El Cordobés: en el nombre del padre

por | 6 Mar 2017 | Reportajes

En uno de los salones de Cerro Negro –el hogar campero de Manuel Díaz y su prole– se conserva como oro en paño una vieja fotografía entonada en blanco y negro. En ella aparece Manuel Benítez “El Cordobés” estrechando la mano de un incipiente torerillo de inmenso flequillo rubio. Se tomó en un acto celebrado en el Círculo Taurino de Córdoba, hace casi cuarenta años. La imagen fue una especie de tesoro o secreto familiar durante muchos años. Delataba que la historia de Manuel Díaz González no siempre había caminado tan separada de su progenitor, aunque ha tenido que esperar 48 años a que el viejo Renco, con 80 tacos en la talega y liberado de otras mordazas personales, haya proclamado a quien quiera oírlo que el penúltimo Cordobés lleva la sangre del  V Califa del toreo, la suya propia…

El cronista que firma esta mismas líneas pudo conocer aquella fotografía en el transcurso de una larga y reveladora entrevista celebrada en Cerro Negro, hace justo siete años. El torero pidió entonces sigilo sobre aquella imagen enmarcada en plata. No quería que saliera de su intimidad. Seis años después, el propio torero rompió el tabú enseñando la fotografía a Bertín Osborne en el transcurso del conocido programa En tu casa o en la mía. Quedaban sólo unos meses para el que un juzgado de Córdoba sentenciara lo que todos sabían. En ese punto se iban a desatar los acontecimientos. Mucho…

El último capítulo de esa cascada de noticias ha sido el reencuentro de Julio Benítez con su hermano Manuel. Son los dos hijos toreros de El Cordobés, que se verán las caras el próximo 11 de marzo en la plaza de Morón en un mano a mano que podría contar con el concurso del V Califa, que parece dispuesto a recuperar el tiempo perdido.

Esas circunstancias están refrescando muchas de las esquinas desconocidas de la vida de Manuel Díaz que merecen recordarse. Hay que poner en marcha la moviola para situar a una persona fundamental –ya desaparecida– que sirvió de nexo entre padre hijo. Se trata del banderillero Pepín Garrido, hombre de confianza de Benítez, que se ocupó de Manuel Díaz cuando aterrizó en Córdoba de la mano de su madre siendo sólo un niño. La paternidad del chaval era un secreto a voces en la ciudad de los discretos a comienzos de los 80.

Fue Garrido el que apuntó a Manolo en la escuela del Círculo Taurino de Córdoba, bautizada con el nombre de Manuel Benítez “El Cordobés”. El chaval se quedó al amparo de Antonio Mata, un viejo mozo de espadas y una persona providencial en la vida del futuro matador. Pocos saben que Garrido acabaría rompiendo con su antiguo maestro. ¿Quién influyó en ello? Posiblemente las mismas ataduras que ahora a roto el viejo Cordobés para asumir su propio pasado…

Los inicios de Manuel Díaz no se diferenciaron de los de cualquier chaval que quería ser torero en aquellos años. Mata fue el responsable de anunciarle Manolo –su primer apodo taurino– en los carteles. La sombra de Benítez, con el nexo de Pepín Garrido, era evidente, pero la enfermedad de Mata le llevó a las manos de otro popular taurino cordobés, Rafael Piédrola, con el que empezó a volar por sí mismo. Mientras tanto, la historia permanecía tapada pero todo el mundo sabía quién era quién…

Pozoblanco, 26 de septiembre de 1984: Paquirri brinda a Manolo Díaz el último toro que mataba en su vida. El siguiente le iba a matar a él. Aquel monterazo –y las trágicas circunstancias en las que se produjo– colocaron al joven novillero y a su propia historia personal en el mapa. La bola, ahora sí, comenzaba a rodar. Pero aún quedaban algunos años de forja. Se seguía alimentando el morbo pero Manuel Díaz –aún se anunciaba como Manolo– no terminaba de encontrar su camino.

Después de debutar con picadores había vuelto a Córdoba para emplearse como lavacoches. Se echó novia, se compró una motillo… el toro había pasado a un segundo plano… Las cosas no salían y se queda solo, viviendo de prestado, en la ciudad de los Califas. Pero una novillada sin picar en un pueblo de Madrid –había debutado con picadores en 1985– le volvió a poner en la carretera. De ahí a las manos de El Brujo, un taurino de novela que intentó explotar el morbo y le puso a trotar de nuevo. La tranquila vida de Córdoba –el trabajo, la novia, la motillo– habían quedado atrás definitivamente.

Pero había que seguir pegando barrigazos. Bajo la inspiración de El Brujo –en abril de 1986– se tiró de espontáneo en la plaza de Las Ventas en las mismísimas narices de Manuel Benítez, que actuaba en el festival a beneficio de las víctimas del Nevado del Ruiz. El salto al ruedo madrileño se saldó con una paliza, una multa y la prohibición de torear durante dos años. Lo del Brujo acabó como el rosario de la Aurora.

Aún tuvo que andurrear por Getafe, con un tal Felipe Triguero que le hizo la publicidad de: Yo Manolo, el hijo del Cordobés. Aquel hombre le empleó en su taller de chapa. La vida seguía sin sonreír al incipiente torero que pasó a Palma de Mallorca bajo la batuta de otro supuesto apoderado de circunstancias que entre novillada y novillada le tuvo pegando carteles de conciertos de Mecano y haciendo sangrías para los turistas.

Toreaba lo que salía, con caballos, sin ellos, festivales… Pero un nuevo encuentro providencial –con Curro el Andaluz– le acabaría llevando a las manos de Paco Dorado, con el que firmó un contrato en la servilleta de papel de un bar. Había llegado la famosa revolución; nacía el nuevo Cordobés, un apodo que reivindicaba su origen y le volvía a colocar en la carretera.

Con Paco Dorado, Manuel Díaz se convierte en un novillero de éxito que reescribe su propia historia. Un anuncio publicado en la revista Aplausos fue toda una declaración de intenciones: “Vuelve El Cordobés, sin apellidos ni fortuna”. Pero más allá de la tramoya publicitaria se encontraba un torero de sólido oficio que logró tomar la alternativa en Sevilla el Domingo de Resurrección de 1993. Su padrino fue Curro Romero y Espartaco hizo las veces de testigo. El nuevo Cordobés hizo el paseo liado con un capote bordado con el escudo de la Legión.

Casi sin respiro, llegó la confirmación de alternativa. Le llamaron para sustituir a Rincón en Madrid. En el tira y afloja del dinero acabaron ganando la mano y El Cordobés hizo el paseíllo en Las Ventas para rubricar su doctorado. La televisión le sirvió para escenificar aquella frase mítica que Lapierre y Collins convirtieron en best seller: «Madre, o te compro una casa o llevarás luto por mí». Manuel resultó cogido de cierta gravedad aquella tarde madrileña, tal y como le había ocurrido a su padre 30 años antes. El resto es una historia conocida.

Los trabajos originales de Álvaro R. del Moral, cronista de “El Correo de Andalucía” , se publican en su blogs “Con la tarde colgada a un hombro”, al que se puede acceder a través de nuestra sección “8 opiniones 10” y en las direcciones electrónicas:
http://blogs.elcorreoweb.es/latardecolgadaaunhombro/
http://elcorreoweb.es/toros/

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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