No ya por sus faenas del otro día en Azpeitia, a dos toros de Pedraza de Yeltes, sino por el conjunto de la temporada que viene haciendo Curro Díaz, ningún riesgo se corre si se afirma que el torero de Linares, cuando el año que viene cumplirá 20 años de alternativa, atraviesa uno de los momentos más dulces de su carrera. Y con todo merecimiento.
La comenzó abriendo la Puerta Grande de Las Ventas, aunque ello no le supuso entrar luego en los carteles de San Isidro, una plaza a la que no podrá volver, si es que lo hace, hasta los carteles de la Feria de Otoño. Le habían dejado también fuera de Sevilla, donde tiene su ambiente. Y fuera de las corridas duras de Vic-Fezensac, Mont de Marsan y Ceret, en las grandes ferias tan sólo Pamplona se acordó de él; el resto ha discurrido por plazas de orden menor, aunque en una de ellas, la de Calasparra (Murcia), ha indultado a un toro de Victorino.
Es cierto que en los últimos años no terminaba de romper, especialmente en los abonos de Madrid y Sevilla. Dejaba siempre el sello de su singularidad, pero no iba a mayores, no terminaba de asentar su toreo más allá de una buena concepción.
En 2016, en cambio, nos encontramos con un Curro Díaz en plena madurez, una de cuyos máximos exponentes radica en la rotunda naturalidad de sus maneras de ejecutar el toreo. Lejos quedaron aquellas formas forzadas, en la búsqueda de una expresión diferente; ahora realiza las suertes con sosiego, con asiento, con serenidad, e incluso con mayor calidad y profundidad.
Como es lógico, en ese nuevo contexto sus formas tan ortodoxas de manejar los trastos y el buen entendimiento de la condición de sus enemigos, le permiten brillar con luz propia. En la actual campaña lo ha demostrado en reiteradas ocasiones, incluso con las corridas duras.
Y eso se nota, aunque no sea de forma relevante e inmediata, en el número de contratos. De hecho, tan sólo con los contratos que ya tiene firmados hasta septiembre, alcanzará en esta temporada su mayor número de actuaciones en los ruedos de Europa.
En las últimas cinco temporada, fue la de 2012 la que le permitió más paseíllos: 18 en total, ocho de los cuales fueron en plazas de primer nivel. Pero al año siguiente bajó hasta 12 y en esos niveles se ha ido manteniendo más o menos. Ahora, con la Puerta Grande de Madrid y sus otras buenas tardes –la de Azpeitia resultó soberbia– podría pasar muy cumplidamente el listón de la veintena.
Si el término no hubiera sido tan desprestigiado por algunos profesionales, hay que reconocer que Curro Díaz encaja hoy como anillo al dedo para ir de primero en muchos carteles con vitola. Y no sólo en esos carteles digamos que complementarios de los abonos; también en los de mayor nivel.
Y si por la formas de gestión actuales, en la presente campaña no le dan más huecos que los que ya tiene, de mantenerse en este momento dulce acabará colocado en una posición magnífica de cara a la temporada de 2017.
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