BILBAO. Previa a las Corridas Generales. Algo más de media entrada en tarde agradable. Toros de los distintos hierros de Capea, reglamentariamente despuntados, con presencia y manejables; destacaron el 3º y, sobre todo, el 4º, excelente. Pablo Hermoso de Mendoza, silencio y dos orejas. Andy Cartagena, silencio y dos orejas. Lea Vicens, silencio y una oreja. Hermoso y Cartagena salieron a hombros por la puerta grande.
No pocas de las disputas infantiles siempre han solido concluir con una frase lapidaria: “Me he quedado con tu cara”. Cuando después de dos horas y media concluyó este festejo preliminar de rejones, bien se le podría decir a Matías González, el Presidente de las corridas, algo más o menos similar: “Matias, nos hemos quedado con la foto de los pañuelos que había en los tendidos para que dieras dos orejas”. Y en dos ocasiones consecutivas, además.
Se pierde en la noche de los tiempos la vez anterior que tan pocos pañuelos dieron para tanto. Pero queriéndolo no, el Palco ha colocado este sábado el listón que, si hubiera coherencia, ya deberá aplicar el resto del abono, ahora que vivimos en la era del pañuelometro. Nunca se había discutido tanto y en tantas plazas con los Palcos por el número de pañuelos al viento. Y puestos a mirar hacia otras, no faltará quien diga: “Matías quien te ha visto y quien te ve”. Y es que estaba completamente fuera de tiesto ese fervor orejil que entró en el Palco bilbaíno sin el debido fundamento.
La corrida de rejones, al menos en su segundo mitad, resultó un espectáculo entretenido para el público. Le resulta de aplicación esa frase tan de los taurinos de que “lo importante es crear espectáculo para el público”, que suele ser el prólogo para consentirlo casi todo. Y no, los aficionados que subieron hasta el coso de Iralabarri iban a ver una corrida de toros a caballo desde luego, pero a a contemplar como se torea y se lidian seis cuateños. Si hubieran querido asistir a un espectáculo se irían al teatro, o al circo, de tanta tradición en Bilbao y donde encajan como anillo al dedo las acrobacias equinas, que serían todo un numerazo para la función.
Aunque no fuera totalmente afinada, que las ha tenido mejores, hubo mucho interés en la lidia que Hermoso de Mendoza dio al excelente 4º toro, noble y templado hasta decir basta. Toreó de forma exquisita, clavó siempre con verdad y en su sitio, tuvo un tercio de banderillas primoroso, pero mató trasero y contrario, sin hacer la suerte con limpieza. Faltó tiempo para que don Matías sacara al unísono los dos pañuelos blancos.
Con bastante menos sustancia la imagen se repitió frente al 5º, con el que Andy Cartagena entusiasmó ¡con las acrobacias de “Luminoso”, con el toro en la otra punta del ruedo!. Mucho menos entusiasmo provocó el desigual tercio de banderillas. Pero cuando todo vale, el efecto fulminante del rejón de muerte, debió enardecer al Palco, tanto que volvió a sacar los dos pañuelos.
Tanto Hermoso como Cartagena cumplieron a secas con sus dos primeros ejemplares del Capea, de los que sólo el 2º tuvo algo de clase que no fondo, frente a lo deslucido del que abrió la tarde. Ambos toreros tuvieron sus dificultades con el rejón de muerte.
Los primeros momentos verdaderamente vibrantes de la corrida los protagonizó Lea Vicens con el buen 3º, con un muy logrado tercio de banderillas a lomos de “Bético”, un lujo de caballo por estampa y por doma. Luego lo estropeó todo a base de pinchar por cuatro veces en el momento cumbre. Se creció ante el que cerraba plaza, uno de los más deslucidos del encierro; pero luego fue capaz de templar con suavidad, elegantemente, en el tercio de banderillas, especialmente con la ya citado “Bético”. Se reunió muy bien para clavar la rosa, montando a “Greco”, y lo mató de un rejón arriba, a cambio de ver como el toro atropellaba a “Espontáneo”. Suya fue la quinta oreja de la estadística del día.
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