Hay noticias que a veces parece que tienen una trascendencia muy medida y sin embargo de cara al futuro resulta especialmente relevante. Es lo que ocurre con la decisión del Instituto de Estudios de Comunicación Especializada de considerar al periodismo taurino como una especialidad periodística de la actividad profesional de la información.
Gracias a una proposición muy bien justificada por Miguel A. Moncholi, uno de los primeros periodistas taurinos que alcanzó el grado de Doctor en Ciencias de la Información, se acaba de aprobar por unanimidad esta incorporación. Y no se trata de una mera decisión de orden académico, que resulte ajena a la problemática actual de la Fiesta de los toros. Por el contrario, supone un paso que está llamado a tener trascendencia y relevancia.
Desde la mítica figura de “Abenamar” como cronista de toros, el ejercicio del periodismo taurino, con sus luces y sus sombras, ha ido siguiendo un camino lento pero continuado hacia su profesionalización y su dignificación. El acuerdo ahora adoptado por el Instituto de Estudios de la Comunicación Especializada viene a ser el paso definitivo que faltaba para culminar este empeño.
En su día se quejaba don Miguel de Unamuno –que no siempre los genios aciertan en sus juicios— que uno de nuestros males radicaba no en que en la prensa española se escribiera mucho de toros, sino que se hiciera de manera ramplona y sin fundamento. La verdad es que era una de las épocas doradas de la literatura taurina, con personalidades muy destacadas de la intelectualidad volcadas en cuanto representaba la Fiesta. En esto, don Miguel no acertaba.
De siempre en el entorno del Arte del Toreo hubo un núcleo muy importante de intelectuales y escritores, cuyo paradigma siempre ha sido la figura del gran pensador español del siglo XX: don José Ortega y Gasset. Pero no ha sido el único. Por ejemplo, no son pocos los académicos que se acercaron no sólo con curiosidad, sino con verdadera pasión a lo taurino. Por eso la bibliografía taurina ya desde finales del siglo XVIII tiene ejemplos verdaderamente excelsos, como queda de manifiesto, por ejemplo, con los escritores de la Ilustración.
Pero no siempre ha sido así. Resulta innegable que hubo etapas, hoy prácticamente superadas, más tristes y preocupantes en el periodismo taurino, cuando no se podía diferencias que era información y que propaganda de pago. En nuestros días tuvieron que ser un grupo de jóvenes profesionales los que emprendieran el empeño de dignificar el oficio. Entre los que resultan hoy más recordados estaban Vicente Zabala Portolés y Joaquín Vidal, pero también en la prensa local y regional había ejemplos muy dignos de ser tenidos en cuenta.
Gracias a aquellos esfuerzos, que no resultaron ni fáciles ni cómodos para sus protagonistas, por la incomprensión de los propios taurinos y la dejadez de muchos editores, el ejercicio del periodismo taurino emprendió una senda de dignificación que ha resultado de una especial importancia para el devenir de la Fiesta.
Ahora, cuando una institución académica procede a reconocer el periodismo taurino como una especialización profesional, bien podríamos decir que se culmina este proceso. Sus efectos no serán inmediatos, porque ninguna de las decisiones académicas, del orden que fueren, tienen consecuencias de un día para otro; pero de cara al futuro, va a suponer mucho y bueno.
En el fondo, ahora que tanto se habla y con razón de la fundamentación cultural de la Fiesta, esta decisión viene a confirmar que, en efecto, cuanto se relaciona con el arte de los ruedos tiene unos no es una mera discusión entre entendidos; por el contrario, se trata de una realidad que entronca con uno de los elementos fundamentales: las realidades académicas. Por eso, quienes aman la Fiesta deberían felicitarse del paso dado.
Pero este también es el momento para recordar la importancia que han tenido los cursos de Periodismo Taurino que desde ya diez años se han venido celebrando en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, con el apoyo de la Fundación Joselito, que han constituido el embrión de esta nueva realidad.
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