Cuando camina hacia los 20 años de alternativa, a El Juli le ha llegado una etapa de mayor sosiego, de mayor calma interior. Después de unas temporadas en la que raro era el charco en el que no se metía, durante 2016 ha ido literalmente a su aire, sin otra pretensión que la de sentirse a gusto en los ruedos. Y eso se ha notado. Su concepción del toreo sigue marcada por los mismos parámetros; ahora la diferencia estriba en que se expresa con un estado de ánimo ajeno a todo lo que no sea él mismo. Gana muchos enteros.
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Festejos: 40
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Durante la última campaña el madrileño ha dado la cara en todas las plazas de importancia. De hecho, de los 40 festejos que suma tan sólo 5 fueron en plazas de tercer orden.
Comenzó con buen tino en las tierras levantinas, superó con creces la prueba de volver a Sevilla –aunque a costa de una cornada–, dio muy buena dimensión con un toro de El Vellocino en Madrid, salió triunfante de los sanfermines, ha cubierto bien las etapas francesas, tuvo su épica el mano a mano con José Tomas en la plaza de Illumbe, emotivo su paso por Albacete… Entre las que puntúan, tan sólo faltó a Zaragoza.
En muchas de esas tardes se las ha visto con los toreros nuevos, a los que parece que ha querido buscar en la puerta de cuadrillas, solos o acompañados por otro tercer espada. Da la impresión que eran carteles que le motivaban.
Pero si se trata de valorar su toreo, El Juli sigue en su pelea particular entre la técnica y la estética. Técnica y poderío tiene ya muy demostrado; en cambio anda más en discusión su sentido de la estética. En parte, por su forma particular de entender cómo se carga la suerte; pero también porque en ese afán de someter a los toros no todo se puede resolver airosamente. Con todo, una cosa se comprueba a vista de tendido: cuando El Juli se siente, el aficionado vibra.
Le queda por delante una reválida difícil para quién está en figura: salirse un poquito del dichoso “toro predecible”, diversificar más el tipo de ganaderías con las que se anuncia. Para el gran público probablemente resulte indiferente, pero al aficionado le gustaría verle con una mayor diversidad de encastes, que no quiere decir echarse a las espaldas todas las camadas del “Tío Picardías”. Hay muchos encastes con los que una figura se puede anunciar, sin que por ello haya que catalogarlo como una hazaña.
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