"Me siento pleno, el domingo pude expresarme toreando y fue una de esas tardes que marcan lo que soy como torero. Por encima del triunfo, en el ruedo quedó plasmado el concepto del toreo que de verdad a mí me gusta y eso es lo más importante". Este viene a ser el balance que “El Juli” ha hecho de su tarde triunfal en el ruedo de la Real Maestranza el pasado Domingo de Resurrección.
"La tarde fue muy redonda en general, pero en el quinto toro llegaron los momentos más intensos. Pude arrastrar la mano al toro, sentirme, expresarme y, en definitiva, llegar al toreo que yo busco. Y hacer todo eso congeniando con una forma de embestir que, a mi juicio, se traduce en la verdadera clase y bravura", ha comentado el torero.
Y de cara al futuro, en la revista “Aplausos” ha añadido: “Las cosas están claras. Soy un torero que cuando se le trata con respeto, con el sitio que en la plaza creo haberme ganado y con el reconocimiento que mi trayectoria y mi nombre merecen, no resulto intransigente. Lo que sí exijo es un respeto. El mismo con el que, por ejemplo, se me ha tratado este año en Sevilla. Estaré en las plazas donde de verdad se quiera contar conmigo. No creo que haya ningún empresario que pueda decir que no me puede contratar".
¿Pero cuál ese paradigma del toreo que tiene en la cabeza “El Juli”?. Para comenzar, la historia de la Tauromaquia: “Desde pequeño siempre me gustó saber todo lo que había sucedido a lo largo de la historia del toreo, cómo habían sido las figuras de todas las épocas, cómo fue evolucionando el toro bravo, cómo y por qué ocurrieron exactamente los acontecimientos… Me he pasado horas y horas leyendo libros y viendo vídeos antiguos y modernos de todos los toreros. Y de lo que ocurre ahora, también. Sigo atentamente las temporadas de mis compañeros. Además, me preocupa la marcha de todas las ganaderías. Estoy mucho en el campo y no solo en el mío. En el toro está siempre el quid de la cuestión. Es la clave de todo”.
Y en ese recorrido histórico no se anda con rodeos: “Joselito El Gallo, junto con Belmonte, es una referencia para los toreros. Me identifico en muchas cosas con él. Cuando llegó al toreo había muchas cosas por hacer, desde las plazas de toros hasta la organización de cuadrillas, los apoderados, los veedores. Todo le interesaba y la gran estructura moderna del toreo se la debemos a él y en lo que se refiere a la relación con el toro me identifico mucho con su persona, con ese afán que tuvo de perseguir un toro cada vez más bravo con embestidas mejores”.
Pero se trata también de un concepto evolutivo de la razón taurina que le mueve: “Siempre tuve dentro de mí ese propósito de evolucionar. Pero al principio las circunstancias eran otras. Había que triunfar siempre y sin descanso. Sumar y sumar corridas y cuantas más orejas mejor, como fuera. Reconozco que esos primeros años triunfé clamorosamente casi todas las tardes, pero no sabía por qué. Ahora es cuando disfruto más que nunca. Ahora sí que sé por qué triunfo y por eso interiorizo tanto mis sentimientos y satisfacciones. Pero siempre pensé en que tenía que lograr torear como lo hago desde hace algún tiempo. En Sevilla, afortunadamente, lo han descubierto”.
Y al respecto de su propia evolución recuerda: “Yo no estaba contento y satisfecho con mi situación. Dejó de interesarme la simple acumulación de triunfos porque empezaron a parecerme vacíos de contenido a pesar de lo mucho que disfrutaban los públicos conmigo. Fue exactamente a raíz de apoderarme Roberto Domínguez, alguien enormemente locuaz y sabio. Enseguida me identifiqué totalmente con Roberto. Fue el primero en comprender mis dudas y en compartir mis deseos e ilusiones más íntimas. Roberto sabía tan bien como yo que, en cuanto me lo propusiera, conseguiría convertirme en lo que soy”.
“Fue algo muy, muy difícil para mí –añade– Y también para la gente que no entendía nada. Yo notaba la impaciencia del público. Entiendo que no se explicaran un cambio tan repentino todavía sin solución palpable. Tampoco aceptaron muchos que dejara de banderillear. Los muchos que ni siquiera adivinaban cuales eran mis verdaderas intenciones, no entendían qué luchara por buscaba conseguirlo un día tras otro sin que lo que me proponía interiormente resultara medianamente lucido. Me veían extraño, como si no fuera yo, con mi alegría y entusiasmo perdidos. Fueron casi cuatro años el tiempo que duró mi transfiguración profesional”.
Y si nos venimos a los tiempos actuales, sus objetivos están claros: “Lo que hoy persigo es que lo que hago en la plaza fluya de la manera más natural posible. La técnica la tengo asimilada muy dentro de mí y quiero que esos momentos vayan surgiendo en el ruedo de la forma más intuitiva posible, que el corazón te marque como tienes que torear, con cabeza, pero con el corazón por delante. De hecho, cuando uno está a gusto no piensa en la técnica; es el sentimiento el que te dicta cómo has de torear”.
Pero no considera que haya llegado ya a su meta soñada: “Me quedan muchas cosas que conseguir. Yo soy un inconformista nato. Esto de ahora ha sido un paso más en mi carrera. Claro que seguiré dándolo todo. La íntima convicción de continuar toreando es lo que más me motiva y me ayuda para progresar más y más cada tarde, cada año…”.
“Ahora mismo – dice el torero– me reconozco dueño de mi propia carrera. Reconozco que he vivido una época que fui consciente de la oportunidad que me había ofrecido la vida y la aproveché. Pero no fue una cosa que elegí en ese momento. Ahora mismo sí me siento dueño total y absoluto de mi trayectoria”.
“Al cabo del tiempo, los toreros vivimos del recuerdo de lo que hicimos, no de las orejas que cortamos. Y así, no me importó que en mi primera corrida de la feria en Sevilla, solo me dieran una oreja por mi primera faena. Lo importante fue que ahí quedó para el recuerdo de los que la disfrutamos. Los aficionados, yo lo soy tanto como el que más, casi nunca hablamos de las orejas que consiguió tal o cual torero en determinadas actuaciones. De los que hablamos es de cómo estuvo, de cómo fueron las faenas, de cómo mató a los toros, de lo bien que anduvo con el capote…”.
Y todo ello, desde una referencia obligada al miedo, a la responsabilidad: “Miedo, siempre paso mucho. Terror y pánico, la verdad, nunca los he sentido. Pero el miedo es necesario sentirlo porque nuestro arte, sin miedo, no sería tan apasionante como es. El miedo le da un baño especial al toreo. Sin miedo, no sería lo que es. No sé exactamente cómo explicarlo. El miedo da una pátina distinta al arte del toreo. Y en cuanto al pánico, si lo padeciera no sería torero. Y si lo sintiera, no podría torear bien”.
Pero un modo de razonar tan claro y lineal no le impide observar la realidad taurina actual, sus problemas, sus propios errores. ”El mayor pecado del mundo del toro es no habernos sabido adaptar a la sociedad de nuestros días. Somos un mundo endogámico y hermético que nos expresamos en un lenguaje en el que no nos entienden, que siempre vivimos mirando al pasado. En definitiva, nos hemos aislado. No hemos sabido transmitir la grandeza del espectáculo y nos han terminado dando de lado desde la juventud hasta la televisión. Los adolescentes españoles ya no se miran en el espejo de los toreros. Nos hemos encerrado en nuestros pequeños universos, en nuestras fincas. Ya no somos referentes sociales, ni personajes ejemplares, ni mucho menos ídolos para la juventud por mucho que nos juguemos la vida. También le digo que algunos compañeros han dado una imagen frívola en los medios de comunicación que nos ha ayudado poco. Han sido un lastre”.
“No digo que la sociedad no se haya destaurinizado, pero las opciones que tenemos al alcance de la mano son infinitamente superiores a las de tiempos pasados. Además, no olvido que somos el segundo espectáculo de masas del país, que generamos cerca del 1,5% del PIB de España y cerca de 200.000 puestos de trabajo directos e indirectos. Que más de 5.000 municipios programan festejos taurinos y que el Estado recauda por el IVA algo más de 41 millones de euros; por encima del cine, el teatro, la danza. Más que destaurinizados, diría que los españoles nos comparten con otras muchas opciones y aficiones culturales”.
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