ZARAGOZA, 3ª de feria. Casi medio aforo. Toros de Montalvo –el segundo como sobrero–, de gran disparidad de hechuras, pero todos sin fuerza y descastados. Curro Díaz (azul añil y oro), ovación y palmas. Leandro (malva y oro), silencio y silencio. Salvador Vega (rosa pálido y oro), palmas y silencio.
Parte facultativo de Isaac Galvín: Cornada interna que provoca rotura del músculo rectal del muslo izquierdo
Se ha hecho de uso común entre los taurinos cantar a los toros por su bondad, aunque a continuación tengan que matizar, casi como una cuestión menor, que la corrida habría lucido mucho…. si hubiera tenido casta y fuerza. En otros tiempos se empezaba por ahí. Si una corrida no tenía ni casta ni fuerza, ¿para qué servían las bondades? Pero como si nada. Se han inventado el toro ni-ni, y todos tan contentos tarde tras tarde. Menos los aficionados, que se aburren como percebes sentados en el tendido.
Ni se sabe el número de ni-ni que hemos visto en esta temporada. Y lo malo es que, con la forzosa dinámica de medio plazo que tiene la crianza de bravo, para el año que está por venir, el panorama puede no ser diferente. Pues nada, sigamos con el ni-ni mientras el cuerpo aguante.
Del toro ni-ni a la corrida light hay un paso nada más. Así que mejor será no contarles nuestras desgracias a los animalistas, porque de la misma la emprenden contra ILP, ahora para que las corridas se celebren con un toro mecánico. Y ya lo tendremos todo al completo: el jamón sin jamón, el café sin café… y la corrida sin toro. El colesterol lo vamos a tener fenómeno, pero nos va a entrar muermo de aquí te espero.
Lo que a lo mejor no han pensado estos colaboracionistas de los ni-ni es que, además de tenernos hasta el gorro con las corridas de toros que no parecen toros, hacen demasiado daño a la Fiesta como para que se puedan aceptar sus planteamientos, por muy liberal que se quiera ser.
Pero lo peor de todo es que el ni-ni en ocasiones engaña. Y así, parecía que el tercero de esta tarde iba a tirar hacia adelante, cuando Salvador Vega le ofrecía la muleta dándole distancia. Esperanza vana. A la segunda vez ya sacó su cartel reclamando el tratamiento de ni-ni. Nuestro gozo en un pozo. Pero es que, además, era una situación reincidente: exactamente lo mismo nos ocurrió con el primero de la tarde, al que Curro Díaz recetó con empaque los muy pocos muletazos que admitía.
Sin ser como para recorrerse España de punta a punta ansiosos por verlo, la verdad es que el cartel del día estaba muy compuestito. Aunque no arrastren multitudes, los tres espadas saben hacer el toreo y, cada uno a su aire, tienen algo que decir. Por eso, si en lugar de seis ni-ni se hubieran lidiado seis toros, es bastante probable que hubiéramos asistido a una tarde entretenida y de interés. Pero como ni el mago Merlín cambió la situación, no quedó más opción que aguantar el petardazo. Menos mal que Zaragoza con su bendita cubierta salva al personal del diluvio, que cayó durante la tarde. Y todavía hay gentes con remilgos a la hora de plantearse cubrir su plaza; les recetaba yo la corrida de hoy, pero a base de paraguas.
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