El Juli marca su nuevo ritmo. Lo adelantó ya hace unas semanas, cuando afirmaba que para la temporada de 2013 prefería antes 25 corridas que 30. Marcaba así los límites que quiere para su temporada. No es ni la primera ni la última de las grandes figuras que se toma estos impasse; en unos casos acabó siendo una política estable, en otras se trató de decisiones circunstanciales.
Y dentro de esos nuevos tiempos, ya es seguro que no se contratará para la feria de San Isidro. Pero también es lo más probable que tampoco comparezca en Fallas y en la feria de Sevilla; cuando el dato lo da una persona seria como Carlos Crivell hay que darlo por bueno.
De seguido viene a la cabeza que justamente fueron las tres ferias que el año pasado le pasaron factura al torero de Velilla de San Antonio, que acabó pagando los platos rotos del caso del G-10 y la gestión de ASM de los derechos de imagen. ¿Hay una relación causa-efecto entre aquello y lo que ahora ha decidido? Lo fácil es contestar que sí, pero en realidad vaya usted a saber, que los toreros suelen ser poco previsibles en sus decisiones.
Pero una cosa es rigurosamente cierta: sin Valencia, Sevilla y Madrid la temporada de 2012 fue verdaderamente cumbre para El Juli. Dio la cara en plazas exigentes y de relevancia, desde Bilbao a Zaragoza, y sobre todo demostró su capacidad para dar una nueva dimensión como torero, hasta cuajar una de sus campañas más meritorias, en la que no había circunstancia que se interpusiera en su camino.
Por eso, más allá del caso concreto de las ausencias, la temporada de El Juli se va a medir con la misma vara que el mismo marcó el año pasado. Da toda la impresión que es el campo de juego que hoy por hoy le va a este torero.
Históricamente los taurinos han solido restar importancia a estas ausencias, bajo una razón suprema: todas esas plazas van a continuar estando ahí por muchos años; tiempo habrá de volver.
En el fondo se trata de una opción tan legítima como su contraria, con la condición necesaria e indispensable que se desarrolle con respeto al toro y con la verdad por delante. Pero no parece que ese sea un elemento que incomode a este torero, que tiene acreditado que no es dado a hacer bolos verbeneros.
Pero si miramos un poco más allá, la decisión de El Juli es coherente con su postura de ser él mismo quien marque sus destinos como torero, que es una forma muy propia de reivindicar el papel que le corresponde en el toreo; un papel, debe reconocerse, sensiblemente devaluado en estos tiempos, cuando antes que probemos el turrón ya se conocen carteles cerrados para cuando la temporada 2013 haya entrado en su declive y cuando con el sistema actual de gestión una mayoría de toreros van de a tres en fondo de un lado para otro.
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