas partes. Es la afición que viene desde antiguo por la relación de la zona con la cría de bravo y por la destreza de los guinaldeses para el manejo del caballo. Para refrendar con hechos esta ósmosis, se organiza el fin de semana anterior al 25 de agosto, una serie de encierros y desencierros a caballo, en los que se conducen desde campo abierto los toros hasta la plaza.
Los encierros a caballo de este municipio se convierten en amplio y vistoso compendio de actos que los envuelven: Encierro a caballo, prueba y desencierro matinal y la posterior suelta de cinco novillos de capea para lidiarlos al estilo tradicional, donde prima la destreza, el arrojo y la verdad.
Vuelta atrás
El viajero vuelve atrás en la distancia hacia Las Arribes para acaecer en Aldeadávila de la Ribera, donde viven las Fiestas del Toro, como honra a San Bartolo, que se abren con el desenjaule en el ‘prao de Rocoso’. Pero en Aldeadávila destacan sus encierros a caballo, seguidos por millares de aficionados –corredores y espectadores–. Desde el ‘prao’, la manada de toros avanza arropada por los caballos y seguida a cierta distancia por expertos sorteando con su silencio el camino.
Cuando las campanas de la iglesia comienzan a repicar, avisan de que los toros enfilan la cuesta que finaliza en San Marcos. A partir de ese momento, una muchedumbre emprende la carrera hasta la plaza de toros, montada en un marco de granito y arquitectura sobria, avanzando por calles que se estrechan según van a morir en la plaza y que son testigos de un momento emocionante, cuando los toros acosan en desbandada azuzados por las picas en un tropel formado por corredores, novillos y caballos.
El recorrido por La Raya –esa línea natural, pero también ideológica entre España y Portugal– finaliza, en cuanto al toro como protagonista, salvo en pequeñas capeas salteadas por la ribera del Duero, en Mieza, donde a principios de septiembre tienen lugar varios actos taurinos.
El viajero, que llegó a estos pueblos por verano, guarda en su retina la tradición de unos toros que a través de las cañadas son conducidos desde los predios hasta las calles que forman las poblaciones y mueren en sus plazas. Llevará en su corazón la amabilidad de sus gentes, la belleza de parajes surcados por cañones fluviales, praderas, feudos ganaderos y montañas boscosas en el Rebollar. Acarreará la sutileza de esos portales que huelen a puchero, porque el toro por estos lares también es olla humeante con los guisos de rabo y estofados. Relamerá esos dulces que endulzan la quemazón del aguardiente en las mañanas de toros, y revivirá esa fiesta de cánticos y bailes y chanzas y disfraces.
►La versión original de este reportaje puede consultarse en:
http://www.noticiascastillayleon.com/noticia/El-rito-taurino-eleva-la-temperatura-del-calendario-festivo-en-la-provincia-salmantina/44286/3/
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