HUELVA, 4 de agosto de 2012. Tercera de la feria colombina. Prácticamente lleno. Toros de Núñez del Cubillo, de proporcionada presentación para esta plaza, excepto el segundo; todos manejables pese a su medido motor y con especial calidad el 3º –premiado con una excesiva vuelta al ruedo– y 4º. Julián López «El Juli» (de nazareno y azabache), una oreja con petición de la segunda, dos orejas y una oreja. Alejandro Talavante (de grana y oro), una oreja, dos orejas y gran ovación tras petición. Los dos espadas salieron por la puerta grande. El sobresaliente Antonio Fernández Pineda (de rosa y oro) resultó arrollado por el 6º, cuando se le vino inesperadamente encima el toro, sufriendo una contusión en la rodilla.
Una gran tarde de toros. Más allá de triunfalismos, la realidad es que se pudo ver un verdadero mano a mano, en el que los espadas hasta se inventaron literalmente una competencia en quites, variados y toreros por cierto, aunque no tomaba causa de los correspondientes puyazos. Y a mayor abundamiento, al tercero lo banderillearon «El Juli» –después de tantos años sin coger los palos– y Talavante, en lo que acabó siendo tercio muy lucido. Total, que la feria que tenía todo su peso en este 2012 en el paso por Huelva de José Tomás, acabó teniendo como triunfadores a otros dos toreros. Y con todo merecimiento. El toreo suele tener estas cosas.
Para la ocasión, como si se tratara de mortificar a Tomás y su veto a Cuvillo, de la dehesa gaditana Álvaro Núñez Benjumea trajo una corrida parejas –salvo el «zapatito» que hizo de 2º, que desmerecía del conjunto– extremadamente colaboradora, aunque su motor fuera justito, lo que hizo que prácticamente todos se vinieran un tanto abajo mediadas las faenas de muleta. Aunque no tanto como para la vuelta al ruedo, decretada por voluntad popular, excelente fue el son del colorado lidiado en tercer lugar; después de un amplísimo tercio de quites y otro tanto en banderillas, aún tuvo arranque para permitir tres series magnificas de El Juli con la muleta. Con excelente tranco también el cuarto, con el mismo defecto de acabarse pronto. Pero, con la presentación propia de cada plaza, el conjunto de «cuvillos» resultó la base de todo.
Lo de «El Juli» cada día causa un poco más de asombro. En pleno magisterio anda como esa ansía de ser el número 1 como si acabara de tomar la alternativa. Ya venía pidiendo paso en el paseíllo, como dejó claro en cuanto se abrió de capa en el primero. Variado y con templaza, su toreo capotero rayó a muy buena altura toda la tarde. Mérito tuvo la forma con la que metió en la muleta al que abrió plaza, al que al final con una técnica sobresaliente –y una no menor decision– acabó obligandolo a embestir por el pitón izquierdo, por donde más renuente se mostraba el «cuvillo». Completísimo se le vio con el buen 3º, hasta con los palos, con un último par de dentro a fuera de poder a poder. Con la muleta no se podía torear con la mano más baja ni con más largura, todo hilvano en un todo con adornos y pases de pecho y por abajo. Y de nuevo al quinto, que quedó más mermado por el volteretón que se dio en un quite, lo supo entender, hasta exprimir todas las embestidas que tenía. Como en los tres se mostró contundente con la espada, al final fueron cuatro orejas, y si el presidente no se pone un tanto más exigente que otros días pudieron ser cinco.
Por más que el monopolio de los grandes empresarios le pongan zancandillas sin sentido, cada día da más gusto ver al torero de Velilla de San Antonio. Sin teatralidades extrataurinas, basado tan sólo en su leal saber y entender, se ha consolidado como el número 1. Pocos le pueden hacer sombra hoy en día. Y a aquellos que pudieran hacerlo, les planta cara lealmente. Como está en ese punto de afición y de capacidad técnica en la que a todos los toros les puede dar fiesta, El Juli va imponiendo su ley de forma implacable. Está, sencillamente, intratable.
Alejandro Talavante ya no es esa promesa zigzageante de hace un par de años. Ha encontrado su sitio y como ya maneja con más equilibrios sus originalidades con el toreo fundamental, gana pasos día por día. En Huelva hemos visto a ese Talavante que busca torear muy reunido y ligado y que, cuando el toro se viene a menos, sabe meterse entre los pitones con creatividad imaginativa. Y con verdadero riesgo. Como sus progresos le permiten mantener una alta cota de regularidad, su camino cada vez está más expedito.
Debo reconocer que en el coso de la Merced me he reconciliado más con la proyección futura del torero extremeño. En dos de sus toros, por ejemplo, le hemos admirados otras tantas tandas de naturales no de los que se dan, sino lo que parecen pertenecer tan sólo al campo de los sueños. Maravillosos. Pero toda su actuación rayó a una muy buena altura. Si no llega a ser por la fea estocada al que cerraba plaza, abría acompañado a «El Juli» en su número de trofeos.
Y una matización final. Huelva siempre ha sido plaza muy proclive a inclinarse del lado de los toreros. Debe certificarse que en esta tarde de sábado, las altas vibraciones del respetable tuvieron en su inmensa mayoría eso que los filósofos nos definen como «fundamento in re». A la postre, lo de menos es lo de las siete orejas; lo esencial es que se ha visto toreo las más de las veces en su estado natural, ese estado que en un momento determinado le hace a uno ponerse de pie instintivamente. Y esta tarde ocurrió en varias ocasiones.
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