El primer triunfo viajó hasta México: se lo llevó Joselito Adame

por | 16 Abr 2015 | Temporada 2015

SEVILLA. Primera de feria. Un tercio de entrada, en tarde con lluvia y sol. Toros de Cayetano Muñoz, de correcta presentación, con cierta nobleza pero sin  fondo ni entrega; el mejor, el 4º.  Joselito Adame (de tabaco y oro), silencio y una oreja. Oliva Soto (de celeste y azabache), silencio y  silencio. Esaú Fernández (de marino y oro), palmas y palmas. Se guardó un minuto de respeto en memoria del picador Alfonsillo de Camas, abuelo de Oliva Soto.

Tras la muerte del 5º, el diestro Oliva Soto fue atendido en la enfermería de la plaza de un "varetazo corrido en región escapular derecha y otro en región lumbar izquierda. Pronóstico: Leve".

Con poquito personal en los tendidos y prolegómeno de lluvias, que luego rompieron en sol, el ciclo abrileño se abrió con acento mexicano, el que puso en el 4º de la tarde Joselito Adame.

Para la ocasión, Cayetano Muñoz mandó un lote bastante parejo, con ejemplares de preciosa lámina. Pero, ¡ay!, estaban vacíos de contenido, con la excepción del citado 4º. Si se quita el que hizo 5º, que pronto se orientó, dejaron entrever un punto de nobleza, pero la falta de fondo y de entrega hacían imposibles que la sacaran a pasear. Por esa carencia de emoción la tarde discurrió con tan escasas glorias.

Entre caídas y amagos, poco podía trascender el hacer de Joselito Adame con el que abrió plaza, ni aunque lo llevara cogido con alfileres. Una serie más lograda con la mano izquierda y pare usted de contar. Supo entender bien a su noble y también blando segundo, en una faena que fue de menos a más. Algo más dubitativo en sus comienzos, con la muleta a merced de enganchones, a la tercera de las series advirtió que el tal “Muñeco” requería suavidad en las muñecas, no tirones. Y advertido que fue, se centró bien el mexicano y ahora sí, ahora los naturales nacieron templados, por abajo, con gusto, mientras que el toro respondió yendo a más.  Al final, consiguió Adame redondear una faena muy estimable, a la que puso fin de una estocada tendida y un descabello.

El espectador advierte menos las circunstancias que rodean al torero; hasta podría decirse que resulta innecesario. No por sensiblería sino porque era la realidad, hay que anotar que Oliva Soto hizo el paseíllo unas horas después de haber enterrado a su abuelo, Alfonsillo de Camas. A lo mejor será por ese sentido épico propio de lo taurino, cuando se abrió la puerta de cuadrillas para él todo quedó atrás, aunque solo fuera por un rato. La decisión del torero de Camas resultaba innegable, como innegable es que le correspondió un lote infumable. Uno que a duras penas se mantenía de pie y otro que se orientó desde la primera vez que vio hueco entre muleta y torero. Por eso, sólo pueden anotarse detalles, como unos lances y dos medias con buen aire y algún natural suelto. Con la espada no tuvo fortuna, pero al menos fue breve.

Aunque también con un lote escaso en posibles, el aficionado sí advirtió que Esaú Fernández ha mejorado una barbaridad con respecto al pasado año. Serenado el ánimo, buscando siempre la largura y el temple, ya no es el espada al que todo le iba en deseos de agradar. Su toreo ha adquirido un peso y un pozo que hasta ahora no tenía y que reabre una esperanza para verle en mejores condiciones.

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Taurología

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