El hoy secretario general del PSOE y entonces ministro del Interior firmó una firme y clara exaltación cultural de la Tauromaquia, a la vez que defendía la competencia del Estado para intervenir en este tema. Se trata de una posición frontalmente opuesta a la que en estos días ha mantenido el Grupo Socialista en el Congreso, que está bajo su dirección y control.
Fue en 2011 en el Boletín Oficial del Estado, en el Real Decreto 1151/2011 por el que se transferían las competencias taurinas desde el ministerio de Interior –del que era titular– al de Cultura. Y así, con la previa deliberación y aprobación del Consejo de Ministros, escribió en su exposición de motivos (los subrayados son nuestros):
“Asumidas por la totalidad de las comunidades autónomas en sus Estatutos de Autonomía con carácter de exclusivas las competencias en materia de espectáculos públicos, la actividad de policía de los espectáculos taurinos ha quedado perfectamente incardinada en ese ámbito competencial.
No obstante, la Ley 10/1991, de 4 de abril, sobre potestades administrativas en materia de espectáculos taurinos, en su artículo 4.1, y de acuerdo con el artículo 149.2 de la Constitución Española que consagra, sin perjuicio de las competencias que podrán asumir las Comunidades Autónomas, el servicio de la cultura como deber y atribución esencial del Estado, prescribe que la Administración del Estado pueda adoptar medidas destinadas a fomentar y proteger las actividades a las que se refiere dicha ley, en atención a la tradición y vigencia cultural de la fiesta de los toros.
Entendida la tauromaquia como una disciplina artística y un producto cultural, se entiende que las competencias del Estado en orden a su fomento y protección tienen su correcta ubicación en el Ministerio de Cultura, por lo que, haciendo uso de la potestad de autoorganización de la Administración, se modifica la actual asignación de la presidencia de la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos al Ministro del Interior, o autoridad en quien éste delegue, pasando en los mismos términos al Ministro de Cultura, y se traspasan al Ministerio de Cultura las funciones que hasta ahora detentaba el Ministerio del Interior, respecto a dicho órgano colegiado de carácter consultivo, a los registros taurinos y al fomento y protección de la tauromaquia”.
Como resulta de toda evidencia lo que entonces no sólo sostenía coloquialmente, sino que lo suscribía en un Real Decreto eran nada menos que tres cosas fundamentales:
a. El Estado tiene competencias para promover el fomento y protección de la Tauromaquia, en función del artículo 149.2 de la Constitución y del artículo 4.1. de la 10/1991, sobre potestades administrativas en materia de espectáculos taurinos.
b. Pero es que por si fuera poco, en el párrafo siguiente afirma que ese “fomento y protección de la Tauromaquia” constituye hasta tal punto una competencia del Estado que es objeto de transferencia de un ministerio a otro.
c.Todo lo cual se hace “en atención a la tradición y la vigencia de la fiesta de los toros”.
Compárese cuanto afirma en este texto legal Pérez Rubalcaba con las posiciones defendidas en estos días por el portavoz socialista en la Comisión de Cultura y se verá la diferencia. Parece como si de tratara de partidos distintos y sin embargo en ambas ocasiones la responsabilidad última correspondía a la misma persona.
Al margen del papelón que le ha tocado realizar al diputado Torres Mora, no puede darse una contradicción mayor en menos tiempo. Desde negar la competencia del Estado, hasta asumir esa boutade que al final es su lema de “ni promover, ni prohibir” y pasar por el alto el valor cultural e histórico de la Tauromaquia. En los tres puntos sustanciales se sitúa, sencillamente, al margen de la legalidad vigente. Y para colmo una legalidad firmada por su propio partido y en el escaso plazo de dos años.
Se comprende que, como este jueves informaba “ABC”, Pérez Rubalcaba trate de enderezar ese galimatías en el que le ha metido su propio partido, buscando reunirse con los representantes de los sectores profesionales de la Tauromaquia para tratar de dar explicaciones que, en realidad, resultan ya inexplicables.
Se incumplieron sus criterios en los debates plenarios sobre el tema y se han vuelto a incumplir en el último debate en la Comisión de Cultura. Por eso, escaso valor tiene que a ultima hora impusiera la abstención en las votaciones, frente al voto negativo que había decidido el grupo parlamentario socialista. Hay cosas que no tienen explicación; tan sólo tienen la presentación de excusas por el grave error cometido.
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