Resultaría una frivolidad pretender sacar conclusiones rotundas de la experiencia de una semana en los ambientes taurinos de México. La Fiesta de los toros, en cualquier lugar de la geografía, es tan rica y diversas que la prudencia aconseja ir con pies de plomo a la hora de las evaluaciones. Cada lugar tiene sus singularidades, que responden a unas razones de ser, en ocasiones históricas, en otras de siempre costumbres sociales, pero siempre respetables.
Pero sentado lo anterior, se dan una serie de aspectos que a quien mira hacia la Tauromaquia con los ojos españoles, no pueden menos que llamarle la atención. Especialmente cuatro aspectos me resultaron de particular interés.
1. La cabaña de bravo
El momento ganadero atraviesa una profunda crisis de integridad. Corridas aprobadas para la Monumental del paseo de Insurgentes no pasarían el reconocimiento veterinario ni como novillada en cualquier plaza de primera en España. La carencia absoluta de ese mínimo de trapío que resulta exigible en un cuatreño, campa por sus respetos.
Sin ir más lejos, si se cotejan los videos que la Empresa de la “México” cuelga en su página web[1] se comprueba esta realidad. Curiosamente tan sólo algunas plazas, y en determinadas ocasiones, se salva tan grave asunto. Quiere ello decir que el campo bravo hay toros con respeto; lo que ocurre es que sólo saltan al ruedo en contadas ocasiones.
Más preocupante resulta lo baja que anda en general la cabaña de casta y de bravura. Ya se sabe, que el toro mexicano históricamente ha tenido un comportamiento diferente español. Podría decir que ha sido y es más pastueño. Pero una cosa es esta singularidad y otra bien diferente la ausencia de ese punto de casta que debe caracterizar al ganado de lidia.
Ni los jueces de plaza, ni la autoridad veterinaria, parecen muy dispuestas a volver por las sendas de la integridad. Su manga ancha resulta evidente. Por eso, a veces pienso que por allí andan como en España hace 50 años, cuando se comenzó el proceso de regeneración, en el que se cometieran errores y excesos, pero que tuvo la buena virtud de redefinir el momento ganadero.
Este condicionante importante del toro trae consigo la devaluación de los resultados que se obtienen, especialmente en la “México”. De hecho, basta un simple repaso a las páginas de la prensa taurina para comprobar el reducido eco que tienen las actuaciones allí. Para nadie es bueno esta pérdida de valor referencial.
2. Un planeta en tres manos
Si en España nos quejamos de la fuerza que han adquirido las cinco o seis grandes empresas, en México el toreo anda pendiente de tan sólo tres manos, rayando en el monopolio.
Y así, queda a lo que diga un hombre de personalidad tan controvertida[2] como Rafael Herrerías, que hoy dirige la “México”. Se comprueba que hay sectores críticos con su gestión, pero son los menos a efectos de la opinión pública. En su alrededor se da un cierto manto de silencio, que nadie quiere romper, siendo como es la suya una gestión manifiestamente mejorable. Su mundo se circunscribe a México, pero con la primera plaza de América en sus manos su capacidad de influencia es grande.
En paralelo se mueven dos grupos empresariales, con distinto grado de influencia en España. El más relevante es, como se sabe, Espectáculos Taurinos de México S.A. (ETMSA), del empresario mexicano Alberto Bailleres; el otro, de menor dimensión, es Casa de Toreros, que comandan Pablo Moreno Valenzuela y Juan Pablo Corona, con bastante presencia mediática en España. En las manos de estos dos grupos quedan gran parte de las plazas de los Estados y buena parte de los toreros españoles que hacen campaña en México.
Esta alto grado de concentración no puede ser indiferente al desarrollo de la actividad taurina, sino que condiciona cuanto allí ocurre. Sobre todo cuando en el país hermano se da una casi unánime paz mediática frente a los problemas actuales.
3. ¿La reconquista vestida de luces?
En un magnífico ensayo, titulado “La reconquista vestida de luces” [3], el historiador mexicano José F. Coello Ugalde estudió lo ocurrido a finales del siglo XIX cuando Luis Mazzantini y Diego Prieto viajaron a México y tuvieron que hacer frente al ídolo de entonces, Ponciano Díaz, representante natural del nacionalismo taurino de aquel entonces. Como explica el autor, la confrontación fue dura, difícil, complicada, dividiendo a la afición en dos grandes bloques: los prohispanistas y los proponcianistas.
Con todos los matices diferenciales que el transcurso de los años impone, en ocasiones esos sentimiento reviven en el imaginario social de los aficionados. De hecho, viendo las reacciones de la afición con la reciente actuación de José Tomás en la “México”, venían a la cabeza no pocos pasajes de aquel ensayo histórico.
Es cierto que se dan casos singulares. Sin ir más, la gran faena de Morante hace unas pocas semanas, que conmovió a todos y de la que hoy se continúa hablando. También en el pasado hay casos, como el de El Niño de la Capea, prohijado por la afición capitalina. Pero en determinados momentos parecen revivirse aquellos años de la égida nacionalista de Ponciano Díaz.
No se puede afirmar con toda contundencia que algo de eso le ocurriera a José Tomás en la “México”. Sin duda pudo producirse en algún momento, pero no menos influencia tuvo también esa reacción social tan común en los públicos de que, en tardes no contundentes, frente a la gran figura se apuesta como reacción por el aspirante, cuando además es el torero local.
4. Una afición de la que hay bastante que aprender
Pero lo escrito hasta ahora exige un contrapunto, a nuestro entender importante. Diríase, incluso, que definitivo. Tenemos bastante que aprender de la afición mexicana. Y en primer término, de su vitalidad y su presencia social, pero también del ánimo taurino que les mueve. En un país en el que también se vive la controversia de los políticos en torno al “toros si, toros no”, la respuesta de sus aficionados es mucho más rotunda que en España, al igual que la Tauromaquia ocupa un lugar preferencial en la vida social del país.
Junto a ello, no puede menos que llamar la atención la implicación que los aficionados demuestran ante el espectáculo taurino. En ocasiones con un cierto barullo, pero viven en primera persona lo que ocurre en el ruedo. Y lo viven como lo que es: un hecho festivo, dispuestos siempre a agradecer aquello que resulta bien hecho.
Hay, en suma, menos criterios preconcebidos que en España, para dar mayor margen a la sorpresa. Todo lo cual no trae de la mano que aquel sea un público que todo lo acepte, sino que sabe diferenciar entre los bueno y lo malo; que lo haga apasionadamente no por ello devalúa su grado y su calidad como afición.
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[1] https://www.youtube.com/channel/UCzIzWTXW0wGxm-ccYPeFgCw
[2] La personalidad de Herrerías quedó bien reflejada con lo ocurrido con la reciente contratación de José Tomás. Primero lo utiliza para animar el “derecho de apartado”, anunciando por adelantado a bombo y platillo su contratación; con el papel acabado, le agrede verbalmente y trata de poner a la afición de uñas con él; luego de malas formas le reta a que vuelva a la “México” el 28 de febrero, en términos tales que a continuación su segundo de abordo tiene que salir a la palestra para suavizar la tensa situación.
[3]https://www.taurologia.com/articulo.asp?idarticulo=1123&cod_aut=a12dcw21ag6ffd
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