MADRID. Tercera de la feria de Otoño. Más de tres cuartos de plaza. Toros de Vellosino, bien presentados aunque desiguales, mansos y con la fuerza justa. Uceda Leal (tabaco y oro) silencio y silencio. Eugenio de Mora (corinto y oro) silencio y palmas. Gonzalo caballero, que tomaba la alternativa (balnco y plata) saludos con fuerte ovación en ambos.
El toreo tiene estas cosas, una tarde estás en Las Ventas viendo irse a hombros a tu amigo herido, probablemente sin ninguna corrida hecha, y la siguiente estás en el tercio de la misma plaza recibiendo una fortísima ovación en el toro de tu alternativa.
Gonzalo Caballero la recibió de manos de Uceda Leal después de una mala lidia al manso que salió en primer lugar. Había dado ya un primer aviso de sus intenciones en un quite por gaoneras y las refrendó con los estatuarios de comienzo, quieto como un poste. El toro andaba muy justo de todo y las series siguientes no cogieron fuerza porque no podía apretarle ni bajarle la mano. Se cambio la muleta a la izquierda y en la primera tanda aguantó un parón del toro de impresión, sin inmutarse, arrancando una gran ovación. Ya en las rayas llegó el arrimón, de valor seco, de tío con hambre que quiere ser alguien en esto, y las manoletinas. De nuevo la verdad recompensada, esta vez con una fortísima ovación después de pinchazo, estocada caída y descabello.
El sexto, al que había recibido a la verónica, ganando terreno y rematando con una media de rodillas, lo brindó al público. Inició el trasteo con un pase cambiado y la molestia del viento. Se puso rápido con la izquierda y parecía apuntar cosas buenas antes de un desarme. Tuvo que ponerlo todo Caballero ante un toro soso, que acusó además el mal puyazo en toriles. Volvió a cerrar con Manoletinas. Lo mató de pinchazo y estocada, para volver a recibir una gran ovación, reconocimiento de Madrid a un torero que apostó al todo y, aunque no lo ganó, porque no se podía, salió de la plaza con reforzado.
Uceda Leal sorteó dos toros complicados para el lucimiento. Uno por flojo, porque quería y tenía calidad, pero no podía. El otro por huidizo, un manso de carretas. En el primero, el de la calidad, no se acopló Uceda, en la tónica de la temporada. Dejó, eso sí, un natural limpio y una estocada de las que acostumbra. En el segundo, el de carretas, se empeñó en torear en línea a un toro que buscaba la huida hacia donde fuera y pasaba sin gracia, con la cara a media altura. De nuevo estocada, aunque esta vez con descabello añadido.
Otros dos toros flojos le tocaron a Eugenio de Mora. Al que hacía tercero lo pasó al principio a su altura, en línea, confiándolo sin dejarle caerse para después apretarle. Se cayó cuando lo hizo, pero aún fue capaz de dejar una serie con un par de buenos muletazos, relajado. La izquierda, inédita. Al quinto, que recibió una lidia mala de solemnidad, le enjaretó una serie de rodillas para empezar la faena. Lo templó después sin poder bajarle la mano, en la tónica de toda la tarde, pero el toro no transmitía absolutamente nada.
Y así se resumió la tercera y penúltima de Otoño, en la que un torero que no estaba anunciado y se encontró con la alternativa de un día para otro (literalmente) se llevó la tarde.
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