En el lenguaje que hoy se utiliza, podría decirse que en el horizonte de la Fiesta se ve venir un cambio de paradigma. En el lenguaje común, se diría que hay quienes apuestan por hacer saltar el actual estatus quo, basado en la capacidad de decisión en manos del empresariado, para dar paso a un mayor poder de los toreros.
Cambios de esta envergadura rara vez se han producido, dentro y fuera de la Tauromaquia, mediante la eclosión arrolladora de un hecho singular; normalmente ha sido la lenta consecuencia de todo un proceso de cambios sucesivos, que en ocasiones pasan hasta desapercibidos en el momento de producirse.
En el caso del toreo ocurre así, muy probablemente, como consecuencia de la división interna, que provoca de por sí una dispersión de la capacidad de poder, generando una especie de equilibrio inestable y muy generis entre unos y otros sectores. En algún momento puede parecer que todo el poder se concentra en los empresarios; pero luego surge, por ejemplo, una figura arrolladora y arrampla con lo que estaba establecido. Ocurrió con José y Juan, se volvió a dar con Manuel Rodríguez “Manolete”, se conmocionó momentáneamente con aquella pareja novilleril de Litri y Aparicio, se repitió con la irrupción radical de Manuel Benítez “El Cordobés”… Y es que, al final, aquí acaba mandando quien más veces pone el “no hay billetes” en taquilla, que es la verdadera ley de la economía taurina.
Sin embargo, no deja de ser cierto que en los últimos años el poder ha girado en torno a los empresarios, que no tienen por qué ser de modo necesario los malos de esta película. En realidad, ese fenómeno ha coincidido con el aburguesamiento de las figuras, con su política de cerrar puertas a la competencia y asentarse en la comodidad de tener hecha la temporada antes de que comience. Resultaba más seguro y rentable caminar de la mano de los grandes trust a pelear en solitario, sin otro apoyo que el favor de los aficionados, si es que eran capaces de concitarlo. De hecho, de los nuevos tan sólo José Tomás ha marcado hasta ahora su propia línea de comportamiento.
Pero el propio poder de las empresas es cuestión muy matizable. Parecía que la unión en torno a la plaza de Madrid de la Casa Martínez Uranga, los Matilla y Simón Casas iba a arrasar camino del monopolio. Luego ha quedado en algo de mucha menor envergadura y a medio plazo es más que posible que cada cual acabe caminando por su lado.
Incluso entre el empresariado más tradicional han surgido dos fenómenos nuevos: la aparición de jóvenes gestores, que poco a poco van ganando peso, en busca del relevo, y la llegada a España de empresas de otros países –comunitarios y no comunitarios– , muy al aire de esa globalización que toco lo ocupa.
Y así, hoy nadie duda de la capacidad de gestión y de influencia de Simón Casas, que se ha hecho un hueco tan importante que no se puede prescindir de él para construir una temporada. Pero no es el único caso. La plaza de Córdoba la rige un inversor iberoamericano como el venezolano Ricardo Ramírez, pero también desde México emergen en el mercado español el Grupo Bailleres y Casa de Toreros. Tampoco este es un fenómeno nuevo: no hace tanto tiempo ocurría exactamente al revés: empresas españolas controlaban las más importantes plazas y ferias de Francia e Iberoamérica.
Pero tampoco puede obviarse que gentes nuevas como Tomás Entero o Víctor Zabala de la Serna, por ejemplo, está cultivando su parcela paso a paso. Hoy tienen la dimensión que se conoce; mañana, ya veremos.
El recorrido del Club de los 5
En este contexto, tras la fallida y mal gestionada apuesta del G-10, que duró como dice el lenguaje popular “lo que un caramelo en la puerta de un colegio”, surge con una aparente cohesión mayor el Club de los 5. A la luz han salido por su confrontación con la Empresa Pagés en Sevilla, pero por debajo lo que late es un objetivo mucho más ambicioso: recuperar para las figuras mayores espacios de decisión en el planeta taurino.
Mirado desde la óptica de la historia, la escaramuza de Sevilla acabará constituyendo una anécdota, por más que en 2014 condicione la importante feria de abril. Desde el plante de los ganaderos contra Juan Belmonte, que resolvió Joselito, en pleno siglo de oro, a nuestros días, como éstas ha habido muchas. ¿Acaso no acabó siendo una anécdota aquella temporada guerrillera por las plazas menores de El Cordobés y Palomo? Todos acabaron por volver al espacio común.
Por eso, más allá del actual caso sevillano, en el que los maestrantes con bastante lógica no parecen dispuestos a tomar partido, detrás del Club de los 5 lo que de verdad late es ese intento de recuperar protagonismo y poder, bajo el criterio, tan compartible, que en la Fiesta hay dos elementos verdaderamente indispensables: el toro y el torero; todo lo demás no pasa de ser, al decir de la vieja filosofía, causas segundas.
Salvo en el caso de Manzanares, los otros socios de este club tienen un denominador común: han roto, antes o después, con la fórmula de ser apoderados por los grandes grupos empresariales, para ir por libre. Sin embargo, el factor de la independencia no deja de ser un valor entre otros muchos a tener en cuenta; no puede considerarse la “piedra filosofal” para construir una nueva etapa de la Fiesta, ni un nuevo reparto de poderes.
De hecho, si las cosas no cambian mucho, el Club de los 5 tiene fecha de caducidad más allá del episodio concreto de Sevilla. De hecho, el medidísimo comunicado que ha hecho público José María Manzanares –¿detrás está la mano de sus nuevos gestores de imagen? Eso parece— a la vez que trata de reconciliarse con la afición sevillana, mantiene el principio de solidaridad con los demás firmantes. Esto en el lenguaje político al uso es como buscar una “tercera vía” en el conflicto.
Por otro lado, desde la independencia con respecto al empresariado de España, tanto Morante como El Juli –en lo que aparentemente parece un planteamiento pensado por una única mano por sus grandes similitudes–, han optado por la fórmula de individualizar sus valores, poniendo en el mercado sus respectivas marcas. Como fenómeno de comunicación e incluso marketing es materia muy adecuada para el trabajo de los estudiosos; como hecho propiamente taurino, comprobaremos su capacidad regeneradora cuando den a conocer la realidad de sus apuestas. Si todo queda en un plan de promoción –que por lo demás resulta muy interesante y oportuno–, será de orden menor si no lleva unido un cambio de comportamientos, modificando esa estrategia de carteles cerrados sobre ellos mismos y sin abrir sus retos a más ganaderías que las que les vienen siendo habituales. O lo que es lo mismo: si no dan paso a una competencia real, que reavive los valores que caracterizan a la autenticidad de la Fiesta.
A efectos de opinión pública, entre uno y otros dejan por el momento en una cierta tierra de nadie a sus otros dos compañeros de aventura: Talavante y Perera, que todavía no han enseñado sus cartas, que a buen seguro tendrán. Es cuestión de tiempo que las podamos conocer. Pero sean las que fueren, lo más probable es que lo de Sevilla no pase de ser algo parecido a eso que en economía se conoce como “unión temporal de empresas”; esto es, una coincidencia puntual y concreta que en su propio origen tiene su fecha de conclusión.
De hecho, no se han contemplado aún los efectos que estas estrategias tengan en los restantes toreros que conforman los ejes vertebrales de las feria de postín. A Enrique Ponce, por ejemplo, lo ha devuelto a las grandes plazas, como Madrid o Sevilla y además con un grado de reconocimiento que algunos le venían negando. Pero a otros también le ha marcado una nueva senda: ahí está Fandiño entrando en el cartel de la Beneficencia madrileña y con mayor impulso frente al compromiso de la negociación con Sevilla.
La toma de temperatura en el empresariado
Por todo lo anterior, uno se malicia que esta cuestión del club de los 5 tiene un recorrido muy medido y una trascendencia limitada, por no decir escasa. Reconociendo que, naturalmente, igual de válida puede ser la opinión en contrario, para uno lo que mas curiosidad le despierta es qué es lo que va a hacer en todo este contexto Simón Casas, al que las propias figuras –varias de ellas– no han dudado en considerar su empresario favorito.
A Casas hay que reconocerle su capacidad de inventiva, de imaginación, para ofrecer cosas distintas. Luego las materializará con mayor o menor fortuna, pero indudablemente aporta ideas diferentes a las convencionales. Y se arriesga frente a la comodidad de lo habitual. Probablemente todo es así porque es de los pocos convencidos apóstoles que aún predican los valores casi mitológicos del torero.
Valencia por las Fallas y Málaga por la fiesta de la Resurrección van a dejar ver cuáles son las cartas que esta dispuesto a jugar e esta partida tan compleja como es una temporada. A su favor tiene que enlaza muy bien con ese “as de oro” que hoy por hoy es José Tomás, con el que ha sabido entenderse como ningún otro colega. Si se materializan los rumores que corren sobre su proyecto inaugural del año taurino en Málaga, pueden ser palabras mayores, comenzando por su impacto en Sevilla.
En otras ocasiones, al rebufo de las “ocurrencias” –que son mucho más que ocurrencias– de Casas han ido los demás. Ahí está el caso, en la actualidad repetido hasta la saciedad, de anunciar los mano a mano, incluso entre ganaderos. Por eso, Casas puede acabar siendo un buen termómetro para la toma de temperatura del estado general entre el empresariado.
Y todo ello en un contexto económico adverso, que es la primera falla que debe salvarse, porque si las cuentas no cuadran, todo lo demás huelga. Si en caja no hay dinero, nada hay que repartir. Quien mejor sepa resolver esta temible ecuación de las pérdidas y ganancias, acabará por ser el ganador, el que pueda traer de la mano ese nuevo paradigma que se busca. Sea empresario o sea torero.
¿Y si después de tanto, aquí no pasa nada?
Con todo, la hipótesis peor que puede plantearse en este movido comienzo del año taurino es que, al final, se cumpla la tantas veces repetida conversación de Rafael El Gallo con Juan Belmonte, en una de las tardes aciagas de “espantás”.
Cuenta la historia que El Gallo le manifestaba su preocupación a Belmonte acerca de qué iba ocurrir en la plaza al finalizar la corrida, después del sonoro petardo que había dado. Y Juan, que nunca fue sentencioso, le contestó impávido: “Dentro de dos horas se habrá hecho de noche y aquí no ha pasao ná”. Y así fue.
La peor opción para los verdaderos intereses taurinos es que después de tanta idas y venidas, de tanta polémica y tanto anuncio de novedades, cuando salga el toro aquí no pase “ná”. Sería una prueba casi irrefutable de la falta de vitalidad de la Fiesta. Y ese diagnóstico encerraría una gravísima dolencia, en especial en los tiempos que hoy vivimos.
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